8 de marzo, 2023: No celebramos, conmemoramos a las mujeres que lucharon y aún luchan
“El feminismo no sólo habla a las mujeres, habla a todo el mundo para que pueda vivir una vida plena”.
— Jane Fonda
“Cualquiera que sea la libertad por la que luchamos debe ser una libertad basada en la igualdad”.
— Judith Butler
“El nivel de civilización al que han llegado diversas sociedades humanas está en proporción de la independencia que han gozado las mujeres”.
— Flora Tristán
Sonidos del tambor, latidos de un corazón
Se escuchó el sonido enérgico y rítmico de un tambor en el centro de la ciudad de Aguascalientes. Durante casi tres horas, mi hija Sofía Yolanda marcaba el tiempo acorde a la danza mexica que varias mujeres realizaban alrededor de una ofrenda, atentas a los siete rumbos de la vida: los cuatro puntos cardinales, más el cielo, la tierra y el corazón. Los movimientos y pisadas armoniosas de las danzantes recibieron y acompañaron los pasos de una marcha de cientos de mujeres que llegaron a la plaza principal, como cada 8 de marzo, desde ya hace algunas décadas; pero ahora son más, muchas más.
Ante la pregunta de cuál había sido el propósito específico de su participación en dicha manifestación, Sofía Yolanda me dijo: “algunas danzantes mexicas fuimos a la marcha no tanto en protesta, sino a acompañarnos como hermanas, porque las mujeres hoy en este país nos tenemos que cuidar unas a otras, porque el Estado y muchos hombres no lo hacen. Al contrario, nos violentan”.
Su visión sobre los movimientos sociales es de que la forma de pensar de muchas personas inteligentes y críticas es muy fragmentada, muy especializada. En particular, mencionó que en la gente con ideologías alternativas existe más división que comunión y que, “desde un punto de vista espiritual, lo que se requiere no es seguir dividiéndonos como seres humanos, sino cuidarnos entre todas y todos”.
Para ella como para sus compañeras también está presente en las danzas y cantos la reivindicación de las mujeres indígenas de hoy, esas que defienden la tierra de macroproyectos de desarrollo que están perjudicando el medio ambiente, la naturaleza. Ellas son “voceras de su comunidad y de los animales, plantas y elementos que no tienen voz humana, son un blanco para los grandes intereses comerciales”. Sofía Yolanda nos recuerda y me lo dice tajantemente: “Muchas de esas mujeres indígenas han sido amenazadas de muerte, desaparecidas o asesinadas. Por eso las recordamos y durante la marcha materializamos su lucha”.
Para las mujeres danzantes que estuvieron ese día 8 de marzo por la tarde, es importante tener conciencia de que las mujeres indígenas y no indígenas deben pedir, exigir el cuidado de la tierra. En esta exigencia, en esta lucha “estamos todas relacionadas… viviendo en un mismo planeta”. Luego concluye determinante y se refiere a su participación en la danza: “El tambor nos recuerda la unión, el pulso del corazón que todos tenemos y que nos mueve a estar todas en la misma sintonía”.
Testimonios: entre la indignación y la esperanza
Estoy por terminar mi clase y varias alumnas de primer semestre de la licenciatura de Asesoría Psicopedagógica de la Universidad Autónoma de Aguascalientes me dicen que no irán a la clase del miércoles 8 de marzo porque estarán participando en la marcha. Me piden que ese día les quite la falta y yo les digo que no y luego les digo que sí, pero con la condición de que me hagan un reporte de su experiencia. Dicen estar de acuerdo. El viernes 10 llegan a clase entusiasmadas y me cuentan lo que vivieron ese día, también me informan que mandaron a mi correo su reporte. De esos escritos, aquí se retoman algunos fragmentos, con su autorización.
