Un francés llamado Jean Gabin
“Un francais nommé Jean Gabin” (Un francés llamado Jean Gabin, 2015, de Francois Aymé e Yves Jeuland) es un documental que abarca trayectoria cinematográfica ybiografía de quien ha sido considerado el más grande actor francés, con fragmentos escogidos cuidadosamente,montaje de numerosas escenas de los 95 filmes en que intervino (en IMDB se cuentan 98, con dos películas mudas y un cortometraje), de los inicios del sonoro a su fallecimiento en 1976 al poco de concluir “El último atraco” (l’année sainte, de Jean Girault)
Narrado por Grégory Gadebois, el documental jtraza, con encomio y corrección, la existencia del “monstruo sagrado” del cine galo, su nacimiento como Jean Moncorgé, sus días infantiles habitando cerca de una estación de ferrocarril, lo que haría que uno de sus anhelos entonces y de adolescente fuera ser conductor de tren o campesino. Su papá, de quien tomaría el apellido artístico, era comediante en cabarets y teatro, pero ni eso le jalaba hacia la profesión: en que se mantendría por poco más de cuarenta y seis años.
Esa parte juvenil se completa con material de archivos y fotografías, hasta su debut -por mediación de su padre-, a los 18 años en el Follies Bergere, donde cantaba y bailaba. Se muestra la prueba de cámara que hizo cuando le llamaron para lo que sería su ingreso en el séptimo arte con “Chacun sa chance” (1930), y la suerte de escalar pronto y trabajar con importantes realizadores de esos días: Jacques y Maurice Tourneur, G. W. Pabst, Marc Allegret; para ligarlo a su encuentro trascendente con Julien Duvivier en “Gólgota” (1935), donde caracteriza a Poncio Pilatos, que será de las escasas ocasiones en que toma parte en filmes históricos.
Con “La bandera” (1936) inicia la etapa que cimentará su fama y le dejaría en los anales cinematográficos. En cuatro años Gabin participará en una decena de películas, de las cuales al menos seis serán reconocidos clásicos, de “Los bajos fondos”, “La Gran ilusión” y “La bestia humana”, de Jean Renoir, a “Le belle equipe” (Una mujer en juego) y “Pepé le Moko”, de Duvivier, y las incomparables “El muelle de las brumas” y “El día levanta”, dirigidas por Marcel Carné.
Los personajes de anti héroe de Gabin parecían haberse hecho a su potencial, a su forma de expresarse, su mirada, la manera de sostener el cigarrillo. Charles Spaak y Jacques Prévert le dotaron de guiones y frases que le propulsarían al estrellato, le harían el más popular entre el público de su país, el ídolo de las féminas; le emparejarían con las más bellas actrices: Simone Simon, Gaby Morlay, Arletty; y daría la alternativa a la hermosa adolescente Michele Morgan, con quien el romance en la pantalla se trasladaría a la vida real y a “Remorques” (Aguas borrascosas,1940) que tardaría en completarse al sonar los cañones de la segunda guerra mundial, que cortarían esa relación y la carrera de Gabin.
El documental consigna el fugaz y poco afortunado paso por Hollywood, así fuera dirigido de nuevo por Duvivier (El impostor, 1944) y antes en parte por Fritz Lang, con Archie Mayo (Borrasca, 1942, con Ida Lupino); y su fase patriótica, su afiliación con las Fuerzas Francesas Libres, el ingreso a la batalla que le traería en una noche que su cabello encaneciera totalmente. De aquel período en Estados Unidos vendría su romance con Marlene Dietrich, que la posguerra trozaría ante la lejanía y los deseos de cada uno por permanecer en su lado del Atlántico.
El regreso a Francia sería complicado para Gabin por un tiempo, con fracasos en taquilla, un fallido viaje a Italia, inconvenientes para conseguir roles y argumentos a su estilo y a su de pronto marchitada galanura y engrosamiento corporal. (Se dedica un segmento del documental a una obra de teatro con la cual triunfó). Su horizonte se estabilizaría cruzando la década, con alguna comedia, un ejecutante en “El placer” (1952), de Max Ophuls, y el anticipo de papeles de gángster que le darían un segundo aire. Fue con “Touchéz pas Grisbi” (Grisbi, 1954), de Jacques Becker, que demostraría mantener su carisma, que era un “actor excepcional”, endurecido, completo, con dominio de la escena.
