“UN VECINO GRUÑÓN” (“A MAN CALLED OTTO”)
Otto (Tom Hanks) es un hombre avejentado no tanto por la edad, sino por su eterno encono hacia la vida y quienes lo rodean por la reciente pérdida de su amada esposa Sonya, lo que orilla a éste antipático hombre a generar un control milimétrico en el vecindario donde vive, un suburbio del medio oeste gringo en eterno estado de frialdad vigilando que ningún extraño traspase la valla metálica del lugar, que los habitantes no se estacionen en lugares indebidos, que la basura esté perfectamente recogida y que un gato que suele husmear por el lugar no se meta a su domicilio.
Tal es la amargura que invade e corazón de Otto que ha renunciado a seguir viviendo y emprende una serie de intentos suicidas que terminarán siendo frustrados por las intromisiones de sus vecinos, en particular una familia mexicana de recién ingreso a la comunidad que terminará cambiando su vida ante la vivacidad y chispeante conducta de la esposa, una mujer llamada Marisol (Mariana Teviño), su atolondrado esposo (Manuel García-Rulfo) y sus dos pequeñas hijas, así como la gradual participación activa en su cotidiano de otros personajes, como un adolescente trans llamado Malcolm (Mack Bayda) y una pareja afroamericana que ha conocido toda su vida pero que está a punto de ser dada por una malvada compañía inmobiliaria.
El director Marc Forster (“El Pasado Nos Condena”, “Cometas en el Cielo”), cineasta de visión áspera y en momentos cruda sobre la condición humana, ahora ciñe su postura a una gentil fábula complaciente y muy cursi que reinterpreta aquél filme sueco del 2016 titulado “Un Hombre Gruñón” de Hannes Holm postulado al Óscar como Mejor Película Extranjera y un éxito de taquilla en Europa yéndose por la vía fácil de colocar a un actor adorado por el público en un rol antitético a su imagen afable y gentil para extraer sin broncas la simpatía de la audiencia sin necesidad de adentrarse demasiado en una construcción de su pathos aún si ésta se procura mediante constantes flashbacks donde vemos a un joven Otto (interpretado por Truman Hanks, el vástago de Tom) siendo rechazado por la milicia norteamericana en los 50’s debido a una condición cardiológica degenerativa y enamorándose de Sonya (Rachel Keller) hasta hacerla su esposa, pero todo en bis acomodaticio al gusto del público.
De hecho todo el relato es predecible en cuanto a los puntos evolutivos de la conducta de Otto y sabemos que tarde o temprano su condición de viejo carcamán se transformará de alguna forma y hacia puntos melodramáticos a los que ya estamos muy habituados, y eso no tendría nada de malo si se encontrara alguna senda narrativa que le diera matices o un molde más atractivo que lo de siempre, pero no es el caso, por lo que toda la trama se construye mediante lastres trillados como niños demasiado adorables, gatos demasiado leales y una Marisol que se supone amena y espontánea pero que sólo es la caricatura casi ofensiva de una tarabilla mexicana que abre la boca para decir sandeces.
Es una realidad que “Un Vecino Gruñón” encontrará una audiencia y aceptación casi de facto, pero en verdad una película así de simplista que no logra consolidar sus posibilidades dramáticas aún si las tiene enfrente por ser demasiado condescendiente pone a cualquiera como el personaje principal.