TENDEMOS A SER HOMBRES SIN DIMENSIONES. EL DINERO NUEVA RELIGIÓN.

TENDEMOS A SER HOMBRES SIN DIMENSIONES. EL DINERO NUEVA RELIGIÓN.

INTRODUCCIÓN.

Hace algunos lustros el filósofo Marcuse nos hablaba del hombre unidimensional. En el análisis que aquí presento nos referimos al hombre sin dimensiones. El presente trabajo no tiene relación con las tesis de Marcuse, debido a que proviene de nuestra inspiración de una continua reflexión y observación sobre lo que sucede en nuestras sociedades, principalmente en México.

La dimensión de cualquier cosa o relación, implica una referencia y una medida. Una referencia para ubicarla en el tiempo, el espacio y lo cualitativo y, una unidad medida para poder cuantificar su tamaño, longitud, extensión, etc. La tesis que desarrollaremos es que, aunque con anterioridad sólo se disponía de instrumentos muy borrosos para ubicar y medir la dimensión humana y, una buena parte de los seres humanos (y con ellos una fuerte proporción de mexicanos), carecemos actualmente de las referencias y de normas de medida borrosas de antaño. La cualidad de los seres humanos actuales no es su dimensionalidad sino su vacío, su carencia de referencias, su cualidad de carecer de dimensiones.

Las diversas religiones, los mitos, las creencias, las diversas éticas, etc., constituyeron referencias simbólicas que, aunque producto de las sociedades, les permitían a éstas configurar espacios simbólicos hacia los cuales reflejarse y, en un sistema de espejo, apreciarse, valorarse y dimensionarse. La religión, el mito las creencias, etc., fueron productos sociales que configuraron sistemas simbólicos dotados de relativa coherencia, que dieron un sistema de sentido, de referencia valorativa, de punto de partida para conformar lo cuantitativo social y de normas para que los seres humanos pudiesen autodimensionarse.

La tesis de este trabajo consiste en señalar que todos estos sistemas simbólicos de referencia se encuentran actualmente en un estado de resquebrajamiento tal, que su capacidad de ser operadores lógicos para la referencia simbólica, la evaluación, el sentido y la dimensión humana, se están perdiendo o simplemente ya se han perdido. Los seres humanos actuales se encuentran en una soledad y en un vacío, en el que la angustia, la depresión y la ansiedad, son manifestaciones de procesos sociales enfermos y de sistemas simbólicos cuarteados.

La forma en que se han desarticulado algunos de los sistemas simbólicos en que viven los hombres contemporáneos y en especial los mexicanos, es la materia de este trabajo.

Presentaré brevemente la carencia de centros simbólicos que provienen de tres elementos: 1) el surgimiento de una nueva religión: el dinero, 2) de la ruptura actual de los códigos éticos y 3) la descomposición de las ideologías, es decir, de las culturas que legitiman el poder. Una religión (el dinero) que genera creencias y enajenación pero sin trascendencia (en esta REFLXIÓN, se entenderá por trascendencia una creencia religiosa en un “más allá” en donde habitan dios o los dioses y el hombre va después de su muerte), la ruptura de los códigos éticos que dejan al hombre sin referencias simbólicas para su vida y acción cotidianas y, existencia de poderes que no alcanzan legitimación adecuada, dan como resultado la carencia de dimensiones que es en la que se desenvuelve nuestra vida actual, dejando un vacío que abre un espacio a cualquier tipo de creencias. Por eso la primera parte de nuestro artículo tratará sobre el dinero, y la segunda sobre los códigos éticos, la tercera sobre la descomposición de las ideologías; las tres junto con otras, dan lugar a los hombres sin dimensiones a que tendemos a ser nosotros.

En esta REFLEXIÓN, nos ocuparemos solamente del dinero como religión sin trascendencia. En las siguientes de la ética y de la ideología. Un análisis mucho más completo sobre el dinero se encuentra en mi libro “Símbolos del Dinero”. Ed. Anthropos y UAM; se puede conseguir en Amazon.

