Solo el cambio existe, lo demás es abismo
«Lo importante no es creer o no creer, sino pensar o no pensar». Norberto Bobbio.
Así como el 6 de junio se celebraron las elecciones más grandes en la historia en el país, así también, pasado el domingo electoral, es hora de comenzar las tareas de mañana hoy mismo, porque no se pueden perder más oportunidades cuando los desafíos de la problemática social y las serias amenazas al ambiente son también las más grandes jamás vistas.
Las campañas en tierra y aire que dejaron tan poco para aprender y practicar la cultura política y la civilidad, deben servir para dejar atrás la polarización y dar paso al diálogo y los acuerdos que ayuden a construir un programa político capaz de contener, tanto la pandemia de la desigualdad como el deterioro del ambiente que en el caso de nuestra región se presenta como un desafío descomunal ante la amenaza del día “Cero” en disponibilidad de agua, de ese tamaño,
Requerimos que los propósitos, los ofrecimientos estructurales y hasta las promesas, comiencen en el corto plazo a ser ruta de programas viables, de gran ambición y potencial transformador en lo social.
Eso significará movernos de manera segura en el tránsito a la economía circular, menos intensiva en recursos naturales; y acceder a un programa masivo de rehabilitación de ciudades y viviendas que apuesten por la movilidad sostenible e inteligente; una estrategia de conservación de la biodiversidad y la reforma de la agricultura y del uso del suelo, con estrategias innovadoras. No somos nada sin agua pero tampoco lo seremos si las asimetrías sociales se siguen ensanchando. Economía y sustentabilidad no pueden caminar ya separadas. Como nunca, a reserva de pagarlo aún más caro, se deben defender las condiciones y oportunidades, sin distinción, para todas las personas. Tenemos además graves atrasos, en lo educativo, en el tema también imprescindible de la salud, y lo que se ha visto en los últimos y largos años no ha sido otra cosa que administrar analgésicos a un cuerpo que sufre de males mayores.
Subrayo lo que tanto se ha dicho: Requerimos una medicina a gran escala, verde y social, que se tome en serio la transición ecológica, la gravedad de la inequidad social, el cambio climático, y que sepa hacer coincidir el papel central de la inversión pública masiva con la inversión de capital privado, social y responsable. Es urgente ver encaminadas las medidas para paliar los costos del ajuste, como el que tendrían que afrontar diversos sectores atrasados para transitar a un nuevo pacto ciudadano que se refleje en la participación y en la búsqueda y concreción de resultados que trasciendan en una toma de decisiones de consenso, sanas, transparentes, que vayan más allá de partidos y grupos de interés económico político dedicados de tiempo completo a salvaguardar sus beneficios. Lo subrayo; se necesitan acuerdos democráticos que tomen como principio y fin el interés general, nada menos que eso.
Es tiempo de diseñar un nuevo modelo de hacer política que valore y reconozca la horizontalidad de los actores, de entre los cuales los ciudadanos de a pie seguimos siendo lo más importante. Nuestra democracia no aguanta más la cargas impuesta por las luchas facciosas y las decisiones verticales al ejercer el poder político, muy por el contrario, el poder emanado de la democracia en sociedades de masas, como dice Bobbio, debe ser argumentado en decisiones eficaces; “tomadas por un número suficientemente pequeño de personas en nombre del mayor número”. No debe existir otra “nueva normalidad” que no sea el cambio en forma y contenido.
Se trata de eso y mucho más, para empezar, de generar personalidades más humanas, sociales y colectivas. Se trata de abandonar el discurso de la polarización, la diatriba clasista, los afanes de la ganancia a ultranza y con todo ello, los destructivos hábitos de la sociedad del desperdicio.
Nadie habrá en realidad ganado si al paso de los días y las semanas no se comienza a hacer algo firme para frenar la obscena situación en que vivimos y que día con día sigue sumando perdedores a la larga y dolorosa lista.
Solo de esta manera, podremos edificar seres humanos confiados en que pueden sostenerse en una razonada esperanza, personas capaces de desarrollar una personalidad y una vida social sólida y digna fincada en certezas y no en la angustia cotidiana y expansiva.
Requerimos ciudadanos y personas que vivan en la solidaridad y no en esa competencia salvaje que se ha vuelto un amargo y prolongado túnel del que pocos salen ilesos.
Requerimos personas capaces de evolucionar en función de un sentido de pertenencia y unión, en lugar de gladiadores y víctimas inmersos en una competencia por demás dispareja y brutal.
Solo el cambio existe, lo demás es abismo.