Levantarse del polvo, llenar de un nuevo mañana los rojos y negros del saldo

Levantarse del polvo, llenar de un nuevo mañana los rojos y negros del saldo

Hace un año a estas alturas los propósitos para recomenzar en este imaginario del tiempo ritual no eran tan distintos a los que uno se pueda hacer ahora enmedio de la tempestad, enterándose día a día de los nuevos lutos, y de pronto de la venida de la vacuna que podrá quitarnos del temor y el malsueño, auqnue las cosas no van a ser tan fáciles como a algunos gusta pensarlas. El mundo ha cambiado drásticamente, nuestra casa la tierra y su naturaleza protestan, las estaciones mutan y el tiempo no pasa en balde, nos marca, deja huella, nos convierte en seres cada día más vulnerables, y eso es mucha carga para algunos, mañana podría ser demasiada para todos.

Lo grave será que las nuevas generaciones no compartan esta necesidad de cambiar ahora. No cambiar, no renovarnos, no ir hacia una vida nueva, hacia una nueva convivencia, será jugar aún más de cerca con el peligro de la peste que esta era ha alimentando. No cambiar, no alentar en los demás el cambio, no obligar a cambiar actitudes cuando deba ser, no castigar cuando así corresponda, no compartir o que no nos sea compartida la posibilidad de una vida mejor, no ponerle un freno al absurdo que nos rodea, a la brutal injusticia con su sed y sus hambres llegado al límite, será llanamente seguir muriendo, como el cadaver en el poema de Cesar Vallejo. Seguir muriendo pese a que el amor de todos los hombres de la tierra  te digan; “no te vayas, valor vuelve a la vida”. Habrá sido en vano, porque el propósito debe ser común y pese a todo, pese a nuestras imposibilidades y nuestas omisiones. Recomenzar  o empujar de una vez por todas al despeñadero todo, la vida, a la humanidad, negarnos esa expectativa por llegar a tener una memoria que nos abre la historia y que no cierre nuestros ciclo de una manera atroz, sin que haya sobrevivientes. Lo que no deba pasar que no pase.

Propósitos, porque ahora es más digno y valeroso tenerlos. No volver a olvidar la lección, 

sopesarla en toda su dimensión y su drama. Tener compasión por los caídos y fuerza para seguir luchando por nuestras vidas, por la salud del planeta, por estos niños y estos jóvenes a quienes de por si les ha correspondido un presente de encrucijadas. 

Tomarlo en serio, muy en serio, vitalmente en serio. Vivir con un gran propósito aunque mañana, día y noche nos acosen las jaurías. Soñar en la paz, en el derrumbaiemnto más temprano que tarde de las oscuras tiranías que nos dominan, desde todos los frentes y con todas las vestimentas y rostros.

Tener el propósito de no volver nunca jamás a hacernos propósitos vanos, entender esta abrumadura lección. Apreden del infortunio que para la gran mayoría de la humanidad no caerá esta vez de manera fulminante, sino poco a poco. Estamos avisados.

Otro y el mismo propósito. Resistir con un esfuerzo gigante, noble, generoso, a la altura del embate del terrible jinete y su caballo despavorido y devastador que hemos soltado.

 Un propósito como deben ser por lo menos de ayer hacia adelanate todos los propósitos. Un objetivo vital para ir desterrando de la existencia el sinsentido, la venalidad, la terrible alienación, que nos idiotiza individual y socialmente. Parar el hachazo, y tener la voluntad  para preverir los que puedan seguir. No cancelarnos la posibilidad. La vacuna y las vacunas frenarán la propagación tan solo de uno de nuestros males. La sociedad padece cánceres más ingratos, solo valdrá salvarse juntos. 

Les deseo de todo corazón que la crecida de la ola no les impacte. Que no nos sea cancelada, que nos cancelemos la posibilidad de comenzar a construir una nueva humanidad, un nuevo modelo de relaciones económicas y sociales, una nueva utopía que alumbre ese mañana que debe comenzar hoy. 

Y de nuevo insistir, exhortar a que los propósitos sean hasta la médula objetivos a seguir con firmeza, metas a lograr y voluntad de deconstruir, de enderezar lo que se deba y de ir echando abajo todo esto que nos lacera; nuestras indiferencias, la precariedad de una condición humana avezada en la auto aniquilación, en la ceguera criminal, en la vergonzosa desigualdad que roe y recorre el mundo, echarla abajo junto a con sus avasalladores etcéteras. Poder volver a soñar con los pies sobre  la tierra.

Demasiado por hacer ante las grandes tareas, pero nada que sea imposible o que no hayan realizado ya otras sociedades, levantarse del polvo, del saldo trágico. 

Para tratar de pensar en buenos propósitos, hoy he salido del claustro a ver que la vida sigue allá afuera, que en la sonrisa y la mirada de los niños alumbra la llama. Cambiemos como el río, incesantemente. Feliz año.

    * Publicado en “Hidrocálido”. 30.12.2020

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

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