Educar el rostro y el corazón (In ixtli in yollotl)

Educar el rostro y el corazón (In ixtli in yollotl)

Salvador Camacho Sandoval y Araceli Suárez Aroche

“No te dejes atraer sólo por el pasado indígena; piensa también en el presente. Lucha al lado de los pueblos nativos hasta hoy marginados pero que mantienen vivas sus lenguas y sus identidades culturales”.

Recomendación que le hizo el arqueólogo y antropólogo Manuel Gamio (1883-1960) a Miguel León Portilla, historiador, filósofo, escritor y diplomático (1926-2019).

Una idea que se realiza

En el marco del 51° aniversario de la creación del Centro Regional de Educación Normal de Aguascalientes (CRENA), fuimos invitados a participar, el viernes 20 del presente mes, en la presentación del libro del director fundador de esta institución, el maestro Netzahualcóyotl Álvarez Zamora, Características de la educación entre los aztecas. El libro comenzó a fraguarse gracias a la iniciativa del Dr. Netzahualcóyotl Álvarez Carmona, hijo del autor. Un día nos llamó y nos dijo que quería rescatar la tesis de maestría de su papá, que había escrito en la Universidad de Guanajuato. Así también, se comunicó con el profesor Rogelio Guerra; eso fue hace un año, aproximadamente.

Descripción generada automáticamentePortada diseñada por Araceli Suárez Aroche
Portada diseñada por Araceli Suárez Aroche

El Dr. Álvarez falleció en diciembre de 2022 y no pudo ver concretada su idea. Por esto mismo, la presentación del libro tuvo una relevancia y un significado especial para muchos que fueron afortunados de contar con su amistad y porque su papá lo presentó en la escuela normal donde fue director hace 51 año.

En la presentación se comentó que era muy importante que el libro se presentara en una institución de educación superior y formadora de futuras y futuros docentes de educación básica, quienes, como sabemos, tienen que formar a sus estudiantes en valores, tales como la inclusión, el respeto, la solidaridad y la reivindicación de la cultura de los grupos indígenas que habitan a lo largo y ancho del país.

También se mencionó que investigar la historia del pasado indígena de México ofrece la oportunidad de conocer con mayor objetividad una parte muy importante de nuestras raíces como mexicanos, asumiendo que la historia ayuda a construir y fortalecer identidad, usando como fuente un pasado, ciertamente, glorioso y, en muchos sentidos, ejemplar.

Un pueblo floreciente

El pueblo mexica, también llamado azteca, fundó Tenochtitlan en el siglo XIV y sobre él se creó el centro político y económico del Virreinato y, finalmente, la capital de la República mexicana, una ciudad cosmopolita que hoy sobresale en el plano internacional, aunque opaca, en varios sentidos, a las ciudades capitales de los estados.

Participantes en la presentación del libro en el CRENA
Participantes en la presentación del libro en el CRENA

De los aztecas se sabe que formaron parte de una sociedad bien organizada, productiva y también bélica, gracias a lo cual pudieron someter a los pueblos a sus dominios. Frente a la violencia de su poderío hegemónico existió, en contraste, una cultura rica y profundamente espiritual entre la población, que maravilló y sigue maravillando a muchos. De esta realidad, el historiador y filólogo Ángel María Garibay escribió que, a partir de cantos y poemas bellos, nos hemos podido dar cuenta de aspectos de su vida, como la concepción que tenían del destino de las personas y su conexión íntima con la naturaleza y el cosmos, dentro de una divinidad propia.

La experiencia personal de León Portilla, como académico, es un caso digno de mencionar, porque al estudiar la cosmovisión mexica le impactó tanto que dio un giro a sus actividades como investigador. Así describe su trayectoria profesional:

Los interrogantes acerca del existir en el tiempo; la flor y el canto como camino para expresar lo verdadero en la tierra; la idea de la divinidad como Nuestra Madre, Nuestro Padre; el arte en cuanto fruto de diálogo con el propio corazón endiosado; la sabiduría moral de la Antigua Palabra…, sin proponérmelo, me llevaron a conjugar filosofía e historia y también a discurrir en la antropología cultural.

El libro del maestro Netzahualcóyotl Álvarez Zamora abreva de esta tradición y se suma a las inquietudes por conocer y comprender una parte de la cultura mexica, que es muy importante: la educación. El autor tuvo una lectura cuidadosa de varios libros clave, especialmente los de Fray Diego Durán, Fray Toribio de Motolinía y Fray Bernardino de Sahagún, tres sacerdotes españoles que llegaron al “Nuevo mundo”, se maravillaron y se interesaron en comprender la vida de los indígenas. De sus libros, el maestro Netzahualcóyotl, ligado a su vocación docente, buscó aquello relativo a la educación de los mexicas. También se apoyó en la obra de Miguel León Portilla y otras fuentes secundarias.

