“Les aterra tener un pueblo culto e informado” o como el INE no tiene ni idea de lo que es la violencia simbólica

“Les aterra tener un pueblo culto e informado” o como el INE no tiene ni idea de lo que es la violencia simbólica

Creo que el contexto es ya bien conocido, la frase que describe de cuerpo entero a la otrora clase gobernante del país, hoy felizmente clase opositora, fue utilizada de la manera más grotesca por el instituto que se supone debe ser el garante de la democracia y la imparcialidad para acosar a un periodista, Don Erick Gutiérrez de Sín Línea MX y desatar toda una auténtica cacería de brujas por las redes sociales contra cualquiera que haya osado criticar a las legisladoras de la oposición. Mucho se ha escrito, y con justicia, en contra de este grosero ataque a la libertad de expresión más elemental y a esta muestra de parcialidad por parte del supuesto “árbitro” de las elecciones. Hoy me quiero centrar en analizar el motivo, mejor dicho pretexto, que sirvió para justificar la censura y multa a un periodista de izquierda, la famosa “violencia simbólica”.

Hasta donde entiendo, la acusación original decía que el expresar que a la oposición le aterra tener un pueblo culto e informado, de alguna manera constituía violencia política de género contra la legisladora que suscitó el comentario. Incluso sin ser jurista, esto es a todas luces ridículo, no se puede considerar que algo es violencia de género solamente porque la presunta receptora es mujer, así no es como funciona. La violencia de género, para ser calificada como tal requiere contar con elementos específicos a la condición de ser mujer, no tiene nada que ver con la pertenencia a una clase social y/o política, como era la evidente intención del tuit, se estaba haciendo una descripción (muy acertada) del grupo político y social al que pertenece la legisladora, el hecho de que se trate de una mujer es completamente ajeno a la crítica que se realizó, y eso es claro hasta para alguien tan parcial y falto de ética como la gente del INE.

¿Cómo ejercer entonces el mazo raudo y salvaje de la “justicia” a lo Córdova? inventándose la ridiculez que el dicho en cuestión contiene la famosa violencia simbólica, listo, ya está justificada la censura, hay violencia simbólica y todos estamos de acuerdo en que eso es muy malo y, según parece, también quieren que estemos de acuerdo en que no es necesario especificar a qué rayos se refieren con ese terminajo. Exceso de confianza o exceso de ignorancia, supongo que la gente del Instituto se tiene la fe suficiente como para poner tamaña barbaridad y esperar que nadie diga esta boca es mía al respecto. El término suena lo bastante rimbombante como para arredrar al crítico más filoso. Pero, como suele ocurrirle una y otra vez a la oposición, entre la que se cuenta, ya de manera irrefutable, al Sr. Córdova y claque que lo acompaña, se volvieron a equivocar, porque da la casualidad de que habemos gente que sí sabemos lo que es la violencia simbólica, y sabemos que no tiene nada que ver con la tontería que aprobaron para censurar a Don Erick.

¿Qué es, entonces, esa violencia simbólica? Bueno, resumiendo de maner exagerada una cantidad respetable de literatura al respecto (sobre todo en la obra de Pierre Bourdieu) podemos pensar este tipo de violencia como la que se asegura que la gente se quede en el sitio en donde debe de estar, sin necesidad de decírselo. ¿Qué significa eso? bueno, veámoslo así, ¿Alguna vez han tenido la sensación de que no pertenecen a un sitio? ¿Que a pesar de que nadie les diga nada, saben claramente que no son bienvenidos a un lugar? Entonces han sentido la violencia simbólica. Por ser simbólica, esta violencia no necesita articularse por medio de golpes, a veces ni siquiera es necesario que se haga por medio de palabras: las plumas de acceso a las colonias fifís, la posición de los centros comerciales al centro de un mar de cajones de estacionamiento, los letreros que señalan las zonas VIP del resto de zonas para los mortales, el Superama para barrios ricos y la bodega Aurrerá para barrios pobres, la diferencias arquitectónicas, de decoración y de uniformes entre escuelas públicas y privadas, en fin, todo eso que nos dice en donde debemos estar y a dónde no podemos llegar según nuestra respectiva clase social (o género, que, se supone, sería el caso), esa es la verdadera violencia simbólica.

¿Qué nos dice todo esto? De entrada, que la violencia simbólica es estructural, es decir, está incrustada en todas las acciones y relaciones sociales que tenemos, no es una cuestión de un incidente aislado, es algo constante y que va más allá de un solo individuo. Un ejemplo clásico de violencia simbólica en términos de género es la presión que durante mucho tiempo fue dominante y aún tiene fuerza en nuestra sociedad para que las mujeres se dedicaran únicamente a la maternidad, era algo sistémico, si bien la ejercían personas específicas, el esposo, la suegra, la madre, etc…, se trata en realidad de algo que iba más allá de las personas, era, si podemos pensarlo así, un mandato social, algo que ni siquiera se discutía. Ese es el efecto más temible y salvaje de la violencia simbólica, no nos permite darnos cuenta de que estamos siendo violentados, terminamos asumiendo que “las cosas siempre han sido así” y no vemos que pueda existir la posibilidad de cambiarlas.