Deneby Martínez Mendoza nos recuerda por qué el día 8 de marzo se conmemora el día de la mujer. Ella dice que “la elección de este día se debió a que el 8 de marzo de 1857, un grupo de trabajadoras en textiles de Nueva York se declaró en huelga para protestar por las condiciones laborales y los bajos salarios”. La manifestación terminó en tragedia, pues 148 de ellas murieron en un incendio provocado. Esta huelga se considera el origen de la lucha por los derechos de las mujeres en el mundo. Por esto, el 8 de marzo no se celebra, se conmemora. Para Deneby hay personas que no entienden por qué se rayan los monumentos, y explica que las mujeres quieren hacerse escuchar, y lo han intentado de muchas maneras, pero no han tenido la respuesta deseada. Han bailado, puesto zapatos rojos, “hasta tenemos un día donde las mujeres desaparecemos, pero eso no ha sido suficiente; entonces, algunas compañeras rayan los monumentos. Pareciera que esos objetos materiales les importan más que nuestras vidas”.
Del relato general pasa a su vida personal: “Yo quisiera salir un viernes por la noche sin sentir miedo mientras espero a que lleguen por mí, sin estar pensando si cualquier camioneta que se me acerque podría ser la última que me vea con vida”. Deneby habla de situaciones de violencia recibida por hombres y por eso marcha, y marcha por más: “Yo marcho para que mi amiga no regrese con miedo de la universidad a su casa, por mis hermanas para que nunca les pase nada y no tengan que avisarme que llegaron vivas y porque somos la voz y el corazón de esas que ya no están…”
Su exigencia, su sueño, su esperanza es la de muchas: “Quiero ser yo, libre, viva, no tener que temer sino simplemente poder salir sin miedo a nada, saber que si voy sola no se sumara el miedo para acompañarme, ni ningún otro indeseable. Quiero finales felices dentro y fuera de casa, no quiero tener que buscar en Google trucos de autodefensa y supervivencia, quiero que quede claro que los centímetros de mi ropa no están enviando ningún mensaje, quiero averiguar lo que deseo ser y hacer sin que me juzguen por el cómo, ni por lo que me ponga o me quite, ni con quién. Mi cuerpo es mío, yo decido lo que llevo puesto, con quien vestirlo o desvestirlo y si disfrutarlo sola o en compañía, y mi vida también. Quiero sentirlo todo sin temor a que alguien cruce mis semáforos en rojo, y sentirme segura, ida y vuelta, día y noche, en este país y en el resto del mundo”.
Deneby termina su escrito con dos consignas que aquí comparto: “SI NO LUCHAMOS JUNTAS, NOS MATARAN POR SEPARADO”. “SI NO HAY JUSTICIA PARA EL PUEBLO, QUE NO HAYA PAZ PARA EL GOBIERNO”
Monserrat Díaz Jaime, por su parte, menciona la importancia que tiene el trabajo conjunto de las mujeres y acusa al gobierno mexicano de no ser capaz de garantizar seguridad a la que tienen derecho. Luego, se refiere a los sentimientos que le provocó participar en la manifestación: “Es sorprendente la empatía que existe entre mujeres y la paz que se siente, es darse cuenta de que entre mujeres siempre debe haber apoyo y solidaridad constante, pues es la única forma de protección hacia nuestro género: confiar únicamente en otra mujer, ya que el gobierno no se esfuerza por nuestro bienestar, no nos brinda más derechos para sentirnos seguras como mujeres”.
Monserrat piensa que todos los días las mujeres enfrentan desafíos y luchas incesantes para ser valoradas y respetadas en la sociedad, luego señala que el Día Internacional de la Mujer es una oportunidad para que todas las mujeres luchen por sus derechos y para “alzar la voz por la igualdad de género y la justicia social”. Para ella, con las marchas y demás manifestaciones de protesta y demandas concretas se han logrado cambios en las leyes, como el derecho al voto de las mujeres, la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la Ley Olimpia, que reconoce la violencia digital como un delito.
En el escrito de Alondra Lizeth Vázquez Marmolejo se puede leer la crítica a la costumbre de que en el día 8 de marzo algunos hombres saludan y hasta mandan flores a mujeres que estiman y quieren; luego aclara: “La marcha 8M y el día de la mujer, no es para felicitar a la mujer… el objetivo es luchar para que la mujer sea reconocida, para que se hagan validos cada uno de sus derechos y para que haya justicia ante cada uno de los feminicidios”. Frente a este grave problema del feminicidio, Alondra Lizeth piensa que el gobierno debe instrumentar medidas efectivas para reducir estos crímenes, y así como el gobierno cuida los edificios de las pintas hechas por algunas mujeres que marcharon, también debe proteger a las mujeres de la violencia cotidiana y estructural.
