Una visita a la esperanza
Ya ve que en las tres entregas anteriores le conté de una visita que realicé al CERESO de varones de la salida a Calvillo. Pues ahora le platicaré de otra que hice, esta vez al Centro de Atención para la Rehabilitación de Adicciones, el 15 de marzo de 2012. Asistí a este lugar en compañía de mis jóvenes condiscípulos de la maestría en Investigaciones Sociales y Humanísticas de la UAA, como parte de una actividad académica del proceso formativo.
Centro de Atención para la Rehabilitación de Adicciones… Ya el nombre ofrece alguna información sobre lo que se hace en este lugar, que se encuentra frente a la Universidad Tecnológica de Aguascalientes, y a un costado del Hospital Psiquiátrico Dr. Gustavo Mojica, aunque quizá haya en semejante título una dosis excesiva de optimismo, y las cosas sean más complicadas de lo que parecen; mucho más.
Las instalaciones fueron construidas durante la gestión administrativa del gobernador Miguel Angel Barberena Vega (1986-92), y aunque su estado de funcionamiento es aceptable, se trata de ese tipo de edificios que en su momento fueron modernos, pero que terminaron volviéndose viejos y que además, peor aún: se les nota. Por otra parte, quizá no sea lo mejor el que la sede de un centro de rehabilitación de adicciones esté a un lado de un hospital psiquiátrico, esto por aquello de las posibles asociaciones de ideas. Como cuando se instalan funerarias al lado de hospitales, tal y como ocurría en el antiguo Hospital Hidalgo. Pero dadas las condiciones del país; del estado, es mejor esto que nada, y sin duda la existencia de este centro significa un adelanto en la conciencia y tratamiento de esta problemática.
Somos recibidos por el director del centro y una terapeuta, pero antes de escucharlos vemos un video cuyo tema son los efectos de las adicciones; y en particular el alcoholismo.
La pantalla muestra a alcohólicos, particularmente hombres, en pleno proceso de degradación. Ahí, al lado de las bebidas embriagantes, aparecen la mugre, el ridículo, la humillación, la alegría que más temprano que tarde se convierte en tristeza y desesperación, ese literal arrastrarse por el suelo al que conduce la bebida sin medida.
Son aquellas imágenes estrujantes; tremendas, que cumplen el objetivo de disponer al visitante a adoptar una actitud de comprensión del fenómeno, y con él, de los que se encuentran en plena recuperación. Al terminar viene la explicación, y luego las preguntas, que versan sobre los diversos aspectos del programa de redención. Es entonces cuando surgen las dudas a propósito de su efectividad. Esto porque a final de cuentas la duración del tratamiento, 28 días, resulta insuficiente para arrancar del cerebro la adicción, y reivindicar a la persona.
De hecho la terapeuta informa que es alto el índice de reincindencia, que a final de cuentas se asume como parte de la enfermedad. Otras preguntas se refieren a la participación de las familias de los internos en el tratamiento, la manera de ingreso, forzosamente voluntario, porque de otra forma no funciona, y aquí nos enteramos que en la visita habrá un área vedada; es un espacio con camas que recuerda el área de terapia intensiva de un hospital, en donde se tratan los casos severos de intoxicación, etc. la terapeuta habla también de la problemática de atención, las actitudes que asumen los internos y como hacerles frente para alcanzar la efectividad requerida.
Luego del video y la plática, iniciamos la visita propiamente dicha. Recorremos un pasillo hasta el dormitorio, ubicado en un extremo del edificio, y a un lado del lugar donde sólo vemos algunas camas ocupadas. El dormitorio es un salón grande con 16 camas cubiertas con cobijas de colores, estampadas con lánguidas escenas campestres; pacíficos animales que merodean entre árboles y lagos, como si estas imágenes fueran parte de la terapia, o una aspiración de vida.
Al lado de las camas están los armarios, la mayoría cerrados con candados. En uno de ellos hay un papel con una frase escrita que es recordatorio de una decisión tomada; un recordatorio para sostenerse en el día a día: No tengo cigarros, ya no fumo. También, por si las dudas, en una de las paredes cuelga una imagen del Señor de la Misericordia, esta advocación cristiana creada por el papa Juan Pablo II, una imagen venida de su país.
Misericordia… ¡cuánta misericordia necesitamos! Para sobrevivir, para mantener la cordura, para tolerarnos unos a otros, y de esta forma evitar que el mundo salte en mil pedazos. Pero misericordia también, y quizá con mayor intensidad, para soportarnos a nosotros mismos, misericordia no entendida desde una perspectiva eclesiástica, sino tal y como señala el Diccionario de la Real Academia en su primera acepción: “Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos”. Aceptar a quienes están en nuestro alrededor y atraviesan una situación difícil; aceptar que fallamos; que caemos y de esta compasión encontrar la energía; la fuerza necesaria para levantarnos de nueva cuenta.
(Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).