El síndrome del glaucoma social. Ceguera colectiva de lo evidente.
Ya para muy pocos es una celebración, afortunadamente. Me refiero al 8 de marzo. Y es que desde hace más o menos un quinquenio, entre la agudización de los feminicidios en el Peñato y lo que va del Obradorato, las protestas de las mujeres en esta fecha se han agudizado o subido de tono para visibilizar la problemática y concientizar a la población y al gobierno, de las necesarias y urgentes medidas para erradicar la violencia de género. Algunos las sitúan negativamente en el ámbito de lo “radicalizado”, por la presencia de actividades consideradas violentas o vandálicas, que incluyen pintas y destrozos en edificios y lugares públicos, negocios, quema de monumentos, declaraciones con tonos amenazantes y demás.
Sin embargo, la supuesta indignación que causan estas actividades evidentemente no tiene parangón ninguno con la conciencia que buscan despertar las mujeres en la sociedad debido a los hechos violentos en su contra. Es decir, al parecer, a los detractores del movimiento feminista les hiere más la laceración de un monolito que de un cuerpo humano.
[bctt tweet=»Entonces, que a nadie le de glaucoma social o ceguera colectiva de lo evidente. Las transformaciones más profundas en la historia mundial han sido marcadas por algún nivel de violencia» username=»crisolhoy»]
Este rechazo a la manifestación feminista (por utilizar un reduccionismo incomodo pero práctico), por breve o atemperado que parezca, tiene su origen en la más aberrante lógica clasista y es perfectamente congruente con el sistema capitalista patriarcal y con su mecanismo de normalización machista. Explico.
Es clasista primeramente porque hace parecer que son las mujeres más ignorantes o desinformadas las que participan en este tipo de actividades, cosa que no es así. Sin embargo, las connotaciones de rechazo sí van aparejadas al tema de que la ignorancia y la desinformación son propias de una clase social específica; señalando de pobres y pretendiendo desvirtuar por completo la conciencia de clase de las mujeres que hoy protestan, puesto que por lo general, son las mujeres menos posicionadas en la pirámide social quienes viven tipos de violencia de género más visibilizados. Es también en este punto, un efecto inconsciente del aleccionamiento machista, en la medida que simultáneamente puede estar ocultando otras formas de violencia enmascaradas en los prejuicios tan conocidos y utilizados por quienes se ubican en posiciones sociales más confortables para acallar el qué dirán, o bien, de quienes por su condición tan desfavorable, ni las mejores intenciones del feminismo han sabido flanquear.
Así, frases como “no buscarse problemas”, redundan en el miedo de ser atropelladas por lo que se dicen combatir y, en esencia, las vuelve protestantes suavecitas. Bajo ninguna circunstancia se piense que demerito el valor cuantitativo que suma su presencia, lo que hago acá es identificar como la toma de conciencia es diferente y el machismo sigue permeando hasta a quienes ya asumen un rol participativo.
Ahora bien, ¿Se justifican los destrozos? Obvio que no, PERO PORQUE NO NECESITAN SER JUSTIFICADOS, NO REQUIEREN OFRECER DISCULPA. En realidad lo que se hace es una estrategia, consciente o no, de visibilizar el movimiento. Quienes rechazan más abiertamente este tipo de prácticas en realidad lo que hacen es focalizar por entero la situación en el presente, desmemoriándose del pasado, como si en realidad no hubiera un motivo de manifestarse. Quienes asumen esa actitud, sólo hacen evidente el indicativo de su conformidad con el estatus quo y su deslinde de hechos que aparentemente no les afectan.
Hay que entender, en el supuesto de que la mayoría violentada sean mujeres de clase social baja, que esa clase mayoritaria en este país es precisamente la perjudicada porque el Estado sólo ha otorgado condiciones preferenciales a una minoría pudiente. Lo que significa, entre otras cosas, que el acceso a condiciones de bienestar elemental, v. gr. la justicia, no es ni pronta, ni expedita, para las personas pobres. Entonces, ¿Qué canal institucional les queda si ni siquiera pueden acceder a uno? ¿Qué mecanismo conciliador les permite regresar a casa, con dolor, pero con la satisfacción pírrica de una investigación efectiva que termine por castigar un culpable? Evidentemente la respuesta es ninguno. Tampoco debemos de dejar de lado una de las singularidades más relevantes de la violencia de género, pues es transversal de las clases sociales. Entonces, ¿Qué le queda a la mujer que aun pudiendo pagar por la justicia, se le niega? ¿Qué le queda a una mujer que pudiendo disfrutar de una vida de privilegios es violentada de alguna forma? Incluso, como se ha documentado, tirada de una torre de departamentos en medio de una fiesta. ¿Qué les queda a las mujeres cuando la impunidad que el Estado concede indebidamente también es focalizada en un solo género? Es finalmente en ese sentido que se explican (no se justifican, pues no ocupan dar una disculpa) los destrozos. Es un llamado de atención desesperado de las mujeres por ser consideradas por un Estado machista que ni las ve, no las oye. Un Estado que erige efigies y monumentos de una historia hecha mayoritariamente por hombres, en momentos donde simplemente las mujeres son invisibles; donde su presencia es perfectamente soslayable y donde su opinión cuenta tanto como cero.
