Afrodescendientes en Aguascalientes 2/3
Cuando he planteado la relevancia de los afrodescendientes en Aguascalientes durante el periodo colonial, las expresiones de los escuchas van de la sonrisa a la franca desaprobación, particularmente por la idea que se ha forjado durante muchos años de nuestra identidad hispanófila. De hecho, como lo he comentado anteriormente, mi interés por este tema comenzó durante mi doctorado en Tulane University, en Nuevo Orleans, en donde la clara presencia afroamericana me llevó a preguntarme sobre qué había pasado con la diáspora africana en la Nueva España.
Afortunadamente para la investigación histórica, los registros parroquiales de Aguascalientes además de encontrarse prácticamente íntegros desde sus orígenes a principios del siglo XVII, consideraron en los registros de bautizos, matrimonios y entierros las diferentes “calidades” u origen étnico de las personas a registrarse, lo cual nos permite analizar la diversidad. Ciertamente los registros pueden variar de acuerdo al párroco, porque la clasificación era a “ojo de buen cubero”, es decir de acuerdo principalmente a los criterios del sacerdote por lo que una misma persona podía ser registrada como mestiza en el bautismo, pero ser registrada como mulata o india (en terminología de la época) en el matrimonio, y regresar en el entierro a alguna otra terminología de “casta” como pudiera ser lobo. Esta aparente arbitrariedad, sin embargo, se puede dejar de lado si analizamos los registros en el largo plazo. Para mis estudios por ejemplo sobre “Resignificar el mestizaje…” integré los registros parroquiales, gracias al gran apoyo que me diera Enrique Alejandro Jiménez, de cerca de doscientos años (de principios del siglo XVII a 1800), con el fin de aprovechar las ventajas de la “historia serial”, es decir de registros de más de un siglo y que nos ayudaran a entender un fenómeno en toda su complejidad.
Así pues, integramos cerca de 200 mil registros para la parroquia de Aguascalientes, para tener una de las bases de datos más completa que se pueda tener para lo que hoy conforma un estado de la república. En este sentido, he utilizado estos registros como una suerte de laboratorio, de hecho, Aguascalientes se presta para estudios de microhistoria que permiten profundizar temas con preguntas globales que de otra manera sería complicado llevar a cabo para todo el país. Los datos que les presentaré forman parte de un estudio más amplio sobre la sociedad novohispana, y que están considerados en varias de mis publicaciones.
Además de los registros parroquiales existen las crónicas de época y los primeros Censos o Padrones que realizaron tanto la Iglesia (como el de 1648 que veremos), como el gobierno con fines militares de 1792 conocido como el Censo de Revillagigedo y que coordinara Félix Maaría Calleja para Aguascalientes. En el primero del año de 1648, un Padrón de “confesión y comunión” como se le conocía, contó 1006 personas en la parroquia de Aguascalientes, de las cuales sólo 68 eran españolas, 346 indígenas y 592 restantes de diferentes “castas”. En estas últimas se integraron mestizos (18), mulatos (100), negros (152) libres y esclavos, y cuatro chinos, además de 312 personas sin “calidad” o registro étnico que generalmente eran personas mezcladas de ahí que los consideremos dentro de las “castas”. Así pues, en este primer Padrón de la parroquia de Aguascalientes 58.8% eran de las “castas” con una gran presencia afrodescendiente, lo que cuestiona la idea de que en estas tierras no hubo más que unos cuantos esclavos negros. Al referirnos al concepto de afrodescendientes desde luego se incluye a personas libres y esclavas, y que desde muy tempranamente fueron el resultado de las diferentes mezclas con la población indígena y también española. Una tercera ráiz que será muy relevante incluso en poblaciones como las de Tierra adentro.
El término de “castas” es un concepto que se comenzó a utilizar para mostrar la diversidad y claramente en el siglo XVIII, como en el Padrón de Revillagigedo de 1792, representaba a las personas mezcladas y con una fuerte influencia afrodescendiente. Su más relevante representación serán las Pinturas de castas, a las cuales les he dedicado un libro “La Subversión barroca o de las Pinturas de castas”, y que pueden bajar libremente en la pestaña del Departamento editorial en la plataforma de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Pero antes de seguir con las Pinturas de castas habría que detenernos también en el otro gran Censo del periodo dedicado a Aguascalientes. Se trata como comenté del Padrón de Revillagigedo de 1792-93, el primer censo realizado de manera profesional (es de cir con personas encuestadoras que lo realizaron casa por casa) para todo el territorio de la Nueva España, aunque el de algunas regiones como el de Zacatecas se encuentran extraviados. No obstante, el de Aguascalientes es de una presición notable, ya que como lo comenté lo coordinó Félix María Calleja, quien años más tarde llegaría a ser virrey de la Nueva España. Este Padrón tiene de hecho una sección especial que incluye a “mulatos y otras castas” para mostrar su relevanica, ya que habría que recordar que el censo fue realizado para detectar a personas que se pudieran integrar a las milicias. Y vale la pena señalar que buena parte de las milicias en la región estuvieron conformadas precisamente por “castas”.
De acuerdo con los datos de este Padrón de 1792 para la Subdelegación de Aguascalientes, el total de “Mulatos y otras castas” era de 7,076 personas, lo que representaba el 28% del total de la población. Llama la atención que este alto porcentaje no haya llamado la atención de los historiadores, ya que muestra por sí mismo la relevancia de la presencia afrodescendiente en la región. No obstante, historiadores y en general personas enteradas siguen siendo muy escépticos al respecto, por lo que frecuentemente me preguntan pues en dónde quedaron estas personas y sus descendientes.
Primero habría que señalar que la mayor poresencia de “Mulatos y otras castas” se encontraban en Haciendas y ranchos alrededor de la villa, y al interior de ésta fundamentalmente en el Barrio de Triana, en lo que es el actual Barrio de La Salud, con varias evidencias al respecto. La primera el Cristo negro del Encino, que en la versión más creíble es resultado de un obsequio de un “negrero”, es decir de un vendedor de esclavos en el siglo XVII. En el campo, el lugar con más afrodescendientes era el Partido de San José de Gracias con cerca del 40% de toda la población “Mulata y de otras castas”, al cual le seguiría el real de Asientos con el 15%. Todo ello en un censo de fines del siglo XVIII, lo que nos advierte nuevamente de una raíz prácticamente olvidada. En la próxima entrega hablaré de la importancia de esta ráiz en el proceso mismo del mestizaje.
San José de Gracia, Aguascalientes.