ALGO DEBEMOS HACER

El miércoles pasado fui invitado a dar una conferencia sobre el progresismo latinoamericano y la integración de los países al sur del río Bravo. Fue virtual, con un auditorio, mitad mexicano y mitad ecuatoriano. En la plática se señaló que un gran obstáculo para lograr lo que había sido aspiración de Simón Bolívar, José Martí (y yo agregue al Ché Guevara), fue el imperialismo norteamericano desde principios del siglo XIX, sobre todo con su política expansionista dictada a partir de la Doctrina Monroe y del Destino Manifiesto.
Lo anterior llevó a que en la parte de las preguntas y respuestas, una de las participantes aludiera un tema actual, pero suscitado en otras latitudes y de alguna manera asociado al estatus latinoamericano de nuestros días. Se refirió a Gaza y al genocidio del pueblo palestino, ejecutado por Israel, con la complicidad del gobierno norteamericano de Donald Trump.
Para la compañera, esta situación, exacerbada por el ataque y detención ilegal de los ocupantes de la flotilla humanitaria que se dirigía a Gaza, donde iban seis mexicanos, entre ellos el periodista Ernesto Ledezma, le había provocado un sentimiento desesperanzador y de impotencia, que para muchos podía ser postrante y desmovilizador. Es explicable y no es para menos, porque hasta ahora no se ha podido detener los abusos de Netanyahu y Trump. Y los gobiernos priorizan la diplomacia y no la paz.
Opiné que algo se tenía que hacer, pues la salida no era la inactividad ni la pasividad, pero que había que reconocer que el camino era sumamente difícil, más por la actitud timorata de las cúpulas, para soportar que más allá de denunciar, de salir a la calle y manifestarnos, debemos proponer alternativas, de transformación en algunas instancias, pero también de resistencia activa.
De lo primero planteaba que había que proponer e insistir en reformas en el seno de la ONU, donde al amparo de la Carta fundacional de 1945, se acabe con la implementaciones que no dejan de ser buenas intenciones e impulsar que sus acuerdos deban ser vinculatorios, priorizando el consenso. Esto pasa por dejar a un lado el derecho de veto que tienen algunos países en el Consejo de Seguridad, entre ellos Estados Unidos, que es el principal violador del derecho internacional.
Lo anterior me hace recordar el caso del inhumano bloqueo que el imperio asentado en Washington ha impuesto hacia Cuba. En los últimos años, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha resuelto plantear que esa actitud hostil desaparezca. Apenas el año pasado, solo dos países se opusieron a ello, adivinen quién, si así es, Estados Unidos e Israel. Un tercer país se abstuvo (Moldavía). Y hasta ahora no ha pasado nada.
Tampoco podemos olvidar el caso de la República Árabe Saharaui Democrática, con su territorio ocupado por Marruecos, su pueblo arrinconado en el desierto, en una situación irregular prohijada por España, Francia y los Estados Unidos. Recientemente, bajo el pretexto de la lucha contra el narco, ha impulsado el asedio a Venezuela, sin que la comunidad internacional se inmute y haga algo, salvo Gustavo Petro, presidente colombiano. No olvidemos tampoco el pretexto norteamericano para intervenir en Irak y ejecutar a su presidente.
Evidentemente no son los únicos casos, pero hablar de Palestina, la RASD, Venezuela o Irak, corresponden a atractivas piezas para el imperio, por sus enormes riquezas naturales. Para Trump y sus aliados israelitas, las poblaciones y gobiernos son prescindibles, y es lo que están haciendo en Gaza.
Hay que denunciarlo y actuar, el boicot es una vía.
