Crónica de la experiencia de Gobiernos Divididos en Aguascalientes” 30 aniversario: parte 2/5

Introducción segunda parte
La democracia, nos recuerda Alain Touraine, no es un estado alcanzado de una vez y para siempre, sino un proceso en construcción permanente, donde la pluralidad de actores y la capacidad de los ciudadanos para ser sujetos de su propia historia resultan esenciales. En ese sentido, la experiencia de los Gobiernos Divididos en Aguascalientes constituye un laboratorio privilegiado: un espacio donde las fuerzas políticas, sin una mayoría clara, debieron aprender a dialogar, a negociar y a construir consensos para poder gobernar.
Touraine señala que la democracia solo es auténtica cuando reconoce la diversidad y convierte la diferencia en fuente de legitimidad y no de exclusión. Lo vivido en la LVI Legislatura de 1995 es un ejemplo de esa dinámica: las instituciones se vieron obligadas a modificar reglas, los liderazgos a repensar su papel, y los partidos a aceptar que gobernar ya no podía ser un ejercicio unilateral de poder, sino un ejercicio compartido, sustentado en la interacción entre sujetos políticos diversos.
Esta segunda entrega profundiza en esa experiencia de negociación y de construcción de mayorías, mostrando cómo el conflicto, lejos de ser un obstáculo, puede convertirse en motor de innovación democrática, tal como lo advierte Touraine: no hay democracia sin tensiones, porque es en el disenso donde se prueba la vitalidad de las instituciones.
Diego de Alba Casillas
Crónica de la experiencia de Gobiernos Divididos en Aguascalientes” 30 aniversario: parte 2/5
Dinámica y operación del poder legislativo.
La conformación de la LVI legislatura, bajo esta circunstancia inédita, generó algunas preocupaciones; Se pensó que afectaría la eficacia y efectividad del gobierno, la productividad y la parálisis del trabajo legislativo, incluso, podría, favorecer la generación de conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo que repercutirían en la ingobernabilidad.
Lo anterior motivó que, en el discurso pronunciado, por el que esto escribe, en la instalación de la legislatura, en su parte central, se hiciera énfasis en que el Congreso debería ser garantía de paz y estabilidad política y conservar la paz social, entre otros.
No había alternativa, esta nueva realidad imponía la necesidad de impulsar un cambio institucional de fondo. Implicaba ampliar las bases de legitimidad en todos los procesos, nuevas formas de ejercer los liderazgos y una dinámica diferente en la toma de decisiones.
En efecto, este pluralismo sentó las bases que fortalecieron el sentido democrático del reconocimiento y aceptación de ideas y posturas diferentes. En este contexto y, para afianzar la lógica y operatividad del Congreso, fue necesario tomar en cuenta a todos los representantes populares en la negociación y en establecimiento de acuerdos parlamentarios.
De esta manera, el Congreso adquirió una dimensión diferente. Se constituyó como centro de concertación de las fuerzas políticas del Estado, el instrumento de conciliación de intereses diversos, para la realización de intereses comunes.
Respecto a los liderazgos existió una variación, si no en su procedencia si en su ejercicio. Me explico, tradicionalmente el liderazgo formal de los coordinadores de las fracciones parlamentarias en los congresos, lo determinan, en términos reales; los dirigentes de los partidos políticos y, propiamente, el ejecutivo del estado, que procede de la misma afiliación política. En esencia, ejerce la cualidad de auténtico líder.
Se podría decir que esta forma, de autoridad delegada, determina una relación de dependencia que, a su vez, funciona como un mecanismo de control. Más allá de la idílica teoría de la división de poderes, así ha sido, real politik.
Lo que cambió es que no era suficiente el liderazgo formal, se tenía que legitimar, es decir, se tenían que ganar el reconocimiento y el respaldo de los miembros del grupo parlamentario, al margen del proceso de designación.
