La crisis seguía ahí

La crisis seguía ahí

La crisis del coronavirus echó a andar todas las crisis, aunque por ahora, en una especie de tregua “armada”, pareciera que, inmersos en el espejismo de una nueva normalidad, nos complacemos ya en anunciarnos la visión de que atrás del vendaval está la otra orilla, así la tempestad resople en todas direcciones y la barca cruja.

Pero los signos son inconfundibles, estamos aún dentro, por más que la fase aguda de la peste parezca superada. Nos llenamos de la certeza de que todo se va a superar y que el “schok” solo ha sido algo temporal, pero los efectos estructurales están a la vista, estrujantes; la salud de la población ha decaído aún más y las secuelas del covid apenas se comienzan a descubrir, hay crisis económica severa para los más, las desigualdades se acentúan y más allá de los anuncios de la recuperación, el mundo es hoy más que nunca inequitativo e injusto, por decir lo menos. Hace meses en lo que hasta hoy se ha considerado lo más crudo de la emergencia, se dijo que la lección del coronavirus cambiaría al mundo, pero nada de eso ha ocurrido. Las largas caravanas de seres que buscan un mejor futuro para ellos y sus familias y que recorren a veces sin esperanza miles de penosos kilómetros, son evidencia dolorosa de que las élites mundiales no tienen en su agenda cambio alguno.

Esa es la realidad única que se puede asir. La pandemia del COVID-19 está generando en el mundo y en América Latina una triple crisis combinada y asimétrica: sanitaria, económica y social, y las previsiones del tiempo son de mayores tormentas, mientras las potencias no cedan en sus planes hegemónicos y los gobierno locales no logren conducir el crecimiento por caminos que pongan alguna corrección a la bárbara y aniquilarte concentración de la riqueza que amenaza devorar a todos. A excepción de los muy pocos que en insultante desvarío se dan al turismo espacial en tanto la miseria se extiende en un planeta además amenazado por la devastación del ambiente.

2 El relevo y las oportunidades

Con el relevo en la alcaldía de la sufrida ciudad capital llegan de nuevo los tiempos de oportunidad para intentar desfacer ante esa montaña de despropósitos que nos ha traído a este presente asaltado por las incertidumbres. Deberán ser tiempos para edificar una nueva cultura política donde la participación ciudadana construya la legitimidad electoral de una nueva política. Ahora o quién sabe cuando, una oportunidad para tejer una participación ciudadana constructiva y en verdad previsora. Vivimos días azarosos y no se irán pronto, más allá de vacunas y promesas de recuperación económica. La pandemia ha agravado lo que ya estaba delicado, el cuerpo social mismo de un Aguascalientes que se devora a si mismo al sobrepasar sus potencialidades de crecimiento, y donde la desigualdad económica avanza, dígase lo que se diga. La concentración de recursos en manos de unos pocos individuos no solo es un problema intrínseco de la desigualdad, sino también un problema instrumental de la desigualdad.

Son momentos de inflexión en el devenir del mundo, de nuestro país y de nuestra región, y porque esto genera además de amenazas y desafíos también oportunidades, es que es inaplazable cuidar el presente y trabajar el futuro, aunque el futuro no exista. Lo dejo en dos versiones: La primera apunta a que el futuro no existe porque aún no hemos tomado las decisiones que nos van a llevar a él, y la segunda, que puede estar ya definido porque no podemos obviar las leyes de la física, las de la economía, las de la sustentabilidad del planeta y las ciudades, todas aquellas que determinan el desarrollo de las sociedades.

Hay que tomárnoslo en serio. Los riesgos están frente a nosotros y el escenario exige que actuemos con celeridad y con la toma de decisiones de consenso que trasciendan a partidos y a los grupos formales y fácticos de interés económico y político. O el interés general sobre la ferocidad de la acumulación o un escenario más pronunciado de deterioro de las condiciones en donde puedan darse un avance social y acuerdos democráticos reales.

Requerimos liderazgos con visión de futuro,

3 El mar

El tiempo es una de esas cosas que quizá no entendemos mucho pero que sabemos que siempre está ahí, hasta que deja un día de estar. Por lo pronto he regresado a principios de esta semana de un destino marino. Quedó atrás el mar, la mar, pero sigo tratando aún de detener imágenes de rostros, de lugares y de días y noches que tiemblan, se alargan y cambian de dimensión como el resplandor de la luz de una llama, siempre recomenzando.

« ¡El mar, el mar! / Dentro de mí lo siento. / Ya sólo de pensar / en él, tan mío, / tiene un sabor de sal mi pensamiento» / José Gorostiza

*Publicado en “Hidrocálido”. 13.10.2021



Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

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