Mi último refugio ante el nihilismo. Parte I
[bctt tweet=»Los latinos interpretaron la palabra griega analogía como: proportio, para nosotros, proporción; acercar lo diferente entre si, un modo de significar intermedio entre significados claros o unívocos, y otros significados equívocos, misteriosos y confusos» username=»crisolhoy»]
《 La dialéctica de la analogía propugna por una discordia concordante. Por el equilibrio sutil y frágil, pero suficiente entre los opuestos. A diferencia de la dialéctica hegeliana, los opuestos no se destruyen para sacar algo distinto y superior, sino que se conservan las antinomias. De ahí que haya que velar por esa concordia que se ha alcanzado mediante la negociación de los opuestos en juego.》
Mauricio Beuchot Puente, Dialéctica de la analogía.
Adán es el signo de la caída, he leído es considerado el primer hombre. La caída del hombre, el inicio de su ominosa historia; esta metáfora, el libro del Génesis, explica la maldad humana, la diabólica maldad: violenta, traumática, violencia repetida cada siglo de la historia que tenemos registro ¿Porque Adán es el primer hombre? ¿Porque Giovanni Pappini, (El Hombre Acabado) término su vida escribiendo sobre el diablo? Su explicación es formidable, el diablo es necesario para explicar la historia del malvado humano.
La metáfora del relato, del Génesis; me dice que el pobre Adán cayó en la palabra, tener consciencia de su existencia, de su vida, de su desnudez; se me figura fue su salida del paraíso; es decir, Adán un día, se dio cuenta de su propia muerte y abrazó al verbo, se dio cuenta de su ser abismal, Dios le obsequió el logos, comenzó a simbolizar , a hablar, se dio cuenta que iba a morir, conoció la vergüenza de estar sin ropa también; su desnudez tenía que ser cubierta a diferencia de los demás animales, sentía vergüenza de su cuerpo desnudo, sentía culpa por sentir impulsos de placer; había adquirido la razón neurótica y fantasmal. La maldición de Adán, pienso fue saber que iba a morir; adquirir el lenguaje que heredamos y aprendemos desde infantes, este pasaje de Hegel describe muy bien lo que significa para el hombre adquirir lenguaje, darse cuenta que existe , que tiene un ser:
《Lo que se puede encontrar en Hegel, en su Filosofía real (1805/06), son frases terribles sobre la actividad a que se halla sometido el hombre:
Esta imagen le pertenece, se halla en su posesión, él es su dueño, se guarda en su tesoro, en su noche; la imagen es inconsciente, es decir: no se destaca como objeto de la representación. El hombre es esta noche, esta vacía nada, que en su simplicidad lo encierra todo, una riqueza de representaciones sin cuento, de imágenes que no se le ocurren actualmente o que no tiene presentes.
Lo que aquí existe es la noche, el interior de la naturaleza, el puro uno mismo, cerrada noche de fantasmagorías: aquí surge de repente una cabeza ensangrentada, allí otra figura blanca, y se esfuma de nuevo. Esta noche es lo percibido cuando se mira al hombre a los ojos, una noche que se hace terrible: a uno le cuelga delante la noche del mundo (Hegel, 1984b: 154).》
Adán fue el primer hablante, cayó en el lenguaje, en el tenebroso darse cuenta de si y del mundo.
Odiseo representa las virtudes que carece el funesto Adán. El primero representa el heroísmo, de enfrentar lo que te supera, conquistar los peores miedos, defender la libertad, me enseñó el significado del amor que sabe esperar y no se pudre con la ausencia; como el amor de Penélope y su rueca por su desaparecido marido. En cambio Adán y la pobre de Eva,- según Eduardo Galeano, Eva alegaría inocencia si pudiera defenderse-; representan el símbolo de la caída, de la culpa, de la debilidad, de la sumisión, de la traición. Había leído con mi raquítico castellano: la Biblia, la Ilíada , la Odisea; Adán me parecía era el símbolo de la caída, Odiseo del valiente heroísmo, Penélope me resultaba la fidelidad, Eva no dejaba de tener la mácula de coquetear con el mismo Satanás.
