Control burocrático y libertad política
La multiplicidad ideológica que estudia Dahl (Los dilemas del pluralismo democrático) subraya la dinámica de la pluralidad social y política, que se explica por la dialéctica de las relaciones de clase en la sociedad capitalista “democrática”, bajo la idea de competencia e individualismo que subyace incluso en la suma o compromiso de los sujetos que se incorporan a agrupaciones de toda gama.
Dahl señala cinco criterios que considera esenciales en toda sociedad democrática y todo proceso democrático: 1) igualdad en la votación; 2) participación efectiva; 3) “comprensión ilustrada”; 4) control final sobre el programa (“el cuerpo de ciudadanos debería tener la autoridad exclusiva para determinar qué cuestiones se deciden o no, a través de procesos que satisfagan los anteriores criterios”); 5) inclusión (“todos los sujetos adultos”). Añade: “es difícil ver cómo podrían gobernarse las personas a sí mismas si sus procesos de toma de decisiones no satisficieren estos criterios” (16-17)
En sus reflexiones para “impedir la dominación y crear un control mutuo … en el gobierno del Estado es la jerarquía. [Lo cual facilita] la dominación de parte de quienes controlan el gobierno del Estado. Las organizaciones independientes ayudan a refrenar la jerarquía y la dominación” (p.40) Es decir, poder civil que modera al poder político. Nuevamente Montesquieu: equilibrio de poderes y distribución social del poder.
Ante tal realidad, la opción “razonable” es la de la representación. A Dahl preocupa que el control ciudadano de los representantes se afecte por las burocracias –públicas o privadas- al ejercer de hecho autoridad sobre “ciertos asuntos”. “Las fronteras entre delegaciones y la enajenación del control final sobre los asuntos públicos están lejos de ser claras”, por lo cual el “demos no puede delegar legítimamente a otros el control sobre materias que no le pertenecen por derecho propio … lo que no puede delegar legítimamente, no lo puede enajenar”. (Pp. 54-55) Esto es, la controversia respecto del ámbito de lo público y lo privado.
Un factor que “imposibilita a los representantes en un país democrático el sometimiento de las organizaciones recalcitrantes, [es] la complejidad misma del pluralismo organizado. De hecho, hoy en día la política nacional [o local] frecuentemente se basa en este supuesto. Los representantes dan de buena gana su control, a sabiendas de, que en el caso de que debieran imponer una política nacional a subsistemas complejos, producirían un caos” (Dahl, Op. Cit. P. 57). Ello implica, se pregunta Dahl, si los representantes y el demos “han perdido el control final sobre la agenda de asuntos públicos” (P. 58)
Ahora bien, la acción de los partidos políticos como intermediarios entre los electores y los elegidos a los cargos del poder público, fluye en doble sentido: contribuyen a la formación de la voluntad y la opinión de los ciudadanos mediante la propaganda y la propuesta de plataformas ideológicas y programáticas (Duverger), con lo cual desarrollan la conciencia política de los ciudadanos y, a la vez, forjan y modelan la representación de esa “opinión pública”. Ello sin considerar “redes sociales” y “dádivas” en especie o en efectivo que inducen actitudes y percepciones. La cuestión, entonces, es si, con esa suma de factores, la representación política formal “expresa las estructuras profundas de la sociedad y si corresponde a las líneas esenciales de la estructura de la opinión” de la ciudadanía (Dahl).
La autocracia real que subyace detrás de la democracia electoral liberal, con capacidad para acotar y condicionar a gobiernos y parlamentos, es la presencia de los poderes de hecho: el económico (empresas trasnacionales y nacionales), el crimen organizado que posee ramificaciones multinacionales, el militar y el financiero, domésticos o de las potencias preponderantes.
Estos poderes “fácticos” son, por naturaleza, autocráticos. Poder político y económico suelen construir vasos comunicantes entre uno y otro, no siempre dentro de la ley. Deforman la representación democrática en una plutocracia cuyo poder en parte proviene de los ciudadanos, en parte del dinero y en parte del crimen.
Otro poder que afecta y altera la democracia representativa es el de la tecnocracia o élite burocrática conformada por funcionarios de nivel alto y medio. Con el control y monopolio de la información técnica y económica, tienden a comportarse de manera semiindependiente del poder político, frecuentemente con la complacencia de éste, formando verdaderas camarillas que fácilmente se vinculan con otros poderes fácticos, legales o extralegales. El quiebre crítico surge cuando partido o gobierno piensa y actúa como clan o secta, con intereses y afanes lejos de la voluntad ciudadana.