La puerta a la nueva república: El triunfo de Andrés Manuel
Para nadie era un secreto que ganara quien ganara, México necesitaba renovar, incluso erradicar, varios elementos de su sistema político. El presidencialismo había sido diagnosticado con el cáncer de la corrupción hacía varias décadas y sus síntomas eran el autoritarismo, la opacidad y la ineficiencia.
Con múltiples variables adversas llegó la tercera postulación del tabasqueño. Inicialmente las críticas ante la necesidad de otras figuras tras el cerrado segundo lugar en Edo. Méx. Y su participación como si fuera su campaña. Sin embargo, había elementos circunstanciales que parecían indicar que crecía el apoyo si el abanderado por las siglas de Morena seguía haciendo lo suyo. Incluso meses antes de su formal nombramiento. Un peregrinar casi mítico por todos los rincones del país, informativo, por veces ideologizante, pero en todos los casos, un mensaje sencillo y consistente: Acabar con la corrupción y los privilegios y presentarse como una alternativa social más que económica o política.
Aún y cuando aquel hombre que rebasaba los sesenta y con un infarto a cuestas, tenía que padecer la tercera ola de guerra sucia en su contra, apoyada en los rumores más diversos y dónde un clasismo imbécil había convertido a un sector poco desprotegido en sus más acérrimos detractores, el hombre no tuvo reparo en hacer lo que no había intentado: incluir algunos adversarios arrepentidos para dar una cara de mayor inclusión. Si bien es cierto que en las dos candidaturas anteriores sólo algunos personajes “externos” llegaron a ser incluidos, también es cierto que en esta campaña no hubo recato ninguno para abrir puertas de par en par.
Así surgieron rápidamente personajes y organizaciones de respaldo por todo el país. Desde la emblemática Tatiana Clouthier, hija de Maquío, que se viralizó en redes sociales por sus comentarios ácidos y directos, coordinando la campaña obradorista, hasta las Redes Sociales Progresistas (RSP), organización nacional encabezada principalmente por maestros vinculados al SNTE que terminaron por desmantelar Nueva Alianza y se constituyeron en un brazo operativo de apoyo electoral, que en algunos casos, representó entre el 40 y el 70% de la estructura, con línea directa de AMLO y con influencia en la Coalición Juntos Haremos Historia.
En ese sentido hay que destacar que la enorme virtud que construyó el oriundo de la tierra del Edén, fue la posibilidad colectiva de creer en algo medianamente tangible: Sacar al PRI de los Pinos e impedir un nuevo escenario de transición democrática fallida con el PAN.
Así el imaginario colectivo se fortaleció con un mensaje y una expectativa que poco a poco las mismas personas nutrieron en su propio contexto. Por otro lado, ni el PRI, ni el PAN, junto con sus satélites, pudieron revertir una circunstancia altamente infecciosa y dañina, con efectos negativos para sus intereses: El Gasolinazo; del cual todos, en mayor o menor medida, nos dimos cuenta del papel alternado que jugaron ambos partidos para sacarlo adelante y sus actores principales: Meade y Anaya, ahora candidatos.
En otro tiempo Jacobo (Q.E.P.D.), nos hubiera embobado con algún cuento noticioso para explicar el desaguisado energético, mismo que generó, según el Índice Nacional de Precios al Consumidor, un acumulado inflacionario de 6.77% en 2017, nivel más alto desde 2001, cuyo efecto se replicó en todos los bienes de consumo de la canasta básica.
Asimismo, tampoco hubo la histórica conciliación cupular. Lo que antaño daba certeza a los “destapes” de su condición ganadora, era el alineamiento de los grandes capitales financieros a su favor. En 2017, incluso desde varios años antes, la empresa líder mundial de gestión de inversiones, la estadounidense Black Rock, misma que tiene invertidos volúmenes de más de 130 mil millones de pesos en empresas de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), como CEMEX, FEMSA Coca-Cola, América Móvil y en general, trabaja con las empresas cotizantes dentro del Índice de Precios y Cotizaciones (IPC), se había decantado por Meade, quien desde el 2011 ya había tenido contacto con algunos actores e inversionistas de la firma, a partir de su cargo como Secretario de Energía.
Por el otro lado, Anaya tenía sus amarres más visibles con Aston Capital Partners, que a su vez gozaba de enlaces con capital en Canadá, E.E.U.U. y Europa, y con quién se sabe había llevado a cabo presuntas operaciones de lavado de dinero, bajo la promesa de entregarles oportunidades de negocios una vez concretado su arribo a la primera magistratura del país. Relación ventilada y marcada por el escándalo de corrupción cuyo epicentro fue la multicitada nave industrial en Querétaro.
