Custodios del saber
Bajo la bóveda que resguarda esta casa del saber, cada rincón parece contener una respiración antigua. Filas interminables de volúmenes aguardan, pacientes, la caricia de unas manos dispuestas a descifrar mundos dormidos. La luz tenue que cae desde lo alto baña los pasillos con un fulgor casi ritual, como si el tiempo se detuviera para honrar aquello que ha sobrevivido al olvido: la memoria escrita de nuestra especie.
Este recinto, hoy convertido en refugio para mentes curiosas, conserva el eco remoto de las primeras colecciones humanas, aquellas que surgieron en templos levantados sobre arena y arcilla. Allí, entre tablillas marcadas con signos primitivos, se registraban ceremonias, decisiones y rutas comerciales bajo la custodia de quienes dominaban el arte de plasmar lo vivido. Eran depósitos de sabiduría destinados a servir a castas dedicadas al pensamiento y la fe, guardianes que entendían la palabra como cimiento de cualquier civilización.
El ambiente tranquilo invita a una especie de contemplación profunda. Los presentes sumergen su atención en hojas abiertas, ajenos al bullicio exterior, conscientes de que estos lugares representan algo más que estantes. Constituyen espacios donde se nutren ideas, donde germinan preguntas, donde se forja el espíritu analítico que permite transformar la realidad.
Sin embargo, en un territorio donde la lectura se ha vuelto práctica esporádica, estas salas enfrentan un reto silencioso: mantener viva la llama del conocimiento en tiempos que privilegian la inmediatez sobre la reflexión. La desvinculación con los libros no solo empobrece la imaginación; también erosiona la capacidad de comprender, cuestionar y evolucionar. Y, aun así, cada lámpara encendida sobre estas mesas demuestra que persisten quienes buscan alimentar su horizonte interior.
La Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz aparece entonces como un faro que se impone frente a la desatención cultural. Sus muros, cubiertos por colores intensos y figuras monumentales, recuerdan que el pensamiento es un acto colectivo, un puente entre generaciones que se reencuentran a través de signos impresos. Allí, entre madera cálida y sombras que se alargan, se produce un diálogo silencioso entre pasado, presente y aquello que aún está por escribirse. La fotografía mostrada en este espacio la tomé el 4 de febrero de 2023 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco.

Más allá de la mirada: En el corazón de Guadalajara, esta biblioteca ocupa el antiguo templo de San Agustín, cuyos cimientos datan del siglo XVI. Su transformación en recinto literario simboliza la unión entre tradición arquitectónica y vocación cultural.
mariogranadosgutierrez@outlook.com


Me fascina como describes la literatura y sobre todo la biblioteca como una manera tan literaria que un lector es capaz de comprender, me llegó mucho al corazón ya que una de mis pasiones es leer y conocer bibliotecas, excelente fotografía y que hermosa escritura! Muchas felicidades soy fan de ti Quitito ❤️