French Film Cortometrajes
Dentro del 12 MyFrenchFilmFestival, una parte especial y más que complementaria y sorprendente son los cortometrajes, varios novedosos en forma y/o estilo, en registros del drama al humor negro. De los diecisiete cortos disponibles, siete son de animación, no necesariamente “infantiles”. Del resto, “ficción”, un porcentaje alto se enfoca en cuestiones de actualidad, problemáticas juveniles, temas circundantes a la población descendiente de emigrantes, sobre todo africanos, en los barrios y suburbios.
Solo un corto es de tiempos pretéritos. Producido en 1992. “Ómnibus”, dirigido por el entonces actor Sam Karmann, obtuvo la Palma de Oro en Cannes y el Oscar en su categoría, y se considera “mítico”. En sus ocho minutos de duración trata acerca de un hombre acostumbrado a su repetitivo viaje diario a la ciudad para ir a su trabajo, siempre a la misma hora, en el mismo tren, sin preocuparse de mirar a su alrededor; usualmente en el mismo asiento, sin fijarse en sus vecinos, metido en su periódico o sus documentos. Esta mañana, tardíamente, se dará cuenta del rompimiento de su cotidianeidad: tren diferente, express, sin posibilidad de descender en su destino usual. La tragedia se cierne sobre él, en un día de conflictos personales y laborales. Su calvario con el tren en movimiento, arreglar su situación, de inicio con el revisor de boletos, mientras observan los demás pasajeros, ellos sí atentos a las modificaciones de ruta y horario apuntados en la estación. La solución se percibe lejana, de gravedad para él, hasta acercarse al conductor, quien tras negarse de entrada pues lo supervisan a distancia y el tren no puede parar en ninguna estación fuera de las marcadas. A punto del desenlace feliz, el realizador guarda una sorpresa, en la lógica de quien corre para alcanzar un tren, de un pasajero amable en el cabús, de quien efectúa una buena obra y sin querer da un ramalazo. Pequeña tragedia en dinamismo, a punto de solventarse, ironía acerca del ensimismamiento de algunas personas, de quienes viven en el día a día, en inmutabilidad.
“Malabar” (2020), guion y dirección de Maximilian Badier-Rosenthal, acontece en una sola noche; el protagonista creciente es un anciano vietnamita, emigrante en París. Narra el desvío de un par de amigos en sus correrías, a consecuencia de un accidente, por descuido del conductor del automóvil. Pone en la balanza el sentido de culpabilidad de personas cuando atropellan a un semejante, si huir y abandonarlo sin voltear o regresar al lugar del incidente y confirmar si el golpe le causó heridas, ligeras o de gravedad, si llamar a servicios médicos y ambulancia o correr de inmediato. En el costado opuesto, observar a inmigrantes necesitados, pobres, capaces de arriesgarse a sufrir contusiones, ser magullados, con tal de obtener dinero, accidentarse a propósito para cobrar; una artimaña reciente con objetivos chantajistas, aprovecharse del temor de los dueños de los automóviles ante la posibilidad de la aparición de policías, meterles miedo.
El inmolado inocente vuela con aires de puerilidad y va sacando las uñas (toma el número de placas, color del auto, propone la cantidad a recibir), hasta darse cuenta de las penurias de sus victimarios y aceptar lo exiguo, acaba por compartir. Mirada sensible en clave aprendizaje por calles de ciertos zonas, y de complemento, confirmar cómo habitan esas gentes, apretujados en un departamento, agarrando al anciano de la familia para aportar ingresos a falta de algo más, encerrados por miedo a ser capturados; todo el tiempo temerosos de quién toque a su puerta o acuda a su vivienda. Desapacibles sorpresas nocturnas para ambos personajes.
“El amor duele” (Love hurts, 2020), escrita y realizada por Elsa Rysto, muestra con crudeza los grados de alienación y alineación de una adolescente, Sam (Noee Abita en excelsa caracteización), al enamorarse de Troy (Andranic Manet, a tono con ella), un grandulón furibundo, rudo, dispuesto a saldar cuentas con golpizas brutales. Experiencia con certitud de sadismo, especie de romance bizarro, de revés de juegos escolares. Escape de una jovencita a las nimiedades con amigas en la preparatoria, a las salidas al cine o a paseos simplistas. Módulo de violencia campante entre sectores de ese nivel educativo; reacción y respuesta de ella ante un individuo diferente a los deportistas y estudiosos, quien le enseña a recibir y resistir el dolor, acepta ella le golpee, y por su parte ella crece a agredir en su defensa, atacar a sus contrincantes, tornarse una versión en compacto de él, replicar lo hecho por él hasta con mucha mayor fiereza y sanguinolencia, para demostrar su amor y empatía. Ante los ojos de las muchachitas comunes, son una pareja de “chiflados” “desquiciados”, cuyo rencor ellas procrean. La selección de baladas de fines de la etapa rocanrolera finales 1950 inicios 1960 -“I’m not a juvenile delinquent”, “I wonder why”, “Angel baby”, “If you love me (really love me)”-, contrastan, delimitan, compendian, la relación y la mirada de Sam (más allá de la cámara y hacia Troy, fuera de cuadro) al espléndido cierre.