¿Y la democracia económica?
Subrayo lo que tanto se ha dicho: Requerimos una medicina a gran escala, verde y social, que se tome en serio la transición ecológica, y sea capaz de enfrentar los graves problemas, la inseguridad, el lastre de la inequidad social, el alarmante cambio climático. Una medicina que sepa hacer coincidir el papel central de la inversión pública masiva con la inversión de capital privado, social y responsable.
[bctt tweet=»Se necesitan un nuevo diálogo social, acuerdos democráticos que tomen como principio y fin el interés general, por sobre todo. » username=»»]
Los tiempos demandan y urgen el ver encaminadas las medidas para enfrentar los cuantiosísimos costos de la pandemia, que tendrían que afrontar diversos sectores atrasados, para en adelante transitar a un nuevo pacto ciudadano que se refleje en la participación, en la búsqueda y concreción de resultados en verdad trascendentes, en tomas de decisiones de consenso, congruentes, sanas, transparentes, y que vayan más allá de partidos y grupos de interés económico político. Se necesitan un nuevo diálogo social, acuerdos democráticos que tomen como principio y fin el interés general, por sobre todo.
No se pueden perder más oportunidades cuando los problemas sociales y las serias amenazas al ambiente, son también las más colosales jamás vistas, y también aquí y ahora las menos atendidas.
Seremos poco menos que nada sin los recursos naturales que estamos dilapidando, pero tampoco alcanzaremos algo mejor si las asimetrías sociales no se frenan. Como nunca, a reserva de pagarlo aún más caro, urge el garantizar nuevas condiciones y oportunidades que den la posibilidad de tener una vida digna sin más exclusiones . Al tiempo que se atienden atender los graves atrasos, en lo educativo, en el tema también imprescindible de la salud, en la vivienda y en la vigencia de los derechos sociales.
El dinamismo igualitario, integrador, personalizador, comunitario, autogestionario y participativo de las políticas y perspectivas transversales puede, quizá, compensar la tendencia a la institucionalización y conservación del statu quo que puede anidar más fácilmente en las políticas y entramados sectoriales y, específicamente, ofrecer vías de intervención e influencia especialmente idóneas para movimientos alternativos y agentes emancipatorios que apuestan por una transformación más profunda del sistema social. Ofrecerían vías de influencia, por ejemplo, a quienes temen que las políticas sociales y el Estado de bienestar puedan servir o ser utilizadas para apuntalar y legitimar un sistema económico radicalmente injusto e insostenible y que se plantean, por ejemplo, la superación del capitalismo del bienestar, mediante el fortalecimiento del mercado social y la autoorganización de las personas en la sociedad civil para llegar a una democracia económica.
Debemos dar el paso hacia el potencial transformador de esas políticas transversales, para así potencializar a los diversos agentes y esferas (las personas, las redes familiares y comunitarias o la sociedad civil organizada) en colaboración, tensión, contradicción o conflicto con la propia esfera pública.
En la medida en que los poderes públicos compartan poder con las personas, redes y organizaciones y promuevan su fortalecimiento, las políticas públicas pueden ganar en pertinencia, versatilidad, legitimación e impacto. El camino opuesto es el de los juegos de suma negativa, el control punitivo, el paternalismo, el asistencialismo, el clientelismo, las correas de transmisión, el corporativismo, la cooptación, la colusión o el conflicto de intereses no reconocido.
Es tiempo de diseñar un nuevo modelo de hacer política que valore y reconozca la horizontalidad de los actores, de entre los cuales los ciudadanos en la zona peatonal de la historia seguimos siendo lo más importante. Nuestra democracia no aguanta más la cargas impuesta por las luchas facciosas y las decisiones verticales al ejercer el poder político, muy por el contrario, el poder emanado de la democracia en sociedades de masas, como dice Bobbio, debe ser argumentado en decisiones eficaces; “tomadas por un número suficientemente pequeño de personas en nombre del mayor número”. No debe existir otra “nueva normalidad” que no sea el cambio en forma y contenido
Mucho por hacer. Sabemos también que esos esfuerzos serán vanos, si no se edifican a la vez seres humanos igualitarios, confiados, participativos en la agenda social; personas capaces de desarrollar una personalidad y una vida social sólida y digna fincada en la solidaridad y en las certezas, y no en la angustia cotidiana.
Se trata de eso y mucho más, para empezar, de generar personalidades más humanas, sociales y colectivas. Se trata de abandonar el discurso de la polarización, la diatriba clasista, los afanes de la ganancia a ultranza y con todo ello, los destructivos hábitos de la sociedad del desperdicio. Los trabajos de Hércules.