El abandono de la política
4. Pensar Aguascalientes
Hay dos aspectos más que muestran una clara caída de Aguascalientes en el Índice de Competitividad (IMCO) que son los subíndices de Sistema Político (de ser el lugar 6 en 2006, para 2023 cayó hasta el lugar 17) y el de Gobierno (de primer lugar en 2003 a el lugar 15 en 2023). Es importante señalar que estos subíndices consideran básicamente la percepción de la población sobre el nivel de corrupción en los partidos políticos, el nivel de participación ciudadana a través de las elecciones, y el nivel de libertad de expresión a partir del número de agresiones contra la prensa (subíndice Sistema político). Y el subíndice de Gobiernos incluye la interacción de la ciudadanía a través de medios electrónicos, la calidad de información sobre los ejercicios presupuestales del gobierno, la capacidad de generar ingresos propios por parte de los gobiernos y las mejoras regulatorias.
La caída en estos temas del gobierno y de los principales actores políticos de Aguascalientes es preocupante ya que incluye temas trascendentales para la vida democrática de la entidad, así como aspectos fundamentales sobre la relación del gobierno con la ciudadanía en lo que se ha dado en llamar gobernanza. La falta de atención a estos temas puede agudizar la caída de Aguascalientes para los próximos años, perdiéndose una oportunidad más dada la relocalización de las inversiones a nivel global (nearshoring). Como lo veremos en otro artículo, Aguascalientes tiene condiciones para atraer más inversión extranjera, aunque es importante no perder de vista los temas que pueden mejorar la reinserción positiva del estado en la nueva ola de inversiones.
De manera especial, es necesario destacar dos retrocesos que se han dado en Aguascalientes en los últimos veinte años y que lamentablemente han repercutido en la vida política del estado, sobre todo en lo que tiene que ver con la libertad de expresión y la corrupción. En los inicios de la transición a la democracia el estado vivió gracias a la oposición en esos momentos y de la participación ciudadana, una gran irrupción de nuevos medios y opiniones que auguraban una ampliación de las libertades políticas ciudadanas. Sin embargo, muy pronto los gobiernos regresaron a los viejos esquemas del chantaje limitando la acción de una prensa libre, que por otra parte requiere de apoyos ciudadanos. En la actualidad, es importante sobre todo de gobiernos que surgieron de la transición a la democracia muestren que es posible un ejercicio de la libertad de expresión sin chantajes, desde los canales de radio y televisión oficiales que no por ser del gobierno deben ser intolerantes a la crítica, mucho menos a los medios que procuran denunciar las arbitrariedades del poder. Porque una mayor libertad de expresión puede ayudar a consolidar gobiernos atentos a las necesidades ciudadanas. No hay mejor manera de enterarnos de las fallas de un sistema, que propiciando medios que cumplan con informar a la ciudadanía y desde luego cuestionando las acciones erróneas del ejercicio del poder.
Por otra parte, sabemos que el nivel de percepción de la población en el país sobre la corrupción de los gobiernos y en especial de los partidos políticos es ampliamente negativa. No existe mayor nivel desaprobación sobre una instancia social o política que los partidos y en general los actores políticos. La justa indignación propiciada por la exhibición del líder panista de los acuerdos firmados con el PRI de Coahuila fue mayor en estos momentos no sólo por motivos electorales, sino porque mostró como si fuera normal el abandono de la élite partidista de uno de los propósitos centrales de toda actividad estrictamente política: tener proyectos en común para el bien público. Priorizar los acuerdos partidistas, frente a la posibilidad de llevar a cabo proyectos en común no para beneficio de la élite sino para la población en general, es el tema central no sólo para la oposición sino en general para los actores y la vida política en el país.
El abandono de la política entendida como la práctica para llevar a cabo proyectos en común para beneficio de la sociedad, y no sólo para mantenerse en el poder, es una característica que desafortunadamente ha permeado en el sistema político. No se trata de lamentarse de que todo tiempo pasado fue mejor, dado que tal pasado no existe, sino que la construcción de una república democrática sí involucró a personajes que actuaron y seguramente actúan con valor para defender esta posibilidad de la política.
Existe una vieja discusión entre el idealismo y el realismo en la política (realpolitik), al menos desde Platón y Aristóteles, hasta que citando mal a Maquiavelo se impuso una visión descarnada y cínica sobre llegar y mantenerse en el poder. Pero el concepto de Realpolitik (con mayúscula) surgió precisamente en Alemania en contra de los partidismos y regionalismos como una estrategia más amplia para construir el Estado nacional liberal sin recurrir a la represión, sino más bien para monopolizar el poder de manera legítima (como lo enseñara Max Weber) y construir proyectos nacionales.
De ahí la importancia de reivindicar la política y la construcción de un Estado moderno que garantice la seguridad y los derechos ciudadanos. De ahí la gran diferencia entre un jefe de estado y un gobierno limitado a sus propios partidarios, entre un gobierno encabezado por nuevos liderazgos más inclusivos y otro gobierno tradicional liderado por caciques o caudillos. La Realpolitik no es reconocer cínicamente que así es el mundo y la política, por el contrario, es entender que la historia está hecha por mujeres y hombres que pueden cambiar la política y con ello el mundo para bien.