El filo oculto de la razón

El ser humano se enorgullece de su capacidad racional, de su habilidad para analizar y estructurar el mundo. La razón ha sido su aliada en la construcción de civilizaciones, pero también puede traicionar al corazón.
Los sentimientos fluyen sin filtros en los demás seres vivos, pero en el hombre, la lógica se interpone, cuestionando y anticipando riesgos. Lo que en principio es una fortaleza puede convertirse en un obstáculo. La mente disecciona los impulsos y encierra las emociones en una celda de dudas. La racionalización excesiva lo aleja de su esencia.
Los caballos son testigos silenciosos de este conflicto. Poseen una sensibilidad extraordinaria para percibir las emociones humanas. No requieren palabras para comprender el estado de ánimo de quien los acompaña. Un gesto mínimo, un suspiro contenido, una tensión imperceptible en los músculos bastan para que detecten la verdad que el propio individuo se niega a aceptar. No razonan como los hombres, pero entienden con una claridad que no necesita justificación.
En su mundo no hay máscaras. Un caballo responde con lealtad a la autenticidad y se aleja de la incongruencia. Su instinto lo lleva a reflejar lo que el humano siente en su interior, obligándolo a enfrentarse a sus propios fantasmas. En su nobleza y pureza emocional, ofrece una lección que la razón a menudo olvida: sentir no es un error, y permitir que las emociones fluyan no es debilidad, sino conexión con la vida misma.
El hombre, atrapado en su búsqueda de certezas, olvida que a veces la respuesta no está en un análisis meticuloso, sino en la capacidad de escuchar lo que el cuerpo y el alma intentan comunicar.
Los caballos, con su sabiduría instintiva, recuerdan que hay una verdad más allá de la razón. Nos invitan a confiar, soltar el control y reencontrarnos con la emoción sin temor. Son guías hacia una libertad que el pensamiento excesivo suele encadenar.

La fotografía mostrada en este espacio la tomé el 4 de enero de 2020 en el bosque de Los Cobos.
Más allá de la Mirada: Los caballos pueden sincronizar su ritmo cardíaco con el de los humanos. Estudios han demostrado que cuando una persona se encuentra en calma, el caballo refleja ese estado.
mariogranadosgutierrez@outlook.com