El Naufragio de las Civilizaciones
Lleva años advirtiendo del agotamiento de nuestras sociedades y del auge de la xenofobia, la intolerancia política y religiosa y el populismo, pero como muchos otros pensadores y activistas de nuestro tiempo también contempla el presente como una oportunidad -quizá la última-. ante un escenario global donde la pobreza se multimplica, las guerras galopan, el planeta decae, y la desigualdad amenaza como nunca con convulsionar más aún a las sociedades y las naciones, a la humanidad entera.
Presente hace unos pocos días en la FIL Guadalajara, el escritor Libanés Amin Maalouf habla de su libro “El naufragio de las civilizaciones”, editado por Alianza, y para recordar la historia se vuelve a preguntar si ha estado en lo cierto al decir que las tinieblas se extendieron por el mundo cuando se apagaron las luces de Levante. “¿No es acaso incongruente hablar de tinieblas cuando gozamos, mis contemporáneos y yo, del progreso tecnológico más espectacular de todos los tiempos; cuando tenemos al alcance de la mano como nunca antes todo el saber de los hombres; cuando nuestros semejantes viven cada vez más y con mejor salud; cuando tantos países de eso que fue ‘el tercer mundo’, empezando por China y por la India, salen por fin del subdesarrollo?”
Tal y como yo lo empleo, dice, “Levante”, designa el conjunto de los lugares donde las antiguas culturas del Oriente mediterráneo se codearon con las más jóvenes de Occidente. De esa intimidad estuvo a punto de nacer, para todos los hombres, un porvenir diferente. Si los ciudadanos de esas diversas naciones y los fieles de las religiones monoteístas hubiesen seguido viviendo juntos en esa región del mundo y conseguido cohonestar sus destinos; “la humanidad entera habría tenido por delante, para servirle de inspiración e indicarle el camino, un modelo elocuente de coexistencia armoniosa y de prosperidad”, refiere al hablar de su región de origen que es a la vez el origen de la civilización occidental.
Su expresión y el tono de su voz reflejan, temor y esperanza, cuando dice que no hay un solo día en que no le venga la misma imagen a la cabeza: un moderno transatlántico, considerado insumergible, avanza inexorablemente hacia el naufragio. “Y los pasajeros somos todos nosotros”, dice el escritor -Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2010-, en su último ensayo presentado en México en la Feria nternacional del Libro de Guadalajara.
Ahí, subraya la idea de que el fracaso de nuestra civilización viene de lejos, y recuerda que la gente tiene el sentimiento de que han sido robados, expoliados, de que hay una clase política incompetente y corrupta que les utiliza. “Tienen razón”, insiste, dejándonos la pregunta de en qué va a desembocar esta zozobra: “No lo sé” -responde-, y manifiesta esperar el surgimiento de dirigentes de todas las comunidades, con una visión diferente. “Siempre es más difícil para un movimiento espontáneo producir un liderazgo que expresar la cólera”.
Estamos en un mundo inquietante, en el que no hay mecanismos para salir de las crisis. Nadie tiene autoridad moral. No hay ninguna gran figura, ideología común, gran país que ejerza verdaderamente una autoridad moral. Nadie. El mundo va mal y acabará por salir de este periodo de turbulencias, pero supondrá tiempo, esfuerzo y sufrimiento, dice,
El elogio de la desigualdad
Amin Maalouf (Beirut, 1949), como Chomsky, como Sabater, como Pepe Múgica, como tantos otros advierte que; «El capitalismo está totalmente desatado y es necesario hacerle volver a una actitud más respetuosa hacia las personas», según ha dicho en un encuentro con los medios en el que ha advertido que el principio de igualdad como referencia ha caído poco a poco y ha comenzado, «el elogio de la desigualdad». El capitalismo señala, no necesita ya cuidar el aspecto social; “se ha convertido en un capitalismo a ultranza, a cara descubierta», una vez ha desaparecido la ‘amenaza’ de competir con el comunismo, añade.
Luego, amplia su concepto del título de su reciente libro; y dice que ese naufragio puede estar vinculado a las perturbaciones climáticas, e insiste en que pueden ocurrir “cosas extremadamente graves”. Enlista además en esas amenazas a la carrera armamentística, las enfermedades que pueden venir como una gran pandemia o una devastadora crisis económica.
Nací, afirma, “muy sano pero en brazos de una civilización moribunda”, y durante toda mi existencia he tenido la sensación de estar sobreviviendo, sin mérito ni culpabilidad, siendo así que tantas cosas a mi alrededor se convertían en ruinas.
¿Cómo hemos llegado a esto? Tal es la pregunta que me hago cada vez que me veo enfrentado a las siniestras convulsiones de este siglo, dice, y agrega: “¿Qué es lo que ha ido mal? ¿Cuáles son las direcciones por las que no habría habido que desviarse? ¿Habríamos podido evitarlas? Y hoy ¿es aún posible enderezar el rumbo?”, concluye Maalouf. En sus ojos, en su silencio, en el aire, quedan más preguntas que respuestas.
“Más vale equivocarse en la esperanza”
Queda para nosotros, hoy, aquí, la tarea de ser observadores y actores de un segmento social capaz de ir erosionando esa idea prevaleciente de que la polarización en México acabará por cancelar toda posibilidad de entendimiento entre maneras de pensar diferentes.
Vivir, caminar, crecer viendo como retroceden los sombríos episodios apocalípticos es el oxígeno que neesitamos frente a la cerrazón y el embate de las élites políticas y las corporaciones económicas, fundidas las más de las veces en un solo cuerpo con afanes avasalladores.
Hoy como nunca el horizonte del naufragio deberá dar paso a la única supremacia bajo la cual merece vivir, la de la Ley. Por otro camino sucumbiremos.
Para hoy entonces la tarea de frenar la catástrofe, el naufragio de nuestra sociedad, del país, del mundo, porque si: “Más vale equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación»,
* Publicado en el diario “Hidrocálido” 04.12.2019