Este trabajo trata sobre el hombre y el mexicano contemporáneo. Meditar sobre los problemas de los seres humanos, en nuestros días o en cualquier época, es una tarea que requiere de mucho tiempo y que, de hecho, nunca termina, la cual no es ni puede ser una labor que se realice en unas semanas o meses antes de escribir un artículo. Se trata de una observación cotidiana de los hechos y de un razonamiento lento que se efectúa en el transcurso de los años. El método que hemos seguido es el de realizar esquemas, esbozos de trabajo, apuntes, trazos, los cuales se produjeron y presentaron a lo largo de los años en varias publicaciones, todos ellos son módulos realizados en un contexto determinado lo que sirvió para darles el sentido metafórico. Lo que ahora se ofrece es el rompecabezas armado, la relación sintagmática entre esos distintos esbozos que conduce a un sentido, no solamente nuevo sino ahora global, es la reconstrucción del bosque a partir de los árboles. Naturalmente que al rehacer el bosque a partir de los árboles sembrados a través de muchos años, se encuentra que hay grandes vacíos que hay que llenar, que hay árboles que hay que cortar que ya no tienen significación y que hay que recortar, transformar y replantar, pero ahora con un nuevo injerto. Esta es la reconstrucción que ofrecemos ahora.

Naturalmente que en este trabajo de reconstrucción de agregar, de rehacer, de integrar en una nueva totalidad lo que eran módulos aislados, es una actividad que nunca termina, siempre hay nuevos hechos, nuevas reflexiones, nuevos acomodamientos, nuevas estructuras; todo conocimiento es a la vez un avance un hecho provisorio.

A) EL DINERO, NUEVA ÉTICA, NUEVA RELIGIÓN.

A1) EL DINERO COMO RELIGIÓN.

Independientemente de las contradicciones en las que vive y se genera el dinero, éste por ser el hecho social por excelencia en las sociedades modernas, tiende a ser la religión central de nuestras sociedades.

El dinero es religión ya que:

a) Es una forma social que implica fuerzas que trascienden a lo social. El dinero es producto de un proceso social real, pero al que se le adjudican fuerzas trascendentes al proceso que lo genera. Lo que se quiere decir con esto es que el dinero, que desde un punto de vista económico, tiene su origen en los intercambios mercantiles presentes o futuros, genera, desde un punto de vista social y cultural, un conjunto de símbolos e imágenes que se revierten sobre el proceso social mismo y que actúan como fuerzas reales en los procesos sociales.

El dinero se vive como belleza y, de hecho, otorga belleza a su poseedor, independientemente de su posible fealdad físico-biológica del mismo. El dinero encarna poder social, pero su poseedor puede ejercer un poder social que va mucho más allá del poder de compra real de ese dinero. Estas cualidades trascendentes del dinero ya han sido claramente expresadas por poemas y canciones.

Es indispensable tomar en cuenta que, aunque este tipo de fuerzas implicadas por el dinero surgen totalmente fuera de la proporción y de la relación social en que nace el dinero, no se trata de fuerzas irreales sino de fuerzas que tienen un poder social efectivo. El más tonto o feo poseedor de dinero, lo vive socialmente en términos efectivos de inteligencia y de belleza. El poder que da el dinero es un poder que va más allá de su poder de compra; cuando se llegan a poseer determinadas cantidades del mismo, es un poder que surge de la ilusión, pero funciona a la perfección en el interior de la sociedad.

Son poderes que se originan en la trascendencia de las ilusiones y creencias, es una trascendencia que es meta-social pero que no implica un “más allá” es decir, que están ligados a la inmanencia de las relaciones sociales.

b) El dinero encarna con plenitud una de las oposiciones consubstanciales a todo proceso de creencia religiosa: lo puro y lo impuro.