“Por mucho, mucho tiempo, la mujer se quedó callada, ahora es tiempo de que todas luchemos por lo que merecemos”, afirma categórica Alondra, y también habla de una experiencia personal: “me ha tocado vivir en carne propia muchos de los abusos, psicológicos, físicos, entre otros, y es algo que jamás quiero volver a pasar, ni quiero que le sigan pasando a otras mujeres”.
Para Mariana García Castillo el 8 de marzo es el día en que se conmemora y se recuerda a mujeres luchadoras y víctimas del machismo. Textualmente, dice: “recordamos con mucho respeto la valentía y determinación de todas las mujeres que han peleado por nuestros derechos, a las que han sufrido algún tipo de violencia y a las que han sido asesinadas”. Luego comenta que es la segunda vez que marcha, “ya que en base a mi experiencia sufrí violencia física por parte de mi ex pareja y hace aproximadamente tres años me intentaron robar cerca de la preparatoria donde estudiaba”.
De su vivencia en la manifestación del día 8, comenta: “en la marcha sientes unas inmensas ganas de llorar, ya que observas que se levantan miles de carteles con fotos de mujeres desaparecidas, asesinadas y violadas”. Dice también que en la marcha se sintió segura “y protegida en las calles alrededor de tantas mujeres, que sé que no me van a hacer nada malo”. Termina tajante: “Marchamos porque ya nos cansamos de quedarnos calladas, por no sentirnos seguras en las calles y no, NO NOS VEMOS MAS BONITAS CALLADAS, nosotras merecemos vivir sin miedo y estamos hartas de avisar que llegamos vivas a nuestras casas. Y el ser mujer nos está costando la vida. Y SI EL DIA DE MAÑANA SOY YO, RECUERDENME LLENA DE SUEÑOS”.
Valeria Peñaloza Zúñiga comparte su experiencia, dice que fue su primera vez en una marcha del 8 de marzo y que le gustó “ver cómo miles de mujeres se reunían con un sólo objetivo en mente: exigir justicia”. Le emocionó “ir caminando, gritando y entonado consignas, y ver cómo muchas llevaban carteles de chicas desaparecidas, chicas que desgraciadamente fueron víctimas de feminicidio, a las cuales se les pide justicia”. Valeria escribe con honestidad sus impresiones y sus sentimientos: “fue un momento en el cual las ganas de llorar me ganaron”. Lejos de presenciar el rechazo de la gente que las veía en la marcha, ella vio “sororidad de todas en ese momento” y no sólo entre las compañeras que marchaban, sino también entre las mujeres que veían la manifestación. Recuerda a la señora de Regalos “Diana”, a quien se le obsequió un pañuelo verde y la señora muy feliz lo levantó en señal de apoyo. “Fue muy bonito ver esa escena, que personas como ella estén a favor de la lucha de las mujeres”
Otras de las estudiantes que escribió su experiencia se llama Mariana Herrera García. Ella reflexiona sobre “las mujeres que pintan paredes y queman cosas”. Comenta que en su familia se cuestionan los motivos de estas acciones violentas, “que no son formas”, dicen, y las rechazan; pero para ella, estando en la marcha, asumió otra visión de los hechos y otra postura: “Me di cuenta estando ahí y viviendo cada cosa, que sí, sí son formas, que sí, sí debemos quemar, destruir y gritar. Un monumento se vuelve a construir por muy antiguo o bonito que sea, una vida no”.