Este escritor desconocido desde que abrió un libro, descubrió era un intérprete, y que todo mito o texto que mi mente imaginara, debía ser sometido a una interpretación, lo anterior lo deduje de la frase de Nietzsche: 《no hay hechos sólo interpretaciones.》 Toda historia me parecía una obligación interpretarla de un modo personal, prudente, adecuado, por ejemplo: primero fue el poema de Gilgamesh, luego el relato de Noé y su arca, siempre me pareció la historia de Noé impregnada de símbolos del poema de Gilgamesh, con excepción de que un pueblo era politeísta y el otro monoteísta pero proclive a la idolatría. Aparentemente los Sumerios y los Hebreos eran los pueblos más antiguos que mi memoria recuerde, pueblos que tendían a volverse: licenciosos, orgiásticos, erotomaniacos. Interpretó que en estas civilizaciones, si se daba rienda suelta a los placeres, si se perdían los límites y las prohibiciones, estos pueblos interpretaban eran castigados por desastres naturales como diluvios.
Las reglas y prohibiciones, los límites que sus culturas establecían por medio de su ley divina, resultaron trasgredidos; ambos pueblos fueron castigados por la ira de su respectivo Dios monoteísta, y dioses politeístas; de una forma muy similar, por romper sus mandatos, designios, se les castigo enviando un diluvio.
Siempre me causó duda, terror, una conmoción; el amor iracundo del Dios monoteísta y absolutista por su pueblo elegido, cada que sucedía un acontecimiento de politeísmo en el caso de los Hebreos, su enfadado y prohibitivo Dios, les castigaba descomponiendo el clima de fea forma, desapareciendo ciudades, purificando y exterminando a los lascivos, paganos e impíos. Un amor muy posesivo y riguroso me parecía el del Dios del antiguo testamento.
A pesar de ser un hijo de la posmodernidad, detestaba el nihilismo positivista de mi tiempo. Los griegos tenían a Apolo, Dios del sol y lo luminiscente; ahora en la positivista tardo modernidad, tenemos una bola que brilla porque en su centro se está quemando helio, el sol, sólo representa elementos de una tabla periódica que memorizaba en las aulas de pequeño.
Nací en 1982, nací 82 años después de la muerte de Nietzsche; leí casi su obra completa, después discutí semanas con un amigo que lee más que yo, y resultaba que encontrábamos a Nietzsche como padre de la postmodernidad; aquel pensador tan lúcido y solitario que hizo temblar con su Genealogía de la moral a los dioses de la humanidad entera, entendiendo que eran una mera manifestación del poder y de la voluntad del hombre.
¿Quién creo a quien? Dios al hombre o el hombre a Dios. Este aforismo me hizo dudar hasta de mi nombre. El que es nihilista, escéptico, difícilmente se recupera de la soberbia que implica fundamentar el pensamiento en la negación.
Ridiculizar las ansias de inmortalidad del hombre entendí en tantos pasajes al adusto Schopenhauer, muchas incómodas preguntas estallaban en mi cabeza al leer sus textos ¿Los actos de Nerón merecen ser eternos? Si Séneca educó a Nerón ¿El Shopenhauariano Freud tenía razón sobre lo imposible que resulta en ocasiones educar? Particularmente cuando eres emperador y el poder absoluto está a tu disposición, Tiberio y Calígula eran ejemplos funestos de lo que el poder sin límites ocasiona a un individuo.
