La Revolución de los canes. 

La Revolución de los canes. 

Era una obra grande en medio de un parque industrial. Un  pueblo en medio de un conjunto de industrias, sus habitantes  despreciaban como en casi todo el país a los perros callejeros;  la calle estaba repleta de ellos, sus aullidos y combates acontecían por todos lados. Varios perros solitarios eran semejantes a los lobos feroces, otros andaban juntos para fortalecerse como grupo. 

[bctt tweet=»Viva la Revolución de los canes camaradas. (Aullidos de distintos perros mientras suenan los cañones de la melodía 1812 de Pyotr Ilich Tchaikovsky en el escritorio donde se escribió está historia de la Revolución Croquetera» username=»crisolhoy»]

Comencé a alimentar a algunos, una perra llamo mi atención,  tenía la particular gracia de mostrar sus colmillos al acercarse, su hija blanca hacía lo mismo, su hija café no; enseñaban sus dientes sin agresividad, como si estuvieran sonriendo.  A la canino camarada mayor la llamé desde entonces: dientes vieja.

La perra lucía obesa, no tardó más de cuatro semanas en meterse a la obra y parir 3 perritos. 

El alimento comenzó a escasear en cuanto los perritos fueron más,  los demás trabajadores no querían contribuir en nada. Veían a los animales con cierto desprecio, como si estorbaran; querían sacarlos argumentando que entorpecían sus actividades,  ¡tenían prisa por echar a una perra moribunda y sus tres cachorros! 

Como era supervisor de los trabajadores, y el dueño en un inicio pareció no objetar nada; les supliqué tuvieran paciencia mientras construía un refugio temporal para la perra. Termine su techo para la lluvia, todo funcionaba bien. Nombré  al campamento : La Revolución croquetera. 

Nos rebelábamos ante el maltrato humano, inclusive el de la clase obrera del país. Estábamos rodeados de hambre, miseria y abandono. La gente en ese rumbo solía  patear y maltratar a estas criaturas agraciadas y sociables, el pueblo estaba repleto de delincuencia también; Schopenhauer sostuvo que quien maltrata a los animales por diversión no puede ser una buena persona, en este maldito pueblo nadie comía a los perros, sólo los torturaban  con algunas excepciones de vecinos que les alimentaban ocasionalmente., el resto era cazar lo que puedan y combatir para los perros. Las pocas veterinarias eran costosas, añadiendo que no movían un solo dedo por una cantidad cada vez más grande de perros abandonados y desposeídos. El gobierno hizo una campaña de vacunación en la que apoyé  a que vacunaran a la mayor cantidad posible de perros desposeídos. 

Afortunadamente el mensaje de auxilio fue escuchado por amigos protectores de animales en las redes; el ánimo y el alimento, las croquetas, comenzaron a repartirse en raciones iguales para cada camarada. Los perros que eran desperdiciados y de nadie, ahora tenían una comunidad protectora en un refugio en medio del polvo y el olvido. 

Así pasaron 3 agradables meses, mientras los cachorros crecían, muchos desconocidos comenzaron a donarme recursos para alimentar a la mayor cantidad de perros posible. La Revolución croquetera tenía un rumbo. Una mujer bondadosa adoptó a un pequeño cachorro jurándome  antes alimentarle y cuidarle siempre.

El  financiamiento no pudo protegernos del lado obscuro del capital. El dueño sin explicación alguna;  después de realizar un trabajo honrado de meses y terminar su obra con éxito, eficacia y eficiencia,  nos daba un mes de plazo para irnos a los perros y a mí, alegando que las industrias no son refugios de perros, ahora entendía con más énfasis porque toda la zona estaba repleta de perros callejeros, un parque industrial y una ciudad entera que odiaba a los perros sucios, la gente solo tenía tiempo y disposición para el dinero y el consumo, no para asuntos que quitan tiempo y significan gasto. 

Pero el dinero es valor concentrado, lo necesita cualquier ser humano en el mundo, tenía aún a dientes, sus dos hijas mayores, 2 cachorros. Gracias aún bien  amigo, una niña muy amorosa adoptó a un cachorro más, sólo quedaba 1 cachorro, la perra vieja , y sus dos hijas adultas que también estaban en la Revolución, Albina y Pavlova. El mes pasó tan de prisa, y los recursos escasearon de tal manera, que justo un día antes que se cumpliera el lapso: los trabajadores estaban burlones, sabían que por fin nos echarían a mi y a los perros, uno de ellos se quejó con sorna,  -necesito encierres a tus perros, ensucian mi pintura fresca.- Dijo. 