Finalmente, un poco más discreto (o austero si se quiere), pero muy influyente, estaba Alfonso Romo, quien como presidente del consejo de Grupo Plenus, que participa en biotecnología, servicios financieros y educación, entre otros; el también presidente honorario de Vector, ayudaba a López Obrador desde el 2011, consolidando su apoyo en el norte del país, principalmente con el empresariado que veía una anhelada posibilidad de participar en concursos gubernamentales transparentes.
A esta contextualización no podían faltarle los “prietitos del arroz”, papel destacado entre los gobernadores priístas en lo general, por sus obscenos escándalos de corrupción, la irreconciliable relación entre la cordura y la figura presidencial de Peña Nieto y las guerras intestinas de las militancias, encabezadas por la familia Calderón Zavala desde el PAN. Hasta Morena tuvo lo suyo con los berrinches de Monreal.
Más allá del 1º. De julio.
A las 12:00 hrs. Del primero de julio y con los reportes de los representantes generales con números de hasta 500 votos emitidos por casilla, los más, sabíamos que no sólo ganaría Andrés Manuel, sino que habría una ola gigante en favor de Morena. Al final, con más del 63% de participación en la elección presidencial, superando el 53% de la preferencia, sobrevino la mayoría en las cámaras. Con el 61% y 53% de las curules obtenidas en diputados y senadores respectivamente, considerando bancadas mixtas de partidos aliados de la coalición, así como, 64% de los 596 distritos locales disputados.
La ola fue tal que antes de terminados los conteos distritales se auguraba la pérdida de registro del PRD, MC, Verde, NA y PES, siendo estos dos últimos, de los que a la postre se confirmaría su desaparición de la escena nacional. Aún más, en varios Estados tanto PRD, MC y Verde, quedaron prácticamente en el cascarón para albergar a sus viejos cacicazgos o bien desapareció su registro local.
Este reduccionismo electoral plantea circunstancialmente una posibilidad aún más avasalladora de transformación del escenario político del país. ¿Sería posible que el presidente electo llamara a las fuerzas aliadas para la reconfiguración e integración política de todas las posiciones de izquierda? ¿Sería posible que el nuevo hombre de estado llamara a la integración de una nueva fuerza política que marcara la pauta para el bipartidismo en México? ¿Ante la integración de la izquierda sería posible la reagrupación de la derecha?. Sólo unos meses nos separan de la confirmación o negación de esa hipótesis, al menos, hasta que los tiempos partidistas de Morena y sus dirigentes lo contemplen en la que será la próxima renovación de su dirigencia.
Por otra parte el gobierno entrante tiene un reto enorme ante una realidad ineludible. La contradicción que subyace en colocar a los mejores hombres y mujeres para encabezar la cuarta república y las condiciones particulares de su preparación, formación y experiencia. Y es que la heterogeneidad de Morena y sus aliados que pudo reconocerse como su baluarte electoral, hoy puede ser su talón de Aquiles. Talla y nivel político y profesional es lo menos que demanda la magnitud de la tarea. Sin embargo, lamentablemente una cantidad de personas no dimensiona lo que tiene enfrente. Hace apenas un par de días un nuevo escándalo videograbado se hacía viral cuando Alejandra León, senadora electa de Morena por Baja California, celebró su triunfo con champagne e insultos a sus contrincantes electorales, acompañado luego de otro video de connotaciones sexuales que aún no termina por aclararse si es también ella quien personifica el grotesco espectáculo.
No sólo eso. Si bien es cierto que el perfil del llamado “chairo” que apoyó el “Proyecto Alternativo De Nación”, está compuesto en su mayoría por gente con alto nivel de estudios y económico, según fue revelado por diferentes fuentes a lo largo de la campaña y luego del triunfo, también es cierto que no es el perfil mayoritario en la estructura partidista. Entonces, ¿Cómo se decantará la toma de decisiones relativas a la conformación de los integrantes de la nueva Administración Pública Federal, que le permitan la eficaz y eficiente operación de los “N” programas en cada uno de los estados?. Tampoco se trata de un asunto elitista. Sin embargo, el horno nacional no está para experimentos sociales condescendientes con la incapacidad o impericia circunstancial de los sujetos en cuestión. No se puede apostarle todo a la suerte de un bisoño. ¿Será un asunto de cuotas y “liderazgos”?. ¿La anunciada descentralización administrativa significará en términos reales la distribución de infraestructura de desarrollo económico y político para la nación, o simplemente la conformación de nuevos centros de concentración de poder según sus nuevos designados?. ¿Grupismo, tribus?. Es evidente que el nuevo titular del Ejecutivo Federal tiene claro desde hace ya muchos años hacia dónde debe transitar el país para constituirse en la 4ª República. Las preguntas más importantes al respecto son, si existe quien lo ayude a lograrlo, más allá del propio gabinete de primer nivel; y en todo caso, si los ciudadanos seremos dignos en nuestro papel, para que tan hermosa idea se vuelva realidad.