Ramón López Velarde 101 años después

En poco más de 3 meses, el historiador Adrián Sánchez Rodríguez y este mal servidor de la palabra que soy, estaremos sentados en una banca de la Plaza de la Patria, muy probablemente frente a Catedral, con sendos letreros en los que se anuncie, para quien desee emplear nuestros servicios y proveernos de algún sustento: “se cuentan historias, se hace crónica”, y entre tanto conversaremos –tengo un montón de cosas que aprenderle sobre la tauromaquia, tema en el que es experto-, observaremos el Universo desde este espléndido punto de visión, o leeremos. Por mi parte, he acumulado un buen montón de volúmenes, que ahora me resulta prácticamente imposible abordar, libros sobre el enorme pintor barroco Diego Velázquez, o la decadencia de Venecia, o la dimensión artística de la arquitectura, etc., e incluso un elogio al arte de caminar. Pero mientras esto ocurre, cada quien a lo suyo, que lo nuestro es pasar. “Pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar” proclamó el poeta (Antonio Machado).
Por lo pronto, y a propósito del 101 aniversario de la muerte del poeta Ramón López Velarde, que se cumplirá el próximo domingo, permítame compartirle el orgullo que me causa el hecho de que el Colegio Nacional haya publicado, conjuntamente con el Instituto Cultural de Aguascalientes, una espléndida edición que reunió los textos sobre la vida y obra del poeta escritos por diversos miembros de esa luminosa corporación, que indudablemente vistió al ICA, al darle una proyección nacional, en una serie de textos variados que tienen en común la inteligencia, la ilustración, la reflexión.
Por cierto que el año pasado se llevaron a cabo múltiples eventos tendientes a recordar al personaje y su magna obra, con un desfile de personajes de primer nivel que nos ofrecieron su reflexión en torno a la vida y milagros de López Velarde.
¿Por qué es importante para Aguascalientes; para el país? En cuanto a lo primero, es preciso señalar que fue aquí donde comenzó su trayectoria literaria, al lado de Eduardo J. Correa, en esa edad difícil que es la adolescencia, de tal manera que forma parte de nuestro imaginario. Lo hemos visto a través de diversas manifestaciones, los murales del palacio de gobierno, los textos periodísticos de Mario Mora Barba, lo que escribieron Enrique Rodríguez Varela y Sofía Ramírez Gómez y, sobre todo, y por encima de todo, la manera como sus versos se han arraigado en nuestra piel, en nuestra sangre, porque este ser el poeta de la provincia le cae como anillo al dedo a esta provincia que es Aguascalientes, aunque debo declarar mi envidia por poemas como La bizarra capital de mi estado, que el jerezano escribió en honor a Zacatecas.
Con motivo de la efeméride centenaria, el año pasado hubo conferencias, discusiones, presentaciones editoriales, danza, música, y una obra de teatro, que se presentó el pasado 26 de noviembre, en que hizo acto de presencia la Compañía Nacional de Teatro, nada más y nada menos, para escenificar “Retrato Hablado”, un texto de Juan Villoro (vaya otro “nada más y nada menos”), esto por cortesía del Colegio Nacional, y gracias a los buenos oficios de su secretaria, Tere Vicencio.
Retrato Hablado transcurre en el estudio fotográfico de uno de los legendarios Hermanos Casasola, con la presencia fantasmal del poeta, que de cuando en cuando vino a sentarse entre el respetable para ver lo que un trío de mujeres compartía con el fotógrafo y entre sí, una serie de intimidades relacionadas con la muerte de Saturnino Herrán. De hecho son ellas “Las santas mujeres” del relato lopezvelardiano de la muerte de Herrán.
Villoro construyó su texto a partir del anterior y de otros, todo bien mezclado con su propia imaginación, para lograr una ensoñación, gracias al manejo de las luces, y a este ir y venir de López Velarde, ya también fantasma, entre el escenario y el patio de butacas. En síntesis, fue aquella una obra distante de la solemnidad que se le atribuye al personaje, muy divertida, con una serie de puntualizaciones acerca del carácter del poeta que quizá escandalizara a más de alguno, al igual que el desempeño de las mujeres, el cotilleo en torno a su coquetería, no sólo con López Velarde, sino también con Saturnino Herrán, y a su vez, la posibilidad de vislumbrar, a través de estas damas venidas de la Belle Époque, el carácter de los artistas…
Pero la cereza de este gran pastel de recordaciones fue, sin duda, la serie televisiva “Aguascalientes, cuna de los nacionalistas”, una producción del Instituto Cultural de Aguascalientes a partir de una idea de Jorge Campos Espino, que cubrió todos los aspectos del producto, del financiamiento a la posproducción, y que involucró al talento local, igualmente en todas las fases de la producción. La serie, de una duración aproximada de 1.30 horas, fue escrita por Alan Santacruz Farfán, y explota la idea de que los fundadores del nacionalismo artístico posrevolucionario, los dos citados además de Manuel M. Ponce, vivieron en épocas diversas en Aguascalientes. La serie está disponible en Youtube, por si gusta usted verla. Bastará con teclear “Aguascalientes, cuna de los nacionalistas”.
Si es bien servido, ya en otra ocasión le contaré algunas cosas sobre la serie. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).