Ya váyanse
A pesar de los múltiples y toscos intentos de la oposición por venderla como un éxito, las elecciones del pasado 05 de junio fueron un clavo más en el féretro del PRI y del PAN.
Según Marko Cortés la oposición avanzó para “en el 2024 corregir el rumbo”. Avísenle al dirigente del PAN que a su partido le arrebataron Tamaulipas y Quintana Roo y que su aliado, el PRI, perdió los bastiones de Oaxaca e Hidalgo.
El país solo tiene tres partidos grandes; el PRI, el PAN y morena. Por la configuración del mapa político, es el PAN quien debería representar la más férrea oposición, pues desde la pasada presidencial, el PRI cada vez se ve más reducido y se acerca peligrosamente a ser un partido mediano. La oposición se ve desarticulada y sus dirigentes no han podido convencer a la ciudadanía de tener un proyecto de nación; su mejor – y quizá único – argumento es detener a morena.
Marko Cortés ha sido reactivo a todas las acciones de López Obrador desde la llegada a la presidencia de su partido. Llama la atención cómo el PAN pasó de un dirigente con tanto empuje y con un altísimo perfil mediático, a uno tan gris que ni el panismo mismo termina de arropar; de uno que se metía en la agenda, a otro que baila al vals que le tocan en Palacio.
En el PRI las cosas están aún peor. Si desde el 2018 el partido ha ido en picada, la situación se agravó para los tricolores cuando se hizo pública una serie de audios que vinculan al presidente del PRI con presuntos actos de corrupción. Después de la estrepitosa derrota del 2018, era obvio que quien llegara no sería capaz de levantar al PRI; Alejandro Moreno ha tenido los resultados esperados para el partido que es sinónimo de corrupción en el imaginario colectivo, pero en vez de sanear la imagen de su partido, Alito ha contribuido a acercarlo a su extinción; primero, sirviendo de comparsa de morena cuando debía jugar el papel de oposición, ahora, alimentando la percepción de corrupción que existe hacia su instituto político.
Si la alianza “Va por México” pretende tener una oportunidad para el 2024, dos actos han menester: darles cámara a los liderazgos con potencial para competir en la próxima elección y, no menos importante, renovar sus dirigencias; una por lánguida y la otra por escandalosa.