El Dr. Alfonso Pérez Romo, un hombre sabio de gran gallardía
El Dr. Alfonso Pérez Romo fue un hombre sabio, de gran gallardía, audaz, tenaz y siempre firme, como un torero en el ruedo que triunfa hasta el final. Su luz era tan inmensa que iluminaba y acogía a todo aquel que se le acercaba, transmitiendo conocimiento, serenidad y alegría en sus corazones. Desde el 2016, que cursé el cuarto semestre de la licenciatura de Ciencias del Arte y Gestión Cultural (Una de las carreras diseñadas y creadas por el Dr. Alfonso Pérez Romo), fui la persona más afortunada de empezar a trabajar en sus proyectos, dentro del equipo que conformaban dos de sus más grandes amigos el Mtro. Arturo Silva Ibarra y la Mtra. Lorena Olvera de la Torre, como servidora social.
Con el tiempo, me convertí en su mano derecha, su asistente durante tres años en la Infoteca de la UAA. Durante siete años me di cuenta que siempre tenía plática que compartir, algunas anécdotas de vida, sobre todo temas actuales de la política, sociales, de salud, su fanatismo por la tauromaquia y otros tantos temas de libros que leía con frecuencia, como la búsqueda de la estética, la belleza, la poesía, el arte y la filosofía.
A pesar de las adversidades que le aquejaban con el paso del tiempo, el Dr. Alfonso constantemente se presentaba puntualmente a trabajar en su rinconcito de dicha y felicidad, que era la Infoteca, lugar para el arte y la cultura en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ese espacio se convirtió en su segundo hogar, en el que rara vez se ausentaba. Además, en el 2020 donó toda la colección de libros de su biblioteca personalizada, la cual empezó a recopilar desde temprana edad hasta su vejez, para todos los alumnos y maestros de esta Universidad. Dejó una herencia de todo un acervo de libros seleccionados de muchos e importantes temas, predominantemente de arte y cultura, siendo un aproximado de más de 7 mil libros.
Siempre, al llegar, se sentaba a crear nuevos proyectos. En estos últimos meses estableció mesas de diálogos y reflexión con diferentes temas actuales y un curso de “Historia para ciudadanos”, impartido por el Lic. Felipe Martínez Rizo, como parte del proyecto Helikón, que pretendió dejarlo establecido por muchos años. También se dedicaba a leer libros, hacer crucigramas y sopas de letras, entretenerse en su computadora con juegos intelectuales, ver su película favorita casi diario y videos de todos sus programas y entrevistas que le hacían.
Algo que me marcó mucho fue verlo contemplar desde su oficina, a través de los vitrales, el paisaje y la juventud, en el que se perdía por un momento disfrutando lo que veía y, quizás, recordando sus años de juventud. Al despedirse, siempre me decía que le daba mucho gusto ver el espacio lleno de tantos muchachos, se iba contento de verlos estudiando, a veces se quedaba algunos segundos viéndolos en la Infoteca. Y cito una frase que me dijo un día: “Vengo a disfrutar mis últimos momentos en este lugar que me hace muy feliz”.
El Dr. Alfonso no sólo era un hombre de buenos temas, también era muy buen cantante, músico bohemio, torero, médico pedíatra, amante de todos los niños, dibujante, escritor, poeta, cronista y autor de varios libros. También era buen lector y rector emérito, que realizó y estableció cosas muy buenas para la universidad. Una de ellas, por lo cual siempre le estaré agradecida, es que me permitió estudiar a las mujeres en la institución. Fue maestro, alumno y buen ciudadano.
Fue un hombre ejemplar en muchos sentidos. Como esposo, siempre recordando a su esposa. Constantemente observaba su foto y hablaba cosas bellas de ella. Como padre, dio ejemplos y amor a sus hijos. Como abuelo y bisabuelo fue generoso. Se convertido en un hombre lleno de mucha dicha y felicidad.