Después de Nietzsche, vino Unamuno a revivir de las cenizas mi sed de Dios, su Agonía del Cristianismo, la soledad de la consciencia, su fondo del abismo, su estilo personalísimo de Niebla y mi terror ante la eternidad; la muerte es enfrentar la eternidad. La imagen del cosmos del satélite Hubble despertaba en mi una inmensa sensación de mirar de frente lo eterno, uno suspira: insignificancia, vértigo, una extraña necesidad de protección surgía en mi al ver la inmensidad del universo en una sola imagen mostrada por Carl Sagan.
Años después, el mismo gran amigo con el que solía hablar de Nietzsche, me presento a un gran maestro llamado Juvenal Cruz Vega; un brillante gramático, filósofo, que enseñaba la tradición humanista en la ciudad de Puebla; dominaba las lenguas clásicas, y como el magnífico Platón; tenía una Academia, este brillante maestro me enseñó en su cátedra el pensamiento y los libros del filósofo Mauricio Beuchot Puente, y de todos sus maestros como solía enseñar en sus cátedras, sus cátedras eran la voz de todos sus maestros, el maestro así enseñaba al alumno lo que había aprendido durante tantos años de formación, el método Ecléctico Analógico, sus cátedras eran un sueño que hablaba la voz de los siglos: Virgilio, Cicerón, Catulo, Sócrates , Aristóteles, Aquino, Erasmo; un florilegio de humanismo son sus cátedras.
Los latinos interpretaron la palabra griega analogía como: proportio, para nosotros, proporción; acercar lo diferente entre si, un modo de significar intermedio entre significados claros o unívocos, y otros significados equívocos, misteriosos y confusos. La hermenéutica analógica iba más allá del sujeto o el objeto, del idealismo o el realismo que se habían divorciado desde hace siglos, del positivismo o la metafísica, del capitalismo o el comunismo, de la conducta o el psicoanálisis, de la religión o la ciencia, de Dios o la nada, de todos los opuestos excluyentes de mi época , de mi época ideologizada y radicalizada con su: nihilismo, su amado capital, su profundo escepticismo.
El maestro Juvenal me había enseñado al filósofo de la analogía, del diálogo, de la concordia ¡Por fin! Esto fue para mi como escuchar las sonatas de Bach, armonía pura, entre el positivismo absolutista de mi época, y el estructuralismo equivocista, mi alma plagada de nihilismo, soberbia, incredulidad, podía dialogar sin sentir la pesadumbre de la ideología, sin tener el terror del error y el escarnio.
Yo era heredero del estructuralismo más nihilista como consecuencia del siglo de la ciencia, el siglo XX, y encontré este tesoro de pensamiento. Para mí, el sujeto; sólo era un significante más dentro de una cadena de significantes, una metáfora de la consciencia, una palabra más, la metáfora era la identidad, la estructura era el lenguaje; el estructuralismo de mi tiempo había convertido al lenguaje en una especie de Dios amorfo, cualquier pregunta sobre el origen ya no tenía que ver con Dios, sino con el gran Otro que era: 《 estructura, lenguaje》.
El sujeto es un producto de la estructura , el individuo no existe, la palabra es un espejo donde se refleja el individuo y este último adquiere su identidad, le llama yo, a ese cuerpo que desconoce, a esa imagen del laberintico espejo que no es; adquiere un nombre que tuvieron muchos otros, el lenguaje ocupaba un extraño principio que decían no era divino, el espíritu para ellos era autómata, la individualidad estaba muerta, el sentido trascendente también.
Conocí del pensamiento del Dr. Beuchot cuando toque el fondo del abismo del nihilismo. Entre las posiciones aparentemente más irreconciliables de la filosofía postmoderna, encontré los libros de un pensador, filósofo; mexicano para mi sorpresa, risueño en las formas y explicaciones, el filósofo de la amabilidad en tiempos tan hirsutos y técnicos. Mi tiempo es el de la técnica, de la ciencia, del positivismo ciego, del nihilismo, en medio de esto, encontré a aquel pensador que escribía sobre la Hermenéutica Analógica y dialogaba con los más grandes pensadores de la historia…
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