Dictadura económica vs tiranía política (2 y último)
Dictadura económica vs tiranía política
Convulsión política. Hasta hoy las élites política y empresarial, inmersas en sus rencillas, desdibujan los asuntos relativos a la dignidad de la generalizada demanda por una vida mejor y más justa. Olvidan la lección de la historia: lo esencial es México. El futuro de la nación está en medio de la puja de esas cúpulas, a las cuales se suman otras bandas, las organizadas al margen de la ley. Pugnan por el control informativo e ideológico y hacer pasar sus intereses clasistas como si fuesen los de la nación entera, o las acciones de camarillas como decisiones de Estado.
[bctt tweet=»Todo ello puede llevar directamente al riesgo de regreso a la dictadura económica, de una parte, o, de otra, a la incertidumbre de la tiranía política» username=»crisolhoy»]
Nueva disputa por la Nación. Impulsados por la pandemia y la crisis económico-social, todos están en campañas anticipadas ante el temor de perder, unos, el poder político logrado en 2018; utilizan el poder público a fin de forzar tiempos, inventan conspiraciones, convocan fantasmas y realizan maniobras en el intento de algo parecido a fraude electoral anticipado. Otros, angustiados de no alcanzar la ansiada recuperación electoral y permanecer en virtual ostracismo. Aquellos, la cúspide empresarial, el pavor de no frenar el avance “populista”. Tratan de capitalizar la percepción y los efectos de las crisis, y cada cual a su modo alienta vicisitudes sociales y políticas. Recurren a reprobaciones rayanas en el fanatismo para condenarse recíprocamente. Ambos recurren a Maquiavelo: el poder se reproduce a sí mismo. Utilizan el poder para mantenerse en la cima. Ya sea la política o la económica.
Así, poco a poco parece conformarse el escenario de la perfecta tormenta electoral. Además de la aún vulnerable democracia en México, se van acumulando anticipos de un posible ambiente tenso, crispado y virulento, al grado de convertir el proceso 2021 en un amasijo que eventualmente puede llevar a crisis institucional.
No hay políticas de redistribución del ingreso sino dádivas bajo óptica clientelar, ni existen instrumentos institucionales de concertación. La base social sólo está siendo organizada para votar y en grupos de choque. Si anteriormente se privilegió la coerción física, mediática, social y psicológica, hoy la táctica es fomentar caos y violencia. Estado policiaco a cargo de encapuchados. Inducir linchamientos en “redes” y medios. Sembrar miedo como augurio de la atmósfera político-social del próximo año. Tumultos y algaradas no son revolución, pero pueden ser preámbulo de anarquía tal que sea resquicio a cualquier acción de Estado.
El acoso al INE. Además de la reducción presupuestal, la falta de ley reglamentaria de la reelección de diputados, el Consejo General está incompleto (cuatro consejeros no han sido nombrados). Así, no podrá tomar algunas decisiones y lineamientos cruciales que requieren mayoría calificada. Podrían ser impugnados acuerdos y fallos. De tal manera se siembra la duda de la legalidad y la transparencia del proceso a fin de, si la voluntad ciudadana no les favorece, operar cualquier cosa, desde acusaciones de elección de Estado, fraude electoral y cacerolazos, hasta plantones y vandalismo, incluso “soltar al tigre” (acciones éstas ya en marcha con cualquier pretexto, muestra acaso de temores por la incertidumbre 2021).
En la otra esquina, con la escénica denuncia de maniobras electoreras del sector oficial, figura el avance sigiloso de ideologías contrarias a los derechos humanos, sociales y culturales. La farsante postura de grupos de poder económico para difundir rumores e inducir más confusión, abierta o soterradamente. O la reciclada promoción del voto del miedo. Condenan el presente para volver al pasado, versión siglo 21 de los polkos del 19. Más que autoritarismo les preocupa la defensa de la ideología de la propiedad. Añádanse campañas de “derrocamiento”, el taimado vaivén de los minimizados partidos de oposición, el misterioso mutismo del episcopado…
El camino es la democracia. En el horizonte inmediato no destacan liderazgos sociales o políticos para emprender una tercera vía en objetivos y métodos, capaces de orientar y movilizar la voluntad ciudadana. Al iniciar el siglo 20 fue la insurrección armada el camino de la justicia. Hacia finales de esa centuria y en la actual, ha sido con sufragios la exigencia de cambios. Si no se cumplen esas expectativas, acaso una vez más podrían manifestarse formas drásticas de ruptura y hasta rebelión. Es pertinente preguntar: ¿esa es la intención?
Todo ello puede llevar directamente al riesgo de regreso a la dictadura económica, de una parte, o, de otra, a la incertidumbre de la tiranía política. Los extremos convergen. Cabe parafrasear a Jesús Reyes Heroles: se identifican una y otra con los nuevos cacicazgos, el nepotismo, el cuatismo y el amiguismo.
En ambas perspectivas, no existen normas ideológicas, ni morales, ni jurídicas. Círculos de complicidades y corrupción reciclada.
Esto no es compatible con la democracia y la justicia social.