Este interés del maestro Netzahualcóyotl no es de extrañar, porque el mundo indígena sorprende por muchas razones, tal como sorprendió a los españoles cuando vieron y entraron a México – Tenochtitlan. Una muestra de ello son las palabras de emoción del cronista Bernal Díaz del Castillo cuando llegó a este extraordinario lugar. Esto es lo que escribió:

Y de que vimos cosas tan admirables, no sabíamos qué decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, e veíamos todo lleno de canoas, y en la calzada muchos puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de México, y nosotros aun no llegábamos a cuatrocientos cincuenta soldados.

La visión y opiniones de los conquistadores sobre el lugar al que habían llegado seguramente se extendieron hasta la península ibérica, y no era para menos, puesto que sus habitantes se habían distinguido por construir una ciudad ordenada y limpia, habitable y transitable, nada más y nada menos, que en medio de un lago de grandes dimensiones: el lago de Texcoco. La proeza ingenieril y la traza urbana impresionaron mucho a los conquistadores y también se sorprendieron por las formas de vida y las creencias de estas personas.

La educación: entre la guerra y la espiritualidad

El libro del maestro Netzahualcóyotl Álvarez inicia, precisamente, con una excelente cita de Joseph de Acosta, que vivió en la segunda mitad del siglo XVI y que da cuenta de cómo las mamás indígenas trataban a sus niños pequeños. Estas son las palabras de este jesuita y científico español: “Ninguna cosa más me ha admirado ni parecido más digna de alabanza y memoria, que el cuidado y orden que tenían los mexicanos en criar a sus hijos”.

Desde una concepción amplia de la educación, la cual no sólo trata la transmisión de conocimientos, sino lo que hoy llamamos “formación en valores y actitudes”, “manejo de emociones” y “desarrollo de habilidades para enfrentar los retos de la vida cotidiana”, el autor va mostrándonos de manera clara los objetivos y características de la educación que niñas, niños, adolescentes y jóvenes recibían en la escuela, como también la educación que se adoptaba en la familia.

La formación en el hogar iniciaba desde el nacimiento de la persona, bajo la concepción de que “los niños y las niñas son muy amados de Dios”. En medio de rituales especiales, los hijos se iban incorporando a normas y se les iba preparando para su juventud y adultez, según su origen social, pues no era lo mismo ser hijo de la élite sacerdotal y gobernante que ser hijo de labrador, pescador o guerrero. De igual manera, la educación se diferenciaba por edades y también si se era hombre o mujer: al varoncito recién nacido el sacerdote le ponía en su mano una espada pequeña y a la niña le colocaban utensilios para hilar y tejer. La educación en casa reproducía los roles que más tarde desempeñarían en la sociedad, aunque la disciplina era rigurosa para todos, tanto en lo físico como en lo mental.

El respeto hacia la gente mayor, asimismo, era parte de este proceso de “aculturación”. Para el pueblo mexica, las y los ancianos eran personas sabias que debían ser cuidados por las familias y la sociedad entera. En casa, la o el nieto saludaba y daba parabienes a sus abuelos y, de igual modo, éstos sabían responder: “Nieto mío, piedra preciosa y pluma rica, me has hecho gran merced, ve próspero en tu camino”. Bernardino de Sahagún también recuperó algunos de los consejos que los padres inculcaban a sus hijos, entre los que destacan, precisamente, el respeto a los ancianos, como portadores de la tradición y la sabiduría:

Te conviene tener en la memoria –se les decía a los adolescentes- lo que nuestros mayores dijeron; el camino seguro por donde debemos caminar en este mundo es muy alto y estrecho; desviando a cualquier parte de este camino no podemos sino caer en profunda barranca.

Los valores involucrados en esta formación desde la niñez hasta la juventud eran: obediencia, humildad, agradecimiento, diligencia, honradez, discreción y laboriosidad, entre otros. Por esto mismo, se combatía la rebeldía, desobediencia, gordura, pereza, necedad… La educación consistía en formar a la nueva generación en los saberes que hacían grande a su pueblo, por lo que no era suficiente, como ya se dijo, transmitir conocimientos, sino también desarrollar habilidades y formar valores, es decir, había que ir a lo profundo del ser humano, a la espiritualidad, por eso se hablaba de llegar al corazón. La educación mexica asumía el principio nodal del ser humano que consistía en “dar fortaleza al corazón y al rostro”, “In ixtli, in yóllotl”.

