Cine Mexicano de Antes
Nos disponemos a pasar una tarde de domingo, o de cualquier otro día, frente al televisor pero, ¡oh! decepción; el programa que esperábamos ver ha sido cambiado de horario. Como ya estamos instalados en nuestro sillón favorito con una buena dotación de comida chatarra y algunos litros de agua negra azucarada, recurrimos al zapping y… acabamos viendo una vieja película mexicana.
Quizá con los hermanos Soler, al menos alguno de ellos, o tal vez María Félix, o Dolores del Río, Pedro Malo o Jorge Bueno, Joaquín Pardavé, ¿cómo no? El polifacético de Carlos Orellana que lo mismo le creemos que sea cubano, árabe, español, o lo que él hubiese querido, pero no; era mexicano.
Usted me dirá que ahí están Cantinflas, Tin Tán, Clavillazo o Resortes, pero no; en esta ocasión quiero referirme exclusivamente a esas películas antiquísimas donde, ante una iluminación casi deslavada, se adivina muy joven, casi adolescente, al anciano que supimos que falleció hace años en la Casa del Actor, o a Sara García cuando todavía era jov… no, perdón; Sara García nació siendo abuela. ¿O acaso usted la ve en edad casadera en “Ahí está el detalle” como pareja de un casi imberbe Cantinflas? ¡Y esa película data de 1940!
Al cine de ese tiempo, los hoy jóvenes le llaman “churros”. Y más allá: los pseudo intelectuales de izquierda, extienden ese calificativo a todo lo que se hace y ha hecho en México, desconociendo quizá, que también se filmaron películas de denuncia como: “México, México, ra ra ra”, “En la cuerda del hambre”, “La grilla”, y otras de profunda ideología izquierdista. No son pocos los cinéfilos en México que tienen a “orgullo” no ver cine mexicano.
La gente mayor y los críticos de cine, le llaman “La edad de oro del Cine Nacional” a las películas filmadas hasta antes de 1960, más o menos, unos 12 años antes de las películas “de ficheras”, que dicho sea de paso, en ningún otro tiempo se hizo tanto cine en México. ¡Malo!, pero cine.
Volviendo a ese cine de antaño, hay que reconocer que en ellas las historias son mejor logradas y la música, la de la época, es siempre más amable que la música actual. Quizá a usted, joven de menos de 35, le parezcan odiosamente cursis, y eso se debe a que por entonces no había actores de cine. Me explico: puesto que la industria cinematográfica estaba haciendo sus pininos en nuestro país, los actores y actrices que debían cubrir las vacantes que la nueva industria requería, fueron reclutados del teatro, donde es sabido, se tiene que sobreactuar un poco para que el público presente en la sala, pueda conectar con lo que el actor o la actriz en el escenario, tiene qué comunicar.
Esto se refleja vivamente en las grandes pantallas, el dedo mordido por el medio en escenas de tensión; la palma vuelta sobre la frente al iniciar un desmayo; los labios trémulos como si se masticara un cacahuate para “contener” el llanto, en fin, una serie de recursos teatrales que hoy día han sido erradicados del cine de nuestros días. Ah, y desde luego una ceja levantada para que no quede duda: ¡aquí está La Doña!… o Pedro Armendariz (el de a de veras, no el polivoz Agallón Mafafas)
Siempre renegando, pero ahí estamos viendo esas películas y casi siempre, aunque se diga lo contrario, disfrutándolas. Luego nos sentimos muy conocedores y decimos que: “ese afán de copiar a los gringos y sus películas del oeste; aquí no había pistoleros”. Sí; los había. Existieron las haciendas donde la mayoría andaba armado; los patrones vestidos de charro y los trabajadores de chinacos. No sé si en realidad se cantaba mucho a caballo, pero sí sé que coches no había, no muchos al menos, en los tiempos de la Revolución, de cuyo tema han versado cientos de películas mexicanas, y ya sea charros a caballo, generales o soldaderas de la Revolución, el motivo conductor de nuestro cine mexicano de antaño es siempre: el amor; a veces correspondido, a veces robado y a veces con trágico final de boda.
¿Necesito hablar del tema conductor del cine actual?
Salvo unas pocas excepciones, el cine de hoy es violento, grosero, sangriento, procaz y peligrosamente dirigido a jóvenes inmaduros, que ven como héroes a entes que debieran estar tras las rejas.
El cine de antes, cursi y empalagoso, era totalmente blanco y jamás se permitieron ninguna palabra de las que hoy pululan aún en medios “culturales”.
Nos sentimos muy lejanos a las historias que cuenta el cine clásico mexicano; el cine de oro. ¿Cómo creen que verían aquellos actores las historias que se cuentan hoy día? Estoy seguro que con espanto.
México tiene superhéroes, desde luego, pero Santo, el enmascarado de Plata, es capítulo aparte.
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