Mi perro y yo

Mi perro y yo

Mi perro Ludwig está muriendo. Se llama así por Wittgenstein mas que por Beethoven.

Las palabras no sirven ante la muerte, por eso mi perro pasa sus últimas horas junto a mi: acostado, cansado, simplemente esperando el descanso eterno que a los vivos nos da la muerte.

No hay entre mi pobre perro y yo: despedidas, oraciones, palabras que intentan curar, esperanzas sobre ser eterno; tampoco solemnes funerales en los que un justo sacerdote nos habla que Dios nos prefiere a nosotros los bípedos sobre toda su creación infinita.

La muerte muda invadió a mi perro dejándolo cada día más lento, más apagado; sin sus juegos que ahora son descansos, sus juguetes se quedaron arrumbados, su mirada cada día es más triste.

¡Pero es de locos hablarle a los cuadrúpedos dicen, pero no es sano que te duela tanto su muerte y te paralice, pero el paraíso es para los humanos aunque respeten menos la vida que los animales! Muchos científicos y filósofos afirman que saben es patológico un bípedo humanice al perro; los cuadrúpedos para ellos están al servicio de los humanos para que estos se alimenten o los maten por diversión como reyes de la gula y la creación.

Los perros son más transparentes que los hombres, más capaces de conjurarse contra los peligros , mucho más cercanos a la lealtad, quizás por esto muchos bípedos humanizan a estos cuadrúpedos.

Desde los primeros lobos enormes que se acercaban por comida sin combatir a muerte con esos simios bípedos que habitaban las cavernas, hasta la domesticación de los mastines que asistían a los legionarios en las duras batallas; hasta que siglos después un perro terminó en cada casa, en cada esquina, y cada vez más pequeño, más dependiente del hombre, indefenso.

Los humanos no merecemos la lealtad que nos profesan los animales que nos acompañan toda una vida, no deberíamos menospreciar así a los animales. Ojalá las palabras de Lord Byron hicieran la humanidad tratara mejor a los perros, a mi me van a hacer recordar al mío mientras pueda pensar:

<< Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos. >>

Alejandro Marengo Pérez Duarte.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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