Cuando la luna nos escuche

Son las 10 de la noche… alcanzo a ver por mi ventana el resplandor de la luna que me indica que pronto será la media noche.
¿Me pregunto si ella estará viendo la luna igual que yo?
Porque estoy seguro que es la misma luna la que refleja su resplandor al mismo tiempo en mí y en ella.
Separados por la distancia, aunque la luna no sepa de eso. Su poder es tan impresionante, que no hay imposibles para esa luna que deja ver su rostro pálido cual si fuera solo una vendimia de un color blanco débil, que regatea su luz únicamente para probarle al sol que los amantes prefieren reunirse bajo la luz de la luna, que bajo los cálidos rayos del sol.
Pareciera un celo profesional, donde la luna se oculta al salir el sol, y el sol se oculta al salir la luna, ya que hay una leyenda que dice, que alguna vez el sol y la luna fueron castigados por la diosa Afrodita, y condenados a no poder jamás volver a estar juntos.
Desde entonces, la luna brilla pálidamente… llorando… dando una sombra de protección a los amantes, intentando esconder a todos ellos de la ira de la diosa Afrodita.
Porque todos alguna vez miramos al cielo, algunos con el corazón enamorado, algunos otros con el corazón herido… otros con el alma media muerta… media viva…
Buscando e implorándole a la luna, que te diga si los dos están mirando al mismo tiempo la luna… para saber si ella te recuerda.
Pero en ese momento de soledad, solo alcanzas a visualizar su rostro, en medio de la pálida luz de la luna, y solo alcanzas a ver borrones de vivencias pasadas que te dicen muchas cosas… y que no te dicen absolutamente nada.
Solo intentando una y otra vez, recordar de manera obsesiva cada detalle, cada segundo vivido, intentando no olvidar un solo detalle; como si quisieras aprender la posición de cada estrella en el universo, como si te fuera la vida en ello.
Porque toda obsesión es un delito callado que cargamos en algún momento de la vida; donde sabemos que algunas obsesiones son realmente pecados que no deben salir a la luz jamás, pero calladamente las disfrutamos como si fueran un verdadero deleite culposo.
Donde pareciera que es un rincón de nuestra mente donde guardamos celosamente y bajo llave, todo aquello que no queremos que nadie más se llegue a enterar.
Y así vamos por la vida, atesorando vivencias y recuerdos, que conforme lleguemos a la vejez, solo serán leyendas contadas como hazañas, que en nuestra demencia senil, no sabremos si fueron verdad o mentira, donde cada recuerdo será acariciado amorosamente por un par de manos arrugadas por el trabajo y el paso de los años… sentados quizás al lado de una puerta desvencijada; testigo silencioso de mucho años de vivencias, donde vio entrar y salir muchas personas de tu vida…
Manos temblorosas y arrugadas que solo podrán ver en el aire, figuras silenciosas en las nubes, que ya no están más ahí, y que se desvanecieron como la bruma de la madrugada para dar lugar a otro tiempo, a otro espacio, a otros sentimientos nuevos que jamás pensaste volver a sentir… que creíste que jamás llegarían.
Y te transportas inmediatamente al presente, dejando de imaginar el futuro y dejando ya de vivir una y otra vez vivencias desaparecidas; respetando las canas de un señor llamado “pasado”, dejándolo morir dignamente en tu mente y en tu corazón.
Sigo aspirando el humo de un cigarrillo, mientras trato de hilar ideas y recuerdos que llegan a mi ser momentáneamente, y que tratan de escapar en un afán de ser libres de mi mente… Cual si fueran dueños de sí mismos… como si no quisieran ser presos de la cárcel que habita en el fondo de mí ser, en un afán desesperado de querer cobrar vida para intentar ser estos, los dueños de mi mente, a veces lográndolo… a veces siendo yo quien los controla.
Miro a través del cristal del vaso donde bebo un escoces y se abre otra puerta tridimensional en mi mente, donde llegan reflejos que me hacen recordar…
Y vuelvo a vivir… y vuelvo a morir… y vuelvo a renacer… repitiendo el círculo virtuoso cada vez que recuerdo tu mirada, tus ojos, tu sonrisa…
Escuchando como martillo en mi cabeza, música creada con las notas más complicadas de pensamientos que no tenían sentido… pero con el paso de los días se fueron transformando en obras de arte que serían el tormento del mismísimo Vivaldi, mientras escucharía con rencor dicha melodía soportando pinceladas de arte auditivas, sentado en un sillón, mientras trataría de comprender algo que simplemente no podría comprender.
¿Y quien podría ser capaz de comprender semejante locura generada en la mente de alguien que no piensa como los demás?
Quien podría ser capaz de no juzgar semejantes cuadros mentales surrealistas e impresionistas donde se asoman los espíritus de Salvador Dali y Vincent Van Gogh?
Mientras en ese mundo, inventas un juego de póker, sentados en una mesa donde Salvador Dalí mira con desdén cualquier intento mío de recrear sus cuadros, donde Gala dejaría de ser el centro del universo, y me mira con cierta compasión, entendiendo que mi sentimiento superó cualquier expectativa que sería imposible de ser atacada por alguien que vivió la misma bendita obsesión… y se rinde ante un juego perfecto, donde sabe que ahí, jamás podría ser el ganador.
Llega la noche, son las 12 con 33 minutos; y termino el cigarrillo que tenía en mis manos.
Solo termino de escribir, y me quedo impávido viendo el teclado esperando que fluyan más palabras…
No puedo hacerlo… lo que me falta por escribir quiero llevarlo hoy a mi almohada, y guardarlo una vez más en el fondo de mi mente, en esa caja fuerte, bajo llave; donde he guardado durante 4 décadas, tesoros inimaginables.
No se…
Quizás algún día, alguien pueda abrir esa caja fuerte; donde se esconden más que pensamientos y recuerdos… donde se esconden tatuajes y pinceladas de poesía que jamás le dije a nadie…
No lo sé.
QUIZAS… quizás algún día.
As Salaam Alaikum
Nos leemos la próxima semana.