Continuaría ese renacimiento con “French Can Can” (1955), previa fisura en otra cinta de época, “Napoleón”, de Sacha Guitry. El segundo lustro de esa década le depararía papeles centelleantes, como “El tiempo de los asesinos”, la sátira sobre el mercado negro en plena ocupación de “Un cerdo a través de París) su creíble médico encargado de partos naturales en la adelantada “El caso del Dr. Laurent”; una versión de “Crimen y Castigo”, y de más relieve su Jean Valjean en “Los miserables”.
Su recreación del Inspector Maigret de Georges Simenon, hicieron expresar al novelista belga que en adelante al escribir veía a Maigret en la figura de Gabin. También de esos años vino la relación del actor con Michel Audiard, quien se convertiría en su guionista cómplice por más de veinte películas en los filmes por venir, no siempre propicios, usualmente dirigidos por Gilles Granier, amigo y director de cabecera.
Un espacio del documental se refiere a la vida personal de Gabin. A sus sueños cumplidos de sentar cabeza en el campo, lo cual consiguió al poco de casarse, por tercera y definitiva ocasión, con Dominique Fournier, lo cual a fines de los 1940 fue noticia de ocho en Francia. Gabin se compró una propiedad, a la cual se dedicó en esas sus horas bajas, y poco a poco fue ampliando y adquiriendo más terrenos. Entrados los años 60, eso le traería dificultades, los campesinos de la región le acusarían de latifundista, de tener inmensas tierras, le harían manifestaciones, y conseguirían disminuirle y provocar su retiro.
En 1958, Gabin acepta actuar para Claude Autant-Lara enla adaptación de una novela de Simenon, “En cas de malheur” (Amor prohibido) donde su coprotagonista era Brigitte Bardot en su esplendor. El documental proyecta una escena erótica entre la pareja, y la misma escena censurada, con la Bardot más excitante y con menos ropa. Gabin aguantaba y avanzaba en la cincuentena.
Se acercaban los 1960, la irrupción de la Nueva Ola, los cambios de temáticas. En “Un francais nommé Gabin”, se apunta que el actor se resintió que esos jóvenes directores (Godard, Truffaut, Malle) no le llamaran, no se fijaran en él o lo consideraran de la vieja estirpe. Sin embargo, Gabin sí trabajó con actores recién llegados, como Jean Paul Belmondo (Un singe en Hiver, 1962), de quien al entrevistarlo se expresa favorablemente; o Alain Delon (Cualquiera puede ganar/ Melodie en sous-sol, 1963), a quien igual le veía aptitudes, con las diferencias de la galanura de éste, la simpatía de aquél. Pero cuando posteriormente le preguntaron a Gabin si los consideraría sus “sucesores”, él mencionó que un actor que hacía un pequeño papel en “L’affaire Dominici” (1973), tenía más cualidades (era Gerard Depardieu, antes de su fama). Otro actor a quien alaba con frecuencia, le proporcionó sus papeles primerizos y con el tiempo diversos de relevancia, era Lino Ventura. (En “El clan de los sicilianos” (1969) compartiría créditos con Delon y Ventura.)
Gabin siguió bastante activo, se había convertido en productor de sus propios filmes, a ritmo de más de película por año, desde los comienzos del 1960, combinando papeles en los que estaba compenetrado (Maigret, gangsters, Poker de asesinos, El Clan siciliano), alguna comedia con Louis de Funés (Le tatoo, 1968), o con Fernandel (L’age ingrat, 1964), reencuentros con viejas glorias, (El gato, 1970, con Simone Signoret), o encuentros con maduras bellezas (Sophia Loren, en Veredicto, 1974).
Rozagante, complacido, Jean Gabin, de improviso se fue de este mundo, a los 72 años, aún con proyectos en los que mostrar su experiencia, su prestancia, el tipo que se forjó para sus años mayores, donde permanecía la mirada, unos de los gestos, de sus filmes más insignes.
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