TJE: Complejo y Delirio


Es mejor estar callado y parecer tonto, que abrir la boca y disipar la duda.
— Atribuido a Mark Twain
Dicen que el poder corrompe. Y no solo corrompe los valores éticos del comportamiento del político, sino también el lenguaje con el cual se expresa. Tal parece que ese es el caso de la panista Teresa Jiménez Esquivel, que cobra como gobernadora del pequeño estado de Aguascalientes. Originaria del pueblito turístico de Valle de Bravo (Edomex), siendo la más chica de tres hermanas, emigró a nuestra tierra en busca de mejores horizontes; aquí, dócil y disciplinada, siempre de la mano y el impulso de Rubén Jaramillo y Arturo Estrada, neopanistas pragmáticos que enterraron a la vieja guardia de los tradicionales o doctrinarios, Teresa hizo una fructífera carrera política en dos décadas, aunque no sin cuestionamientos a la probidad de su desempeño: un contrato de alumbrado público a sobreprecio, un oneroso parque solar sin resultados y un endeudamiento de 7 mil millones de pesos, entre otras minucias.

A muchos aguascalentenses nos queda claro que la menor de las tres hermanas Jiménez Esquivel, Teresita, padece un trastorno sicológico megalomaniaco, es decir, que es constantemente proclive a los delirios de grandeza. Su aversión y desdén por lo chico, lo pequeño, lo menor, lo breve, lo poco (Valle de Bravo, Aguascalientes, la hermana chica) la llevan a trastocar mintiendo, manipulando o exagerando la realidad situacional, sus capacidades y/o sus conocimientos. Solo así se entiende la desmesura y lo inverosimil de sus afirmaciones y eslogans propagandísticos que solo reflejan un complejo de inferioridad mal atendido: el Corazón de México, el Gigante de México, la mejor Feria de México, el serial taurino más importante de América Latina, la Capital Americana de la Cultura, etc.
Por ejemplo, recientemente nos obsequió dos orejas obtenidas en sendas faenas con alternantes de allende el mar atlántico: la primera con Alessandro Modiano, embajador de Italia en México, y con Isabel Díaz Ayuso, presidente de la Comunidad de Madrid, alias la Lily Tellez madrileña, que al igual que la panista tienen a la ignorancia y la incultura como identidad política.
Al diplomático italiano trató de impresionarlo aseverando que la evaluación económica de nuestro terruño, «cualquier país del mundo quisiera tener» (eso le dijo al representante de la octava economía mundial y la tercera más importante de Europa); y no contenta con ello, en su torpe y deshilvanado discurso afirmó que en «el tema educativo, tenemos a nivel mundial el primer lugar en matemáticas» (los ojos de Modiano no se cuadraron, ni se inmutaron); el expresidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Otto Granados, exhibió la fantasiosa patraña de nuestra gobernadorcita.

A su compinche del PP español, Isabel Díaz Ayuso, con quien comparte varias afinidades (como su pertenencia a la ultraderecha, su reciente afición taurina y ambas tener parejas señaladas por fraude), cuando la recibió en su despacho a boca jarro le soltó: «Yo veo a Madrid igual que Aguascalientes» (sopas!, le removio la envidia a la presidenta madrileña). Ayuso se imaginó a nuestro rinconcito provinciano con 3.5 millones de habitantes, con una contribución al PIB nacional de 19%, con 40 mil millones de euros de inversión extranjera, con 500 mil empresas registradas, de las cuales 7 mil extranjeras y compitiendo con Londres y París; Ayuso imaginaba que frente a San Antonio, en el jardín del Encino y en la casa de la cultura se hallaban los Museos del Prado, el Reina Sofía y el Thyssen-Bornemizza y otros 86 museos más en su barrios, colonias y fraccionamientos, así como el Estadio Bernabéu por la Alameda, y la Plaza Mayor con su exedra.



Lo que ni Ayuso ni nosotros sabemos es a qué Madrid se refería la gobernadorcita, pues en USA, Colombia, Filipinas y México hay más de 30 puebos y ciudades que se llaman así: Madrid, como en Tecomán, Colima.
Lo que sí sabemos, es que a Teresita el saco de gobernadora le queda gigantesco.