El ratón Dillinger

El ratón Dillinger

[bctt tweet=»Dios si existe en su antropomorfa figura; sentado en su inmortal trono, trata a la humanidad como nosotros tratamos a los ratones; con absoluta insignificancia y hasta asco.» username=»crisolhoy»]

 

Decidí proteger al ratón Dillinger

 

Trabajaba en una bodega de materiales; aquí solo existía el polvo, la madera,  la construcción apresurada.

Un día de labores cotidianas, sorprendí a un ratón diminuto acabando con mi emparedado. En lugar de querer exterminarlo;  despertó en mí una sonrisa junto a mil recordatorios maternos sobre la “suciedad” de estos animales.

Decidí mimetizarme con el ambiente  y no ser un clásico representante de la especie que busca exterminar todo lo que no se vea bonito. Los diminutos ratones iban y venían hasta que decidí nominarlos.

El que tenía unos ojos más saltones y robaba  comida como un asaltante profesional; le llamé Dillinger; era un ente más agradable que los seres humanos definitivamente, un habilidoso y silencioso ladrón con cabeza gris y orejas grandes. Me di cuenta de  mi afecto hacía él, el día que voluntariamente le  coloqué un pedazo de comida  sin que necesitara atracarme. Todos los días pasaba por su cuota de alimento.

La conversación durante las horas de trabajo era casi imposible; los ratones tenían una rutina al parecer más divertida que la mía. Dillinger tenía mujer e hijos que lo esperaban en su hogar a diferencia mía; diario enfrentábamos los dos la  destrucción de nuestro universo, pero Dillinger parecía tener más energía y estilo que yo para enfrentarse al mundo.

Parecía como si nosotros los bípedos representáramos a un creador que después destruye todo al azar. Yo que he pensado tanto sobre Dios y su relación con el mundo, sobre la finalidad de la existencia, encontraba un parangón terrible entre nosotros los  bípedos y Dios. Al tener un poder para transformar, para crear, destruíamos todo a nuestro paso siguiendo nuestro sentido común, nuestro vulgar criterio de estética que se reduce a consumo y comodidad; producir dinero, objetos que después tengan un buen precio era nuestro único fin; los ratones no importaban, esta era la atroz semejanza que encontraba  con un Dios creador de la existencia que parece jugar con los humanos sin importarle mucho cuales queden exterminados o sin hogar.

Dios si existe en su antropomorfa figura; sentado en su inmortal trono, trata a la humanidad como nosotros tratamos a los ratones; con absoluta insignificancia y hasta asco.

Unos bípedos asalariados  transformábamos  toda la naturaleza  para nuestros fines ¿A quién de nosotros le importaba un sucio ratón y su progenie? A ritmo acelerado destruimos y construimos, lo que no sea valioso debía ser removido y exterminado.

Yo protegí a Dillinger durante meses; hasta que un mal día; encontré su cuerpecito aplastado y expuesto; como un perro callejero al que le aventaron encima cal para evitar el hedor, procuré hacerle un funeral como el que espero alguien me conceda.

Lo enterré, recordé palabras que solía pronunciar a Dillinger;   cité como oración una frase de un inmenso filósofo que admiro, Nietzsche dijo:

“La moral tiene criterios estéticos; si mato a una mariposa soy un criminal, si mato a una cucaracha soy un héroe”. Lo que la humanidad entera llama comodidad estética, está llena de pequeños exterminios en función de su comodidad burguesa, en nombre del progreso; la humanidad entera en su crueldad; puede exterminar la naturaleza sin que nadie alegue un holocausto.

¡Son sucios ratones!, es prudente exterminarlos para que vivamos bien, así con cualquier funesta plaga que nos estorbe. Hasta que un grupo de bípedos perversos llevaron esta lógica para con sus rivales políticos; y causaron un holocausto terrible el siglo pasado.

¿Me comparo con un sucio ratón? La sociedad de mi tiempo no parecía darme más importancia, ni tener mayor consideración para mí; tristemente así nos tratamos entre desconocidos, con la indiferencia que profesamos a un ratón que  muere; eso representan los millones que luchan en libertad por su sobrevivencia para los demás, ratones que deben morir si no colaboran con el progreso de la sociedad. Humanos de primera, de segunda, de tercera. Animales que merecen ser alimentados como un perro bonito que vive en un hogar; animales que merecen el exterminio como un ratón sucio.

La diferencia entre tener un hogar y vivir entregado a tu suerte y tus méritos, las diferencias son el motivo de mis metáforas, de mis pensamientos, de mis versos.

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Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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