Metamorfosis silente

A primera vista lo desconocido suele despertar temor.
La forma de este escarabajo del mezquite, con su caparazón ornamentada y sus antenas vigilantes, casi satelitales, recuerdan a las criaturas que habitan en nuestras pesadillas infantiles; sin embargo, el juicio inmediato rara vez contempla la verdad completa.
En La metamorfosis, Kafka nos presenta a Gregorio Samsa convertido en un insecto monstruoso, símbolo de una sociedad que despoja al individuo de su valor cuando deja de ser útil. El rechazo que sufre no proviene de su nueva forma, sino de la incomodidad que genera en los otros: ya no encaja, ya no produce, ya no pertenece al presente.
Así también ocurre con los problemas que enfrentamos. A menudo los vemos como cuerpos grotescos que invaden nuestras rutinas, sin detenernos a observar si, como este escarabajo, cumplen un propósito oculto. ¿Y si aquello que consideramos amenaza fuera en realidad parte del equilibrio necesario para transformar lo que somos?
El escarabajo no es plaga. Su caminar lento y su existencia discreta recuerdan que no todo lo que impone respeto es dañino, y no todo lo que es pequeño carece de sentido. El verdadero peligro no está en el insecto coleóptero, sino en la mirada que prejuzga sin comprender, menos entender.
Tal vez, como Gregorio Sama, muchas veces nos sentimos atrapados en formas que no reconocemos como propias. Pero quizá no se trata de escapar de esa metamorfosis, sino de aceptarla y descubrir lo que en silencio nos está enseñando.

La fotografía mostrada en este espacio la tomé el 21 de junio de 2025 en la presa del Niágara, Aguascalientes.
Más allá de la mirada: El escarabajo gigante del mezquite (Thasus gigas) se alimenta principalmente de la savia de ciertas leguminosas. Su presencia es señal de biodiversidad saludable, y pese a su aspecto, no representa riesgo alguno para los humanos.
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