Le  respondí al trabajador que los perros no estaban haciendo nada, pero amedrentó con hablar con el dueño que ya de por sí nos había notificado que debíamos largarnos. 

Los perros quedaron encerrados en una esquina; revisé el lugar dos veces, había colocado unas tablas que era lo único que impedía a los perros estuvieran en el patio, la otra opción era la calle, pero aún no conseguía un transporte, ni un lugar. 

Iba hacia mi casa pensando en como adaptarla y en como moverme con el grupo de perros revolucionarios cuando uno de los trabajadores amantes de la burguesía  me llamó: -¿Diga? Respondí, -oiga , los perros empujaron las tablas y una de ellas cayó sobre el más cachorro.- Sentí que algo terrible había sucedido y no estaba tan lejos, así que regrese corriendo lo antes posible. 

Cuando llegué, el perro  apenas respiraba. Me embargó un absurdo sentimiento de culpa combinado con inexplicables lágrimas, como si me estuviera muriendo yo, una especie de patética compasión me inundó  al ver la nariz del cachorro repleta de sangre. 

Lo cargué, lo lleve corriendo la  veterinario más cercano a 8 cuadras del lugar; el costo  era demasiado dinero para mi bolsillo, para anestesiarlo, necesitaba más y no podía tolerar el sufrimiento del pobre cachorro, pagué la mitad suplicándole a la  veterinario que le quitará el dolor, salí corriendo y vendí mi teléfono celular para conseguir el resto. 

Cuando regresé una hora después estaba muerto, la veterinario lo metió en una bolsa negra de plástico. Me exigió el resto del dinero pendiente alegando que le inyectó par de veces desde que lo traje para aliviar su dolor, mostrándome con su mamo  los frascos del anestésico. 

¿Mm, murió durmiendo  pregunté tartamudeando? Estaba repleto de sangre y recordaba los jadeos y sus esfuerzos por respirar del cachorro cuando lo cargué. 

-Claro-, respondió con seriedad la veterinario mientras contaba los billetes. -Llévese su bolsa-,añadió con indiferencia  odiosa la usurera mujer de bata blanca. 

El resto de los revolucionarios llegamos sanos y salvos al nuevo refugio excepto la camarada dientes la vieja, ella no aulló aquel día recuerdo, sólo desapareció misteriosamente. 

Cargué la bolsa con el cadáver;  con mayor angustia cada vez sentía me pesaba más, quizás era la culpa por la muerte del camarada. Llegué a un terreno baldío, tomé una pala y comencé a escarbar profundo un hoyo. 

Enterré  el cadáver del camarada cachorro  mientras Pavlova y Albina estaban amarradas a un poste, algunos perros comenzaron a aullar como si protestaran simbólicamente.

Nunca volvimos a la maldita fábrica, ni a ese obscuro y perverso pueblo industrial. Su gente que nos maltrató y se burló de nosotros, todo el trayecto de regreso me sentí como un soldado derrotado después de que su país pierde una importante guerra.

Pero la inmensa pena de esa derrota,  no significó mucho comparado con la cantidad de apoyo que hemos recibido de camaradas de distintos sitios de la red. Aunque de ideologías distintas, siempre dispuestos a ayudar a los desposeídos. 

Yo soy un lunático que se considera evidentemente el comandante en jefe de esta Revolucion, pero soy tan republicano que si alguien me ayudará a transformar las condiciones de los perros de este país, lo seguiría con el auténtico espíritu republicano con el que Marx escribió contra los tiranos en aquel célebre 18 Brumario. Muera la tiranía y el mal gobierno, la sociedad indiferente. Vivan los perros, la fraternidad, la cordialidad, la utopía de un mundo sin tormentos en cada esquina. 

Viva la Revolución camaradas. (Aullidos de distintos perros mientras suenan los cañones de la melodía 1812 de Pyotr  Ilich Tchaikovsky en el escritorio donde se escribió está historia de la Revolución Croquetera en agradecimiento a todos los que la han financiado y apoyado por más frágil y pequeña que sea.) 

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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