“LA MUJER REY” (“THE WOMAN KING”)
La búsqueda por una narrativa que rescate el sentido de grandilocuencia que sólo ciertas épicas históricas y de tintes regionalistas supo capturar en los años dorados de la aventura cinematográfica capturada por nombres ilustres como David Lean o John Huston no ha localizado un eco recientemente, por lo que es de agradecer que una directora con talento como Gina Prince-Bythewood (“La Vida Secreta de las Abejas”, “La Vieja Guardia) busque retomar ésta empolvada estafeta para resucitar la capacidad de asombro del espectador mediante una trama intrépida y bien hecha con su cinta “La Mujer Rey”, una historia verídica de contextura mujeril ubicada en la África Occidental del Siglo XVIII, específicamente en el Reino de Dahomey donde un ejército de indomables mujeres -las Agojie- debe hacer frente al Imperio Oyo que ha confabulado con los europeos y otras tribus para saquear la población de Dahomey y vendérselas como esclavos.
La guerra es inminente y bajo el mando de un nuevo soberano, las Agojie sólo cuentan con su aguerrido espíritu, su enorme habilidad para combatir y el liderazgo de una mujer herida por dentro y fuera pero de un valor inconmensurable.
Éste será nuestro personaje principal, una guerrera llamada Nanisca (la siempre efectiva Viola Davis) que no solo lleva a sus tropas femeninas a la lucha, también entrena a las nuevas guerreras ahora que varias de sus soldados han caído en las sangrientas refriegas por defenderse.
La película acuna una estructura donde el drama convive en armonía con la acción y las excelentes secuencias de contienda entre tribus que ya poseen armas de fuego demás tecnología a la que las Agojie no sólo deberán enfrentar sino superar. Además de los aspectos bélicos, surge una subtrama sobre la forja de una heroína a través de la frágil pero decidida figura de Nawi (Thuso Mbedu), jovencita que le fue ofrendada al nuevo rey Ghezo (John Boyega) logrando mejor unirse a las tropas de Nanisca.
Su entrenamiento es duro y construido en base a los matices ya establecidos en cintas sobre la educación de combatientes, pero las capas psicológicas que aquí se tejen son más profundas, pues la caracterización de éstas recias féminas se realiza mediante el curtimiento de su mente y cuerpo en la guerra mientras cargan sus respectivos demonios emocionales a cuestas.
En el caso de Nawi se trata de una orfandad que encuentra una senda resolutiva en la figura de Nanisca, a la vez una mujer atormentada por un evento del pasado tan terrible que lo mantiene en secreto. Éste universo se fragua mediante las relaciones humanas y personales entre ellas, por lo que cada personaje secundario debe aportar elementos significativos a su dimensionamiento y ello se cumple con otras guerreras notables como Izogie (Lashana Lynch), instructora de duro trato pero gran corazón que le mostrará a Nawi el camino para ser una Agojie Digna o el mismo rey Ghezo, cuya guerra es más bien interna tratando de madurar y aprender sobre su regia labor.
La directora Bythewood hace un trabajo excelente al confeccionar éste complejo mosaico de caracteres y eventos, aún si debe apoyarse en ocasiones de las acostumbradas muletas de la improbabilidad, el azar y algunos clichés melodramáticos (sobre todo durante una revelación al final del segundo acto que casi derrumba la credibilidad y fuerza de la historia) que supera sin diluir el proceso gracias a su bien nutrida labor narrativa.
“La Mujer Rey” es una emocionante aventura con un cuadro de actores óptimo y la mano firme en dirección que nos hace sentir de nuevo en una matinée de aquellas, cuando la capacidad de asombro aún no nos abandonaba mientras explorábamos a través de la pantalla grande regiones desconocidas y batallas a muerte por el honor y la supervivencia.
Correo: corte-yqueda@hotmail.com
La historia de La mujer rey, me hizo recordar un tratado de antropología de Edward Evan Evans-Pritchard, «Los Nuer».
En ese trabajo el antropólogo narra como las mujeres por infertilidad luego de un tiempo son consideradas por la tribu como hombres, lo que las hace cambiar de categoría social, pudiendo acceder a una esposa, posesiones y familia, lo que les permite participar en la guerra, pastoreo y las ceremonias religiosas como cualquier otro hombre.
Al mismo tiempo, una vez que tienen esa categoría de social de «hombres», sus cuerpos cambian y físicamente desarrollan musculatura semejante al del hombre, con igualdad de capacidad física y destrezas, lo que las hace candidatas factibles para gobernar en la tribu.
Diría Foucault que es una muestra de las tecnologías del cuerpo, al permitir por el uso social el acceso a categorías sociales.
Pero eso ya son temas de antropología. Tendré que ver la película para ver que tan próxima la ficción esta a las condiciones narradas por Evan.
Saludos.