La educación debía atender tanto la dimensión externa como interna de las personas, aun siendo niños, de manera que se les preparara para que fueran personas maduras, poseyendo un “corazón firme como piedra, resistente como el tronco de un árbol, hábil y comprensivo, y rostro sabio y dueño de sí”. Y este principio valía para la educación en la familia como para la que se tenía en las instituciones escolares.

El Telpochcalli y el Calmecac

El autor del libro recupera los objetivos y contenidos educativos de estas escuelas que los frailes españoles conocieron y registraron: el Telpochcalli, el Calmecac, el Cuicacalco y los “monasterios” formadores de sacerdotes, las cuales todas ellas tenían la función de formar a las nuevas generaciones para construir y consolidar una sociedad fuerte hacia dentro y de dominio hacia otros pueblos mesoamericanos. De ellos, el maestro Netzahualcóyotl nos explica cada uno, pero por razones de espacio, sólo aquí se apuntan dos.

Los telpochcallis (en náhuatl: casa de los mancebos) eran para la población en general y estaban bien distribuidos en la ciudad por barrios o calpullis. Para darnos una idea de sus objetivos, el autor refiere a Moctezuma Xocoyotzin, (un “rey supersticioso” que pensó que la llegada de Hernán Cortés era el retorno de Quetzalcóatl), quien ordenó, según lo refiere el fraile Durán, lo siguiente:

Que hubiese en todos los barrios escuela y recogimientos de mancebos, donde se ejercitasen en buenas costumbres, y en el ejercicio de guerra y trabajos corporales, en ayunos y disciplinas, en ejercitarse, en velar la noche, y que hubiese maestros y hombres ancianos que los reprendiesen y corrigiesen y castigasen y mandasen y ocupasen en cosas ordinarias, ejercicios y que no los dejasen estar ociosos, ni perder el tiempo y que todos estos mozos guardasen castidad con grandísimo rigor, so pena de la vida.

Los historiadores de la educación de aquella sociedad se han sorprendido de la disciplina tan estricta que se inculcaba en las escuelas. En una sociedad guerrera, sostenida por creencias religiosas naturalistas y sobrenaturales, la concepción de la vida y la muerte era tan particular que no es fácil comprenderla con la mirada del presente.

A su vez, el Calmecac (en náhuatl, calli casa y mekatl cuerda) estaba destinado a formar dirigentes, operaba a modo de internado y estaba integrado a los grandes centros ceremoniales al lado de templos, sobre todo de Quetzalcóatl. En ellos vivían niños, adolescente y jóvenes entre 10 y 20 años. En ocasiones podían asistir hijos de macehualtin, siempre y cuando hubieran mostrado “inteligencia y habilidades superiores”. Allí aprendían el tecpillahtolli (lengua culta y noble), los cuicatl (cantos de guerra, cantos de placer, cantos divinos, cantos de flores, cantos de privación y orfandad) y los tlahtolli, que se encontraban en los códices y que tenían que ver con “palabras divinas”, narraciones y cuentos, lenguaje esotérico, “antiguas palabras”, “palabras acerca de los destinos”.

Tanto en los telpochcallis como en los calmecac, los profesores eran fundamentales, sin los cuales toda formación de las personas era imposible. Algunos de ellos eran sacerdotes y se le llamaba temachtiani, cuya misión era llevar a la práctica el principio ixtlamachiliztli o acción de fortalecer el corazón y dar sabiduría a los rostros ajenos. Ellos eran responsables de impartir y promover la formación para la guerra, pero también para inculcar la religión como principio base y ordenador de toda actividad individual, familiar y social. A los maestros de los calmecac se les exigía más y debían, por tanto, estar mejor preparados. Para llegar a serlo, debían ser evaluados y seleccionados por sacerdotes de altísima categoría, llamados Tetec Tlamacazqui o Tlaloc Tlamacazqui.

Nota final

El libro del maestro Álvarez Zamora, como puede comprenderse, es muy pertinente para que las y los estudiantes normalistas lo lean, pero también para quienes se interesen por conocer parte de nuestra historia nacional.

Como último comentario, queremos decir que el nombre mismo del autor lleva la impronta de su interés por estudiar la educación del pueblo mexica. Netzahualcóyotl evoca la historia del “Rey Poeta”, que escribió así sobre la amistad y la alegría. Y con esto terminamos: “Yo busco presuroso/ mi canto verdadero/ y así también busco/ a ti, amigo nuestro./ Existe la reunión/ es ejemplo de amistad… Como si fuera de oro,/ como un collar fino,/ como ancho plumaje de quetzal,/ así aprecio/ tu canto verdadero:/ con él yo me alegro…”.

Salvador Camacho Sandoval: Texto

Araceli Suárez Aroche: Revisión, diseño e investigación iconográfica

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

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