Esto significa que la violencia simbólica ( y perdón por repetir tanto el término, pero no puedo usar sinónimos para un concepto tan específico como este) es sobre todo un esfuerzo por mantener un status quo. Esa es su segunda gran característica, se ejerce sobre todo para asegurar que la gente no transgreda los espacios a los que, según la clase hegemónica, no debe de acceder. Así, se ejercía para que las mujeres no estudiaran ni trabajaran; se ejerce para que los trabajadores no hagan sindicatos ni pidan mejores condiciones salariales; se ha ejercido para desacreditar la idea de soberanía en favor de entregar los recursos del país al sector privado; se ejerce en las escuelas para promover la uniformidad y reducir la expresión de la individualidad de los jóvenes, prohibiéndoles llevar el pelo largo o adornos personales. En fin, este tipo de violencia se ejerce siempre a favor de quienes tienen la parte dominante de las relaciones de poder.

Aterricemos entonces el caso de Erick Gutiérrez (y lo señalo porque es donde me consta que se usó la excusa de violencia simbólica, pero estoy seguro que también es el caso de la legisladora Andrea Chávez y de muchos de los tuiteros que están siendo acosados también por el INE), ¿De verdad se puede hablar de violencia simbólica? veamos, ¿El tuit es un reflejo de una cuestión estructural de violencia? no, en el muy improbable caso de que se pudiera hablar de violencia en el tuit (que ya dijimos no es así) no puede considerarse que exista una violencia sistémica contra legisladores de oposición, sobre todo no de la oposición que existe ahora. Si fuera el sexenio de Salinas, por poner un ejemplo, ahí sí se podría hablar con justicia de que la estructura política ejercía violencia de manera sistémica contra los opositores, al grado que muchos de ellos fueron asesinados. Hoy, a pesar de sus gritos, desfiguros y ganas de hacerse las vístimas, ningún legislador de oposición corre más peligro por parte del poder (ejecutivo) que el ser exhibido en la mañanera.

¿Se puede considerar entonces que el tuit apoya al status quo y busca regresar a su lugar a gente que quiere modificarlo? de ninguna manera se puede sostener esto, de entrada, en el México de hoy no podemos hablar todavía de que las relaciones de poder se encuentren en un solo lado, a diferencia de los años de gloria del priato, cuando el ejecutivo concentraba el dominio en prácticamente todas las relaciones de poder social a gran escala, hoy no existe esa hegemonía, vaya, el presidente no tiene ni la mayoría absoluta en las cámaras, la suprema corte y los jueces hacen lo que les pega la gana, o lo que les dicen quienes les pagan, los medios masivos, la banca, los grandes empresarios, todos tienen una agenda propia y algunos son directamente opositores al gobierno. Pretender que apoyar a este gobierno es lo mismo que apoyar un status quo es no haberse enterado de nada en los últimos cuatro años, lo que sorprendentemente parece ser más común de lo que uno pudiera pensar. A eso hay que agregarle que el tuit no está saliendo de ninguna esfera de poder dominante, no salió de Latinus o Televisa, no tiene la bendición de Krauze o Aguilar Camín, ni siquiera viene de Proceso o Milenio, sino de un periodista independiente de izquierda, y lo que se critica no es a personas que buscan un cambio social, sino todo lo contrario, a quienes, desde el poder, niegan la posibilidad de que los mexicanos mejoren, eso es lo más lejano a sustentar el status quo que me puedo imaginar.

Ahora bien, ¿quieren saber qué sí es violencia simbólica? amedrentar desde un órgano del gobierno a ciudadanos a través de citatorios y multas por atreverse a opinar en una red social. Eso sí cumple a la perfección con los requisitos, es parte de la violencia sistémica de parte de la clase oligárquica contra el resto de la población (como la tristísima lista de “virtudes” del mexicano de Sheridan) y está siendo ejercida por una autoridad que todavía se mantiene dentro de un grupo dominante (en pugna, pero que sigue conservando muchos espacios de poder) para someter a quienes se salen de su lugar y osan criticar a una legisladora del bloque de derecha. Eso, subrayen la frase, eso sí es violencia simbólica, y ya va siendo hora de que el INE, Córdova, Murayama y compañía, asuman las consecuencias de seguirla ejerciendo en perjuicio de la población.

Darío Zepeda Galván

Sociólogo UAA. Antropólogo UAM Iztapalapa

Darío Zepeda Galván

Sociólogo UAA. Antropólogo UAM Iztapalapa

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