“¡SHAZAM!: LA FURIA DE LOS DIOSES” (“SHAZAM!: FURY OF THE GODS”)
En éste proceso que viven los cómics de la compañía DC donde sus adaptaciones cinematográficas se encuentran en severa reestructuración con la llegada del nuevo mandamás James Gnnn, no puede uno sino preguntarse qué papel jugará el personaje de Shazam en el futuro, porque después de ver su nueva aventura fílmica no le encuentro un lugar o cabida específicos en los planes ya anunciados por Gunn y su nuevo departamento de películas sobre estos clásicos personajes, y si acaso queda fuera de la jugada será una lástima, porque “¡Shazam!: La Furia de los Dioses” prosigue la senda lúdica y dramática que su antecesora con cierto brío y ganas de proseguir su historia sobre la Familia Marvel dándonos un divertimento eficaz con posibilidades de crecimiento.
El comediante Zachary Levi retoma de nuevo el papel del superhéroe carmesí enfrentándose primero a la mala opinión pública que la ciudad de Filadelfia, donde él y sus hermanastros también superpoderosos radican, tiene de ellos a pesar de salvar vidas a costa de la destrucción de colosales obras públicas como puentes o edificios y posteriormente midiendo fuerzas con las Hijas de Atlas, tríada de hermanas procedentes de la mitología griega integrada por Hespera (Helen Mirren), Calipso (Lucy Liu) y Anthea (Rachel Zegler)que buscan desesperadamente un báculo roto por el mismo Shazam en la cinta anterior y erradicar a la humanidad.
En esta secuela los conflictos se multiplican cuando el guion procura tocar las problemáticas o dificultades que atraviesan cada hermanastro, como Freddie Freeman (Jack Grazer) quien lidia con una discapacidad mientras se enamora de una joven que no es necesariamente lo que aparenta o el mismo Billy Batson –alias Shazam- (Asher Angel) que aún debe comprender lo que significa ser un héroe a la vez que ser parte de una familia tan unida como ésta. Bajo la guía del hechicero que les dio sus poderes desde un inicio (Djimon Honsou), los protagonistas tratarán de madurar mental y emocionalmente para lograr vencer a sus poderosas adversarias mientras ellas a su vez sufren modificaciones en su dinámica conforme brotan dudas sobre su misión de erradicar a los seres humanos.
Todo esto se acrisola en una trama que busca conjugar elementos como la integración familiar desde ambos frentes, la realidad del deber superheroico y el compromiso con causas nobles, algo que el director David F. Sandberg tiene en momentos problemas para distribuir con sabiduría salomónica produciendo secuencias de ritmo desigual donde el proceso dramático se frena en seco y luego lo acelera a fondo para recuperar tiempo generando desconcierto o incomodidad al respetable.
La película igual se disfruta porque sorpresivamente todo el ensamble de actores, ya sea en sus versiones reales / juveniles o poderosas / adultas concreta una dinámica afortunada que hace de sus roles algo creíble y a sus conflictos en componentes adecuados que excavan las posibilidades narrativas de su historia, con todo y los consabidos momentos bufonescos o un sentido del humor a veces excesivo (eso sí, ya en el tercer acto hace su aparición uno de los mejores dragones en diseño y apariencia que haya visto en mucho tiempo).
“¡Shazam!: La Furia de los Dioses” ya no se siente como una pieza más en el ajedrez de la DC, sino como un instrumento de escapismo aislado que funciona por sí mismo sin que tenga mayor repercusión en el esquema general de la compañía a futuro inmediato.