La conformación de esta legislatura permitió que los diputados tomaran conciencia de su rol y que su representación no tenía otra fuente que la determinación de los electores, por medio del voto, obtenido auténticamente. Por lo que no se reconocía autoridad intermedia, ni superior, en consecuencia, el trato debía ser entre iguales.
Es así como asumimos el compromiso de ejercer nuestro encargo con dignidad, actuando en todo momento con probidad y apego a nuestro mandato.
Esta situación, no estuvo exenta de tensiones, al contrario, como miembro del grupo parlamentario del PRI, se admite que siempre estuvieron presentes en la mayor parte del periodo del mandato constitucional, a tal grado que en cierta ocasión se planteó la necesidad de realizar un cambio en la coordinación del grupo parlamentario del PRI, con todo lo que ello implicaba.
Finalmente, con la acertada intermediación del más alto nivel y con la decisión de crear la Sub-Coordinación de la fracción parlamentaria del PRI, entre otros, permitió una salida adecuada al conflicto.
Lo anterior trajo una serie consecuencias positivas; favorecieron el reforzamiento del compromiso de unidad, se adoptó un estilo de liderazgo más abierto, dialogante y medidor. Factores determinantes de los resultados finales.
En este marco, tradicionalmente la toma de decisiones en el congreso se concentraba sólo en unos cuantos, los coordinadores de los grupos parlamentarios y, eventualmente, en su círculo más cercano.
La participación en la vida institucional de la gran mayoría de diputados estaba limitada. En muchas ocasiones su papel se reducía a ser legitimadores de las decisiones del Congreso.
En la LVI las funciones de liderazgo también cambian, no fueron patrimonio de unos pocos sino requisito de todos. Se puede decir que se ejerció una especie de liderazgo por grupos parlamentarios, pero multidireccional y multidimensional, favoreciendo el desarrollo de acciones colectivas.
RELACIÓN ENTRE PODERES.
Tradicionalmente el Poder Legislativo, al estar conformado por una mayoría parlamentaria del mismo partido que el del ejecutivo, la cultura de la disciplina se imponía, propiciaba una alienación casi automática, con escasas posibilidades de actuar de manera autónoma. Una especie de poder sin poder.
Lo anterior contribuyó a tener una imagen del Congreso debilitada y ausente del debate y participación de los grandes temas en el Estado.
Estos modelos de convivencia se transformaron; Se registró un avance muy significativo en los principios de contrapesos y la división de poderes.
Al respecto, Montesquieu, describió sus virtudes “un gobierno moderado donde las fuerzas políticas adquirieran un orden, donde tuvieran un contrapeso y un lastre que las equilibrara, que las pusiera en estado de resistir unas a otras”.
El Congreso, como unidad política de poder, se redimensionó. Pasó de una actitud eminentemente pasiva, a una más activa. De espectador de los grandes temas estatales y sancionador de leyes, a iniciador de leyes y vigilante de los gobiernos.
A este respecto una de las grandes fallas de la democracia, es precisamente no entender que el poder legislativo es más que un congreso. Es un poder de control y de rendición de cuentas.
A propósito, vale recordar que los Lores y los Comunes en 1215, plasmaron claramente le esencia y razón del ser del parlamento. La idea de contrapeso al rey Juan I de Inglaterra, llamado también Juan sin tierra. Más que un poder legislativo, el propósito consistiría en establecer un contrapeso real efectivo al servicio de los ciudadanos y de rendición de cuentas.
El éxito de la fórmula estaría justamente asegurado en un atinado diseño de pesos y contrapesos en el ejercicio del poder político.
Contra toda especulación de generación de conflictos que propiciara confrontación entre poderes, existió entendiendo en lo fundamental, se logró armonizar intereses mediante una genuina y eficaz colaboración.
Se pasó de unas relaciones de poder asimétricas a uno de equilibrio, de coordinación de poderes, pero, sobre todo, al modo positivo de la predisposición a un diálogo inteligente y mutuamente respetuoso con el Ejecutivo.