“EL HOMBRE DEL NORTE” (“THE NORTHMAN”) La venganza se sirve mejor en el frío.
Si acaso en la historia del cine se han creado películas que justifican su existencia por los planos que concibe (“El Ciudadano Kane” viene de inmediato a la mente), “EL Hombre del Norte” es indudablemente una de ellas, pues vasta es su riqueza a nivel plástico no en vías meramente formales para solamente achicar a un espectador que se enfrenta a tomas de deslumbrante belleza a todos los niveles del espectro visual y temático sólo como calistenias estéticas que apantallen sino que su director, ese geniecillo llamado Robert Eggers que ya demostró con sus dos filmes previos – “La Bruja” (2015) y “El Faro” (2019) – que sus proezas narrativas y ópticas vienen sujetas de una visión autoral, concibe al cuadro fílmico como un muro donde sus nihilistas frescos de naturaleza antropocéntrica puedan ser representados. Y vaya que ésta cinta posee una gran carga nihilista, tal cual debió ser el relato original en el que se basa, pues la figura del guerrero neerlandés llamado Amleth no sólo se inmortalizó mediante el folclor regional a través de leyendas desde el Siglo X, sino que se vio trascendido por futuras interpretaciones de sus hazañas mediante autores tan disímbolos como William Shakespeare, quien lo rebautizó como “Hamlet” para dar forma a una de las obras más reconocidas y reverenciadas de El Bardo o Robert E. Howard, quien tomó a este guerrero nórdico como el molde ideal para forjar a su perenne contribución a la cultura pop de nombre Conan el Bárbaro. Eggers con ésta película logra formular un drama de venganza que acata a los modelos de interpretación humana y psicológica a la Shakespeare sin descuidar la vena visceral y horrífica que dilecta en su breve pero maciza filmografía muy al estilo del Cimeriano.
El protagonista Amleth (interpretado por Oscar Novak de niño y por Alexander Skarsgård de adulto) es un príncipe durante la Edad de Hierro que da nacimiento a su complejidad desde la infancia primero por la formación pagana y esotérica que recibe de su padre, el rey Aurvandill (Ethan Hawke en su mejor momento) con la asistencia espiritual del chamán Heimir (Willem Dafoe) quien lo instruye en el lenguaje místico del alma, el entorno y, cual pitoniso griego, de su destino, uno que se perfila trágico cuando es testigo de la traición acaecida a su padre el día que su tío Fjölnir (Claes Bang) lo asesina para ocupar el trono. Al verse también en peligro, Amleth huye no sin antes jurarse a modo de mantra que vengará a su padre, protegerá a su madre, la reina Gudrún (Nicole Kidman) y asesinará a su tío. Con el paso de los años Amleth llevará una vida pletórica de violencia participando en saqueos y pillaje a varias aldeas, recibirá guía espiritual de parte de una bruja (la cantante Björk) y se enamorará de una esclava llamada Olga (Anya Taylor- Joy) que le apoyará a fraguar un plan de venganza tardía que culminará en un literal baño de sangre.
La mitología nórdica funge aquí un rol primordial no como mero mecanismo ascético que domine la naturaleza emocional del protagonista sino para templarlo y conducirlo a un destino glorioso donde las Valkirias lo conduzcan a las puertas del Valhalla mientras él aprende sobre sí mismo a través de la aplicación de la violencia como un modelo conductual que le da a su vez una razón de vivir. La forma con la que Eggers desprecia el típico maniqueísmo con que la cinematografía anglófona trata sus historias y personajes es encomiable, pues empapa de honradez todo su proceso mientras permite que nos enfoquemos en éste ser ácrata que lucha, mata y se desnuda en comunión con la fría tierra donde camina pero que también ama y honra al honor mismo. “EL Hombre del Norte” es un relato complejo y exquisito que se nutre de actuaciones de primera línea y una fotografía sublime reminiscente a Tarkovski de Jarim Blaschke que nos llena los ojos de una sensibilidad gráfica que rehúsa revolcarse en la gratuidad paisajista o composicional para darle un profundo sentido a cada encuadre y movimiento mientras la mente se inunda de ideas amplias y jugosas sobre la motivación y razón de existir de cualquiera, incluso si ésta se centra en una vindicta justa que sólo apagará su inflamada procedencia con sangre. No cabe duda que ésta es una de las mejores películas del año.