Para algunos, el dinero es el instrumento que todo purifica ya que por su intermedio se logra la pureza deseable sin la cual no hay vida social que tenga sentido. Pero también al dinero se le concibe como la fuente de impureza (corrupción) de cualquier proceso.

c) El dinero genera, como toda creencia e ilusión (las cuales son poderosas en lo social) manifestaciones de tipo religioso. Estas manifestaciones que tan claramente fueron especificadas por Emile Durkheim como una oposición entre lo sagrado y lo profano, también se encuentran presentes en las relaciones monetarias.

d) El dinero tiene una de las características más importantes que diferentes religiones le atribuyen a Dios y consiste en que el dinero es el principio, el medio y el fin último de todas las cosas. En la vida actual y sobre todo en la concepción neoliberal del mundo, el dinero es el principal y el fin último que todos los individuos deben perseguir, pero también es el medio fundamental, ya que, para conseguir dinero, el instrumento fundamental es tener dinero. El dinero es además, el único ente que es capaz de reproducirse por sí mismo sin necesidad de sexo.

e) Si la oposición sagrado y profano es el elemento más importante constitutivo de las religiones, en el dinero esta oposición tiene una característica especial que conviene subrayar.

En el dinero, como ya lo hemos visto por sus características, se realiza una relación entre lo profano y lo sagrado; pero a la inversa de lo que suele acontecer en este ámbito (en el común de las religiones) no es algo sagrado que se genera por oposición a lo profano, sino algo profano que genera a lo sagrado. Normalmente la concepción sagrada surge por oposición a la concepción de lo profano. En el dinero el proceso ha sido inverso, ya que son relaciones sociales profanas de intercambio mercantil las que dan lugar a sublimaciones de tipo sagrado y trascendente.

Lo sagrado en el dinero no solamente proviene de la sublimación y de la trascendencia de sus representaciones simbólicas sino que se trata de lo sagrado (necesariamente cualitativo) generado por variaciones meramente cuantitativas. El dinero es cantidad pura; de hecho, su mera posesión no conduce a ninguna cualidad trascendental de las que hemos mencionado, solamente cuando se llega a poseer una determinada cantidad de dinero, es cuando se es «rico», y se tiene acceso a los elementos sagrados sublimes y trascendentales de la simbología monetaria. Cada sociedad define la cantidad que se necesita para ser rico y pasar de las profanidades vulgares de la pobreza a las sublimes exquisiteces sagradas de la riqueza. El dinero como cantidad pura, define una oposición cuantitativa entre lo sagrado y lo profano.

El dinero, por sus rasgos sagrados opuestos a lo profano, por las fuerzas sociales y casi místicas que genera, por ser una encarnación de los social que está enajenada con lo social mismo, por los mitos en que se encuentra envuelto y, por el conjunto de ritos que se establecen alrededor de las instituciones del dinero y de sus hombres, tiende a estructurarse y a funcionar como una religión en las sociedades actuales.

No tenemos los conocimientos suficientes para poder establecer con precisión la relación entre la religión y el conjunto de creencias y prácticas sociales asociadas al dinero; éste es un problema que se debe investigar con mayor profundidad, simplemente queremos apuntar algunos elementos que consideramos son importantes, que ligan los procesos religiosos con la ideología dominante del dinero.

Podemos avanzar algunas hipótesis analíticas preliminares que podrían auxiliar en el estudio de la relación entre dinero y religión moderna. El dinero tiene algunas características que lo hacen semejante a un dios; por ejemplo, se le atribuyen poderes omnímodos, hay una ética que se configura en su alrededor, incorpora una oposición entre sagrado y profano, es una encarnación de lo social que se vive como trascendente al individuo, es el medio por excelencia y el fin último a lograr etcétera; sin embargo, es diferente a los dioses de muchas otras religiones ya que en éstas, dios suele ser un ser del más allá mientras que el dinero es un proceso del más acá.

La comunicación con los dioses del más allá implica un proceso de comunicación complejo en el que intervienen mediadores institucionales (iglesias) y/o mediadores personales (sacerdotes, chamanes, etc.). Sin embargo, con el dinero la comunicación es inmediata y aunque en las bolsas y bancos hay una separación clara entre el público profano y los iniciados que logran así un carácter distinto y parecido a lo sagrado, los profanos tienen acceso directo hacia el dinero.