En sus últimos días, lo recuerdo feliz, activo y con muchas ganas de seguir haciendo más cosas para la Universidad. Lo hacía con mucho ímpetu, me contagiaba tanto que me emocionaba trabajar junto a él.
Hace algunos días, había hecho un texto para el libro “La segunda vuelta en Aguascalientes”, que coordina el Dr. Salvador Camacho Sandoval. Todo texto lo empezaba a pluma y papel, para luego dictarme en la computadora. Su texto habla sobre su acercamiento desde temprana edad con la fiesta brava, que fue uno de los temas más importantes que le marcó la vida. En este texto recordó con mucho cariño a varios ídolos históricos y a sus compañeros y amigos con los que convivió la tauromaquia; también comparte el comienzo por este gusto. Es un relato genuino, íntimo y profundo, que nos regala como parte de su vida esencial y el gusto de presenciar este rito hasta sus últimos días.
Cuando por fin quedó listo, estaba emocionado y muy contento para compartirlo, volteándome a ver sonriente. Caminó hacia la puerta y me dijo “Ya me voy, sólo ha eso he venido, porque tenía este pendiente, nos vemos hoy en la tarde, al curso” (Historia para ciudadanos, impartido por el maestro Felipe Martínez Rizo).
Esperaba alcanzar a llegar al curso, porque me comentó que esa misma tarde iba a una comida con la gobernadora Tere Jiménez. Ese día no alcanzó a llegar, porque se extendió el evento. Lo volví a ver hasta el día siguiente, el sábado 22 de octubre, en la mesa de diálogo y reflexión Helikon, con el tema “Cultura del envejecimiento”, impartido por la maestra Tere Ortiz. Días antes me había comentado que quería asistir y acompañarla. Ese día se llenó el lugar y los asistentes fueron muy participativos, compartieron anécdotas, un tema que estoy segura que el doctor se llevó muy presente, porque se sintió identificado con algunas cosas que mencionaban. Al final dijo “tengo mucho qué decir para esta charla; pero, todo lo que quería lo han dicho ustedes, yo ya no tengo nada qué decir, más que agradecer sus comentarios, que comparto con ustedes”.
Al finalizar, el Dr. Alfonso fue rodeado de tantas personas queridas, lo abrazaban, lo besaban y lo apapachaban. Personas fieles que siguieron sus cursos y proyectos.
Esa fue la última vez que lo ví, como si saliera triunfante, en hombros por la Puerta Grande. Después supe que se fue a una corrida de toros por la tarde, una corrida inigualable en la que jamás supe que existiría una así. Tocaron el Himno Aguascalientes, el Himno nacional, La pelea de gallos y la canción de Napoleón, “Vive”, todo muy esplendoroso. Ese día, al Dr. Alfonso le habían hecho una placa para colocarla en la plaza de toros monumental, un día inolvidable para él. Estoy segura. Estaba acompañado de la gobernadora, el presidente municipal y el cantante Napoleón, contemplando las faenas, los lances y los capotazos, la pantomima, el ambiente, la música, toda la emoción de la corrida de toros.
El domingo tuvo una reunión con su familia por la tarde. Hubo mucha alegría y convivencia. El lunes 24 de octubre se empezó a sentir mal por la mañana e inmediatamente fue atendido. Despidiéndose de su gran y hermosa familia y José Luis, su amigo fiel por más de 30 años. Después de algunas horas trascendió a otro lugar, con nuevas misiones y con otras personas. Él seguirá vivo en cada una de nuestras mentes y corazones, poniendo en práctica lo que nos enseñó en esta vida y ser personas de inspiración para otras personas.
Lo recordaré siempre hasta el final de mi vida, dedicándole cada uno de mis triunfos por el apoyo, amor y cariño que me dio siempre. El Dr. Alfonso se fue como tenía que irse, triunfante y disfrutando de sus más grandes pasiones hasta el final.