El poder derivado del pueblo
Hay que tener altas expectativas respecto a nuestra democracia, sobre todo ahora que la polarización de la percepción ciudadana amenaza con seguirnos llevando a nuevos y más dramáticos y estériles enfrentamientos. En la democracia se busca continuidad, fenómeno que en México no observamos en la últimas décadas y que una y otra vez lleva a traste el esfuerzo.
Lo dicen los más diversos autores, la democracia como principio de legitimidad, es el elemento de continuidad que vincula el nombre griego con la realidad de los siglos siglo XX y XXI. La legitimidad democrática define al poder como derivado del pueblo e implica el consenso verificado de los ciudadanos. En las democracias el poder está legitimado, condicionado o revocado por elecciones libres, abiertas y recurrentes. No acepta que el poder derive de la fuerza. La democracia como sistema político, se orienta a resolver problemas de ejercicio del poder. La democracia como un ideal, plantea que la democracia no es como es, sino como debería de ser. Ante todo y por encima de todo es una aspiración hacia una unidad de progresiva mayor igualdad.
Por otra parte, es claro que la calidad de la democracia no depende sólo ni principalmente de sus instrumentos electorales, ya que esa calidad es directamente proporcional a la calidad de los partidos y de los políticos. Pero, recordando de nuevo a los clásicos, la democracia, lleva en su propia esencia una contradicción: que es conducida por una minoría de personas, que desde Gaetano Mosca llamamos “clase política”, la que detenta el poder efectivo.
Más aún, la alternancia en la dirección política del país de un partido a otro, no significa la democratización de la sociedad. Representa un avance que permite transformaciones políticas, jurídicas y sociales orientadas a la democratización de la sociedad. Sin embargo, el nuevo régimen debe establecer una separación clara respecto al régimen antecedente, para que haya una adecuada diferenciación en los cambios propuestos y en proceso de instrumentación.
Dentro de estos apretados apuntes, se debe mencionar además que la implantación de la democracia, tiene que ocurrir a partir del propio ciudadano que tiene resueltas sus necesidades materiales, participando dentro de un sistema político acotado por la propia sociedad en sus diversos intereses sociales, pero que suma, integre, una y conjunte esfuerzos individuales y colectivos, sin exclusiones, lo cual parece utopía, pero la viabilidad del proyecto se da en la medida que la utopía crea un modelo normativo definido por la propia sociedad en forma amplia.
Asimismo, hay que insistir en que para la obtención de buenos resultados, las políticas sociales no deben estar separadas de las económicas, para lo que es necesario modificar el carácter de la estructura productiva y combatir la ortodoxia del ajuste estructural, priorizando inversiones para el desarrollo equilibrado y con una racional distribución del ingreso. El Estado debe jugar un papel fiscalizador, regulador, planificador, promotor y orquestador, no abandonar la economía en manos del mercado, lo que implica democratizar el sistema político y producir un cambio profundo en las estructuras económicas y sociales nacionales, para resolver gradualmente los problemas sociales.
La crisis del Estado de Bienestar
Es necesario además que desde los mismos centros de poder hegemónico, se difunda como modelo político a seguir en la periferia, la “democracia participativa” que plantea varios requisitos fundamentales que los gobiernos deben cumplir, para que tengan acceso al financiamiento y créditos de las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Eximbank, entre otros. El conocimiento científico y teórico de la sociología política, la ciencia política y la filosofía política, plantea que el Estado de Bienestar está en crisis, por lo que es necesario llevar a cabo cambios y modificaciones en la función del Estado, reorientar sus objetivos de atención e interés que, actualmente atiende, hacia la sociedad, para fijarlos o enfocarlos al mercado. Se sostiene que el Estado, particularmente en los países periféricos, se ha saturado por el creciente cúmulo de demandas ocasionadas por un Estado Social interventor en la economía que ha querido responder a toda suerte de demandas ciudadanas, llevándolo a la ineficacia y a una gestión pública muy insatisfactoria que ha ido generando situaciones de inestabilidad, crisis y aún ingobernabilidad, como citaba Habermas.
La democracia en el verdadero sentido de la palabra es algo más que el ejercicio electoral. La verdadera democracia supone la participación en la toma de decisiones del país, y entre las decisiones más importantes están las que repercuten en mayor medida en la vida de la gente; las decisiones económicas. (Stiglitz,2003:6)
Debemos concebir una democracia con gobernabilidad y estabilidad suficiente que sirva e incluya en la toma de sus decisiones a los intereses de la gente. Hay que participar.
Publicado en “Hidrocálido” 01.06.2022