Las expresiones que provienen de las relaciones monetarias tienen un parecido a las expresiones religiosas ya que también contienen metáforas y metonimias que implican trascendencia e inmanencia al mismo tiempo. Trascendencia, porque suponen poderes sociales que van más allá del individuo y porque enuncian un poder que es en sí mismo social; inmanente, porque no se trata de un dios que vive en el más allá del tiempo y del espacio sino que se encuentra en el más acá: aquí y ahora.

A2) RELIGIÓN SIN TRASCENDENCIA.

La religión del dinero tiene semejanzas y diferencias con otras religiones del hombre. En todo caso, el conjunto de semejanzas que tiene es tan importante, que nos permite hacer uso de la palabra religión para caracterizar esa actitud del hombre moderno frente al dinero. Se puede decir que se trata de una religión de nuevo tipo, por la diferenciación que realiza entre lo sagrado y lo profano, por las cualidades mágicas que se le atribuyen (y que de hecho tiene), por ser una entidad abstracta que es al mismo tiempo medio absoluto y fin supremo de la actividad humana, es decir, por su semejanza con el dios único y abstracto de la tradición judía cristiana. El dinero en la actualidad ha configurado por lo tanto, una religión de nuevo tipo.

Lo que interesa subrayar ahora, es que esta religión de nuevo tipo, tiene una diferencia fundamental con las antiguas religiones. Una de las transformaciones básicas de esta nueva religión de nuevo tipo es que proviene de una relación eminentemente social (como lo es el dinero), para generar una separación entre lo sagrado y lo profano y de esta manera, a partir de algo social e inmanente, crear una relación meta-social y trascendente. Las religiones normales se viven en forma inversa, ya que de una relación trascendente (dios o dioses) se genera una religión social o inmanente. El dinero va de los social e inmanente hacia lo trascendente social (que hay que distinguir de los trascendente religioso); las otras religiones van de lo trascendente hacia lo social e inmanente. Se trata de una inversión lógica que tiene consecuencias muy importantes.

La consecuencia fundamental de esta inversión es que la inmanencia del dinero nunca llega a desaparecer del todo; independientemente de las características claramente trascendentes que tiene el dinero, éste sigue siendo un instrumento normal de la vida cotidiana, con él se cubren los salarios, se realizan compras y pagos, se hacen ahorros, etcétera. Las deidades de otras religiones logran una separación importante entre lo sagrado y lo profano, entre lo inmanente y lo trascendente y aunque a la deidad se le invoque en la vida cotidiana o se le lleve consigo bajo alguna representación (estampa, medalla, pequeña escultura, etc.), la presencia de la deidad en lo cotidiano se sigue realizando en términos de trascendencia, de algo que está en el más allá. En el dinero no se puede realizar este hecho, ya que el conjunto de transacciones mercantiles en las que participa, son necesariamente parte del más acá y así, en la fijación de precios, el pago de una cantidad determinada, no hay invocación válida, y sólo cuenta el disponer o no de la suma requerida.

Así, en el dinero su expresión trascendente nunca logra romper completamente con su forma social e inmanente. La trascendencia no proviene por sí misma y siempre es una trascendencia virtual y borrosa. En una religión no sólo incluye la adoración de un más allá, no sólo es una invocación a los santos, sino también y de manera fundamental, es un requisito que tienen los seres humanos de una trascendencia para darle sentido a su vida, para ubicarlo ante la muerte, para significar su esperanza, etc. De esta manera, hay una búsqueda de trascendencia que no puede cubrirse cabalmente por la trascendencia virtual y borrosa proveniente de la religión del dinero. Las religiones normales cubren una función de espiritualidad que no se puede alcanzar por la religión del dinero. Por eso el ansia y la pulsión del dinero suele conducir al vacío espiritual y no a la plenitud que suelen ofrecer otras religiones.

EL REQUERIMIENTO DE TRASCENDENCIA.

No es el caso entrar en detalle sobre los requerimientos que tienen los seres humanos de una trascendencia espiritual, pero podemos a manera ilustrativa, mencionar algunos de los más importantes.

1) Búsqueda de trascendencia frente a sí mismo y frente a lo social.