En ese sentido algunos negocios son también el claro ejemplo de la explotación femenil y por eso se vuelven blanco. Basta recordar el propio origen de la conmemoración y su atrocidad para ver que las corporaciones y empresas juegan un papel muy importante en este sentido, donde su articulación orgánica, manifiesta un conservadurismo machista impecable. ¿Acaso no vieron las cartas de los directivos de las empresas hidrocálidas (sólo por mencionar un ejemplo) indicando que el personal femenil tendría preferencia para tramitar un día vacacional si deseaban apoyar el paro el día 9 de marzo, violando su derecho constitucional a detener labores? ¿Acaso no saben que en estados como Aguascalientes y Yucatán encumbrados por la religión y las “tradiciones”, los gobiernos panistas han permitido las mayores brechas salariales de género por encima del 45%, beneficiando injustificadamente a las empresas?
Tampoco es un secreto que los templos y lugares de culto han sido escenarios de uno de los actos violentos más aberrantes, el abuso sexual infantil denominado comúnmente pederastia. ¿Por qué entonces preservar intactos estos lugares de adoración divina que han sido trastocados ya en sus entrañas por la depravación y la violencia? ¿Acaso cuidando sus paredes desvaneceremos la mierda que ocultan? ¿Acaso prevalece sentido en conservar su belleza exterior cuando funcionan como tugurios donde se cometen sendas atrocidades machistas?
Tal vez (es muy temprano para afirmarlo), la deconstrucción histórica sea el aporte más significativo del feminismo contemporáneo, y al mismo tiempo, su rasgo más difícil e incomprensible, dada la complejidad de sus fines y la multiplicidad y simultaneidad de elementos que trastoca. Sin embargo, confrontar la narrativa histórica es, en síntesis, lo que más algidez le causa al capitalismo patriarcal. El hecho de que detrás de la magnanimidad con que se planta las mujeres desenmascaren miles de historias de violencia, abuso, explotación y muerte; le rompe por completo su buena cara y sus instrumentos de contagio que lo pintan como bueno e inexorable, quedando pues, expuesto, desnudo, magullado, como tantas mujeres.
Es verdad que mueren más hombres que mujeres, pero no en manos de ellas. Es verdad que también los hombres somos susceptibles de violencia, pero una violencia fratricida y paritaria entre sujetos del mismo género en su mayoría. Es verdad que muchas leyes favorecen a las mujeres, pero es ínfimo su alcance si lo comparamos con la garantía que les ofrece el Estado actualmente por su vida o su seguridad, o por los mecanismos para proveerles justicia. Es verdad que a muchas las mantienen los hombres, y no por eso no trabajan. De hecho el trabajo no remunerado que realizan las mujeres es muy superior en su aportación al PIB en comparación con otras actividades económicas, en 2018 el valor económico del trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados registró un nivel equivalente a 5.5 billones de pesos, lo que representó el 23.5% del PIB del país.” (17.7% exclusivamente el de las mujeres), trabajo invisibilizado desde el comienzo de la humanidad y en particular del capitalismo, tanto, que apenas los señores economistas están calculando recientemente cuánto significan esas labores que ellos no realizan.
Entonces, que a nadie le de glaucoma social o ceguera colectiva de lo evidente. Las transformaciones más profundas en la historia mundial han sido marcadas por algún nivel de violencia, aquellas en que muchos hombres han muerto sí, pero las mujeres han proporcionado con su vida, muerte y esfuerzo las directrices, principios y valores que han marcado hitos, tan significativos, que hoy nos permiten una dosis de bienestar, incalculable en otras circunstancias. Hoy cuando se presume que tenemos tanta inteligencia como para crear una similar pero artificial casi autónoma, es cuando resulta imperdonable la muerte, desaparición, violencia, pérdida, o cualquier daño o negación de los derechos de las mujeres, que de manera directa o indirecta se les pueda proferir, individual o colectivamente.
En ese sentido el Estado debe garantizar su bienestar según la valoración de las propias mujeres o perdería el 51.4% de su justificación como ente constitucional público. Léase simplemente, Estado que no protege a sus ciudadanas mujeres no tiene razón de ser.
Mientras no haya respuestas congruentes y consistentes con los hechos que las afectadas reclaman, el trabajo arduo y dedicado, el silencio de quienes tengan que afrontar responsabilidad por su incompetencia y muchos kilos de legía y escobas, serán la mínima señal de respeto que el Estado puede proporcionar.
Finalmente hay que entender que tampoco es una guerra entre sexos. Que nadie se confunda, esto es una manifestación sobre un problema colectivo y el primer ente colectivo creado para dirimir estas cosas es el Estado.