Mariana nos comparte detalles de los sentimientos que tuvo desde que se animó a ir a la marcha: “Iba camino ahí, con miedo, entusiasmo y bastante felicidad. Tengo que aceptar que había una mezcla de emociones dentro de mí. Iba en camino, con mi mamá y una de mis amigas. Nuestra vestimenta era pantalón, tenis y playera verde, ya que el verde es uno de los colores que nos representan también, es por el aborto. Íbamos llegando casi a la fiscalía y el tráfico aumentaba cada vez más, de ventana a ventana veía cómo iban niños con sus letreros caminando y otras de coche a coche, la vestimenta de otras niñas era completamente negra, Ximena y yo llegamos. Seré sincera, tenía bastante miedo, pues era mi primera marcha, pero no puedo negar que te sientes como en casa, todas y cada una de ellas te acogen y te hacen sentir parte de una familia. Comenzó la marcha… un calor muy sofocante, Sol y gente que te veía, pero también una adrenalina como nunca. Comenzamos a caminar, gritar, cantar… así por unos cuantos minutos, y por fin llegamos al centro. En todo momento me sentí bien, segura y feliz”.
Émely Elizabeth Chávez García, otra estudiante inquieta y rebelde, a su vez, expresa contrariedad, confusión: “Mi experiencia en la marcha fue algo inexplicable, ya que ahí puedes ver muchas cosas algo fuera de lo común que no ves en tu vida diaria, ya que puedes encontrar personas agrediendo a otras, o personas ayudando a otras”. Vio personas rezando o diciendo cosas negativas de las mujeres que gritaban en la marcha. Según Émely no hay comprensión de muchos, pero que con el tiempo se podrá ver con claridad los motivos de las manifestaciones de rebeldía. Para ella es importante poner en el centro el motivo de las protestas y tratar de entender el sufrimiento de las mujeres que han sido asesinadas y violentadas: “Una misma nunca entiende lo que las demás mujeres sienten cuando les pasa algo y no lo podemos decir en voz alta, con miedo de que nos pase algo mucho más feo de lo que a esas mujeres les sucedió”.
En ocasiones esos casos violentos no son atendidos como se debe, por eso hay que exigir, dice Émely, y agrega: “creo que hacer este tipo de marchas hace bien a las nuevas generaciones, a no quedarse calladas, a poder hacer algo por salvar la salud mental y la vida”. Imposible ser insensible a la multitud vibrante. Ella explica: “Mi experiencia fue con muchos sentimientos encontrados, porque había mujeres contando sus experiencias, con un dolor en el pecho, aguantándose las tantas ganas de llorar”. Al final, nos comparte en su relato: “Se fue la tarde con este gran recorrido, viendo a señoras mayores de edad apoyándonos, mamás de hijas que han asesinado o perdido, adolescentes con un historial inimaginable. Algo que también se vio fueron niñas pequeñas marchando por su futuro”.
Émely concluye: “Estoy a favor de que se hagan este tipo de marchas, para ya no quedarnos calladas nunca más. Y que nadie ya nunca más nos toque o nos insulte por cómo nos vemos”. Ella termina su testimonio con una reflexión relativa a que no hay que padecer una tragedia para tener conciencia de la importancia de participar en las marchas y en otras manifestaciones a favor de la justicia y la dignidad de las mujeres.
Otra de las estudiantes universitarias que asistió a la manifestación y que quiso compartir su experiencia, se llama María Fernanda Limas Larios, quien dice que estar en la marcha fue una vivencia muy enriquecedora, ya que fue “gigantesco el apoyo que se siente de parte de todas las mujeres”. Para ella, “ver a tantas mujeres salir a la calle y exigir sus derechos hace el ambiente súper poderoso. Se siente muchísimo apoyo y empatía”.
También comenta que se involucró en una convocatoria para realizar un mural con motivo del 8M en el corredor ubicado en la UAA, junto a la mezquitera. Sus palabras son las siguientes: “La realización de este mural duró tres días, días de muchísimo esfuerzo, cansancio, estar horas bajo el sol, pero que concluyó en un precioso resultado, con un mensaje que quiero llegue a muchísimas personas”. El mural se titula “No voy a crecer con miedo” y es para que las personas “empaticen con que debemos cambiar al mundo para las próximas generaciones”.
La calificación
La escuela nos dice a las y los maestros que hay que registrar asistencias y poner calificación a nuestras(os) estudiantes. Frente a los testimonios de mis alumnas, en este caso, yo prefiero felicitarlas por su valentía y apoyarlas. La calificación, francamente, es lo de menos. Usted, ¿qué opina?
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