En todas las épocas y aún en las más armoniosas y prósperas, los seres humanos han vivido angustias y tensiones. En las clases bajas, la nutrición nunca ha estado asegurada, el espantajo de la miseria siempre ha acompañado a los pobres. En las clases altas la lucha por el prestigio, el poder y la riqueza son fuente de tensiones; el poder conduce a la corrupción y por tanto, a la paranoia, el prestigio siempre es frágil y, la riqueza sólo representa una insatisfacción creciente pues entre más se tiene más se quiere y así, la diferencia entre el tener y el haber suele aumentar en términos exponenciales; son pocos los que logran una armonía adecuada entre el prestigio, el poder, la riqueza y la autoconciencia de sí mismo.

Esa tensión permanente conduce a que se busque en una relación trascendente, un sentido y una armonía ante lo que sólo produce tensión en el individuo frente a sí mismo.

Frente a lo social sucede algo similar, las relaciones sociales siempre desatan tensiones y los sistemas simbólicos sociales no son capaces de ofrecer el sentido necesario para aclarar y enfrentar estas tensiones y por lo tanto, hay una fuerte tendencia a buscar en lo trascendente, la explicación de lo que no somos capaces de comprender en el conflicto social.

2) Necesidad de valores trascendentes a lo social.

En la vida social y en la vida interna espiritual ante lo social, no basta con comprender, es indispensable valorar, es decir, se requiere de un conjunto de valores que permitan establecer el tipo de comportamiento ante el otro, de hacer un uso adecuado del valor social de los objetos y relaciones, de poder otorgarse un valor a sí mismo que sea capáz de realizar una representación adecuada ante los otros, etcétera.

El hecho es que, los sistemas simbólicos valorativos que ofrece la vida social suelen ser insuficientes, contradictorios y cambiantes. Insuficientes porque la valoración de personas y objetos suele dejar un hueco, por ejemplo, si de acuerdo a las normas sociales se debería valorar tal persona a un determinado nivel, se suele sentir que hay algo más que no cuadra y que el valor de esa persona en cuanto tal, no se ajusta cabalmente a la norma valorativa social. Contradictorios ya que, siguiendo a un sistema simbólico, una persona u objeto debería valer mucho, pero muy poco si se atiende a otro sistema simbólico. Cambiantes, puesto que los sistemas simbólicos valorativos pueden tener variaciones rápidas en el tiempo.

Es normal que sistemas valorativos insuficientes, contradictorios y cambiantes, generen angustia al no contar con normas claras de valoración ni de los objetos, ni de los otros, pero sobre todo al no contar con normas claras que permitan una valoración adecuada de sí mismo. Ante las insuficiencias de los sistemas simbólicos provenientes de la vida social inmanente, se crea una necesidad en la búsqueda de una norma valorativa trascendente proveniente de un más allá, al cual se le atribuye una verdad inmutable y de la cual surjan sistemas simbólicos valorativos claros.

3) Autoconsciencia de la muerte.

Los seres humanos tienen autoconsciencia y uno de los hechos fundamentales de la misma, es la autoconsciencia de la muerte. La resolución de la relación vida y muerte, se ha encaminado en general, o por medio de la concepción simbólica o a través de dos tipos de vida (la vida antes y la vida después de la muerte) o bien, por la reencarnación. La solución por la vía simbólica de la reencarnación no necesariamente supone la idea de trascendencia, pero la concepción más general que es la de dos tipos de vida, implica que la segunda vida se realiza en un espacio y en un tiempo que trasciende a la primera. Así, la autoconsciencia de la muerte, suele conducir hacia la autoconsciencia de la trascendencia.

4) El teorema de la incompletitud.

En palabras sencillas este teorema, que es el de Godel, nos dice que no hay sistema lógico a partir del cual podamos realizar una demostración completa del mismo sistema; o sea que en el interior de todo sistema lógico siempre queda un agujero que, en términos del propio sistema, no es posible demostrar, es decir, que todo sistema lógico es por necesidad incompleto y que para completarse, tiene necesidad tiene necesidad de buscar un principio de orden superior al sistema.

En uno de los mejores libros de Régis Debray (Critique de la Raison Politique), nos dice que esta incompletitud siempre presente en la vida política y social suele solucionarse por la búsqueda de niveles superiores y religiosos que son los que fundan la vida de muchas ideologías políticas contemporáneas.

