El delirante que destruyó el tiempo.

El delirante que destruyó el tiempo.

[bctt tweet=»El tiempo no existe, existen vulgares bípedos sedientos de placer, máquinas deseantes, neuróticos del sentido, creyentes sin religión,» username=»crisolhoy»]

 

El tiempo no existe

 

El tiempo no existe ¡Es una vulgar medición!  Existen los funestos relojes digitales, los segundos irreversibles, los minutos breves, las horas llenas de impaciencia y espera, los relojes son una trampa, jaulas de tiempo, brújulas de los actos, guías de la rutina despreciable y productiva.

La nostalgia impregnada en  las historias rotas de tantos viajeros silenciosos, la decadencia cotidiana, la certeza angustiante  de estar más cerca del inexorable final, mi esforzada mente queriendo medir, contar, controlar, organizar.

El tiempo no existe, existe este viaje vertiginoso, este instante más cercano al abismo, este terror al sufrimiento, la insatisfacción  crece dentro de mí como un cáncer al interior del alma, existe esta mala película que siempre tiene un final atroz, la muerte, esta existencia sin esencia que día con día enfrenta el punto de no retorno que resulta su  presente continuo.

Existen corazones rotos, deseos agónicos, botellas vacías, vidas sin el más remoto sentido para sus actos, existen vicios, actos fallidos, poetas  enfermos de nostalgia, vanidosos alérgicos al abandono y al desencanto.

El tiempo no existe, existen vulgares bípedos sedientos de placer, máquinas deseantes, neuróticos del sentido, creyentes sin religión, consumistas triviales. Nadie puede comprar otra vida por más dinero que tenga, el terror es la eternidad irreversible que resulta está existencia que padece de  aburrimiento e indiferencia crónica.

La vida es tan breve porque es insoportable, desgasta mi voluntad, apaga el brillo de cualquier mirada, siempre resulta de otro modo, desasosiego y fracaso están detrás de cada suspiro, de cada mirada fija en el horizonte que espera lo que nunca más sucederá, a quien ya no volverá.

Huxley afirmaba que este mundo es el infierno de otro planeta, seguramente los que lo habitamos en la historia de este demencial orbe somos los demonios.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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