Para la vida espiritual, diremos que siempre hay un faltante lógico que el hombre trata de cubrir por medio de la trascendencia.

5) Necesidad de esperanza.

Los problemas y tensiones de la vida cotidiana hacen que los seres humanos busquen una esperanza hacia la cual canalizan su aliento y sus creencias en la solución de los mismos. Entre más difícil sea la vida, habrá más ímpetu hacia la fuerza de la esperanza.

La esperanza surge de los problemas y de las tensiones pero, como se establece en medio de la incertidumbre, la esperanza no siempre puede encontrar una canalización satisfactoria en términos de los sistemas simbólicos de la vida social y por lo tanto, se suele canalizar en términos del simbolismo que ofrece la trascendencia.

6) Trascendencia a través de la mística.

Los hombres son a la vez la integración de razones y pasiones y por eso reclaman simpatía, cariño, ternura, amor. Dado que las tensiones de las relaciones sociales les suelen ofrecer insuficiencia de estos elementos, los hombres optan muchas veces, buscar en una relación mística la trascendencia.

DINERO: RELIGIÓN SIN TRASCENDENCIA.

La religión del dinero no puede dar una respuesta adecuada a ninguno de los cinco ímpetus de trascendencia que acabamos de presentar.

Frente a sí mismo y a lo social, no es la respuesta adecuada de los pobres y a las carencias materiales, ya que el dinero en su reinado actual, ha hecho de la incertidumbre su tronco neural de acción dando lugar a movimientos erráticos de las monedas y de las tasas de interés. Tampoco es la respuesta al prestigio, al poder y la riqueza; en cuanto a la relación con el prestigio, porque la religión del dinero ha borrado de su vocabulario la palabra honor; en relación con el poder y la riqueza, en virtud del carácter siempre efímero del dinero y frágil de la riqueza monetaria (tempestades financieras, cracs bursátiles etc.) y, por la insaciabilidad creciente que el propio dinero genera. Tampoco frente a lo social da una respuesta adecuada, ya que el neolibralismo monetario de hoy día ha sido la fuente de polaridades económicas crecientes, de fracturas sociales, de corrupción, de violencia etcétera.

El dinero genera valores sociales totalmente inmanentes y unilaterales que, lejos de ofrecer un sentido completo de lo social, suele por el contrario, generar grandes problemas de sentido para todo aquel que sólo usa la valoración del dinero para orientar su vida. El dinero ofrece códigos simbólicos aún más insuficientes, contradictorios y cambiantes que los provenientes de otros órdenes.

Frente a la muerte, la religión del dinero actual ha buscado una tercera solución (que no es ni la concepción de otra vida ni la de la reencarnación) y simplemente es la de eliminar la perspectiva de la muerte y hacer del gozo del momento el componente único de la plenitud. El problema es que, la evasión simbólica de la muerte, nunca puede eliminar el hecho cotidiano de la muerte.

Las carencias de la teoría económica del dinero, son una prueba más del teorema de la incompletitud de Godel.

Finalmente, en la actualidad, más que fundar esperanzas, el dinero se ha convertido en el destructor de las esperanzas de una gran parte de la humanidad.

De esta manera, la religión del dinero no puede cubrir los requerimientos de trascendencia que tienen los seres humanos y por eso es una religión del goce, de la utilidad y del poder, pero es una religión que conduce al vacío espiritual y a la depresión. No es por casualidad que la depresión y la ansiedad sean las enfermedades del tiempo y de los lugares en donde la religión del dinero ha sentado sus reales.

Es normal que, ante el vacío espiritual que deja la religión del dinero, muchos hombres y mujeres se lancen con desesperación a la búsqueda de cualquier creencia, de cualquier visión sectaria que ofrezca el mas mínimo reconforte espiritual. La era de la ciencia actual que coexiste con la religión del dinero, es también la era del florecimiento de cualquier tipo de creencias.

Juan Castaingts Teillery

Profesor Investigador UAM-I

Juan Castaingts Teillery

Profesor Investigador UAM-I

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