La codicia por el poder (y el dinero) en Aguascalientes, 1926-1932
“La codicia arraiga hondo y crece con raíces más perversas que la lujuria, flor de verano”.
— William Shakespeare
Nota introductoria
Hace tres décadas realicé una investigación sobre la historia de la educación en Aguascalientes en la época posrevolucionaria, desde una perspectiva social y política, y llegué a conocer, sin proponérmelo, disputas de líderes políticos que poco se conocen en la actualidad. Por esta razón, hoy quiero compartir esa información.
Mis fuentes son diversas: informes de gobierno, libros especializados, periódicos de la época, documentos de archivos (Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes, Archivo Histórico de la SEP y Archivo General de la Nación) y algunas entrevistas a quienes en ese entonces vivieron.
Revisando aquellos acontecimientos, reflexiono sobre las luchas a muerte (literalmente) por el poder. Y lo hago también desde el presente, al analizar las pasadas (y pesadas) elecciones en el país y, recientemente, la decisión de endeudar a los aguascalentenses con ¡62 mil millones de pesos! hasta por 30 años. Un dinero que ya es codiciado por inversores privados y gente en el gobierno. Bien lo dijo un agudo analista, la lucha es por las tres P: PODER, PROPIEDAD Y PRESTIGIO.
¿Dónde quedan los principios e idearios políticos y sociales? Será cierto que la moral es el árbol que da moras, como lo dijo Gonzalo N. Santos, un político cínico, corrupto y matón mexicano. La pregunta sigue en pie: ¿Por qué tanta avidez de personas y grupos por llegar a ser dirigentes en el gobierno?
Aquí la historia.
Maximato hidrocálido
Uno de los principales sucesos políticos con importantes repercusiones en Aguascalientes fue la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929. Con tal acontecimiento se creaban las condiciones para evitar la inestabilidad política y superar la crisis económica en el estado, que era reconocida, en sus informes, por los gobernadores en turno: Francisco Reyes Barrientos, Isaac Díaz de León, Benjamín de la Mora y Manuel Carpio (ver periódicos oficiales, 26-IX-1926, 25-IX-1927, 23-IX-1928 y 23-IX-1929).
Entre 1926 y 1929, la guerra cristera en el país y, particularmente en Aguascalientes, contribuyó a incrementar la crisis económica, la inestabilidad política, el caos administrativo en el gobierno y el descontento popular.
Según el historiador Andrés Reyes Rodríguez, oficialmente el PNR en Aguascalientes quedó constituido el 9 de diciembre de 1929, durante una asamblea a la que asistieron 100 personas, que eligieron a Miguel G. Ramos y a Carlos Quevedo como presidente y vicepresidente del partido, respectivamente. Las agrupaciones políticas que se fusionaron para integrar el PNR fueron: el Partido Independiente Aguascalentense, dirigido por Rafael Quevedo; el Partido Felipe Carrillo Puerto, encabezado por Manuel Carpio, y el Partido Revolucionario Ferrocarrilero, presidido por Miguel G. Ramos. Un destacado dirigente de las dos primeras organizaciones lo fue Isaac Díaz de León.
Rafael Quevedo había impulsado el partido en el estado y había representado a la entidad en la asamblea nacional constitutiva del partido. Era el líder máximo de la Revolución en el estado y a su voluntad se movían los hombres del gobierno local. Guardadas las proporciones, se reproducía el esquema del poder que ejercía el expresidente Plutarco Elías Calles, “jefe máximo de la revolución”, con los presidentes que controló entre 1928 y 1934: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez.
Cuando llegó a ser jefe del ejecutivo, el poder de caudillo de Rafael Quevedo se incrementó y su autoritarismo fue uno de los rasgos que lo hicieron impopular y lo eliminaron del panorama político, según entrevistas realizadas a Alejandro Topete del Valle, Arturo Carreón Díaz y Benito Palomino Dena.
Pero en 1930, cuando llegó al poder, ¿cuál era la situación económica y social de Aguascalientes y cuáles fueron los cambios que se suscitaron al finalizar la década?
El escenario
La población total del estado en 1930 era de 132,900 habitantes. La mayoría de la población económicamente activa todavía se dedicaba a la agricultura, la ganadería y la cría de animales pequeños, según los censos de población
De las actividades industriales, la población dedicada a la industria metalúrgica en 1930 era menor que en años anteriores, no así la población que trabajaba en los talleres de ferrocarriles. La modesta industria cervecera, en 1930, había decaído notablemente y se mantenía constante el aumento del personal en las actividades de construcción, debido al proceso de urbanización de la ciudad capital. Eran de estimarse también las empresas de hilados y tejidos, de ropa y sombreros, y de calzado y guantes.
La Gran Fundición Central, que había propiciado el empleo y dinamizado parte de la economía regional, desaparecía de manera abrupta, dejando tras de sí inestabilidad económica y social. Por su parte, las empresas de ferrocarriles, Luz y Fuerza y La Perla seguían activas y se erigían como las principales compañías que presenciaban a su alrededor la desaparición y el surgimiento simultáneo de pequeñas y medianas empresas.
De las organizaciones obreras, las ferrocarrileras seguían siendo la principal fuerza del movimiento de trabajadores en el estado. Ellas fueron impulsoras destacadas de las demandas de la Cámara del Trabajo de Aguascalientes (CTA), influyeron en la formación de nuevos sindicatos y participaron en sus luchas laborales. No pocos ferrocarrileros llegaron a ocupar cargos directivos en la administración pública.
Todavía a finales de los años veinte, una gran parte de agrupaciones de trabajadores pertenecía a la CROM por medio de la Federación de Sindicatos de Obreros y Campesinos de Aguascalientes (FSOCA). Para 1929, en el pequeño estado estaban registradas en el Departamento de Trabajo 34 organizaciones sindicales, 16 eran sindicatos agrícolas (no se confunda con agrupaciones ejidales o campesinas), ocho pertenecían al ramo de transportes terrestres, una al minero, dos al de alimentación, dos al de oficios varios, una al de ciencias y arte, una al de construcción, una al de fuerzas físicas (sic), una al comercial y una al de comunicaciones. Varios de estos grupos participaron en la creación del PNR y apoyaron la candidatura de Rafael Quevedo para gobernador.
La lucha permanente
Una vez en el poder, Quevedo, el exempleado de hacienda, reconoció la agitación de los obreros y, durante sus dos años en el gobierno, tuvo que enfrentar los problemas de los ferrocarrileros que habían sido afectados por la gran depresión. En el estado, como ocurría en otras partes del país, habían despedido a trabajadores y se habían generado graves problemas en el pago de salarios. Según el Partido Comunista Mexicano, los despedidos eran principalmente los trabajadores vinculados a las organizaciones de oposición.
También la minería resintió los efectos de la crisis y, a pesar de los intentos del gobierno federal por mantener en actividad las empresas y atender las presiones obreras, en 1931 las minas del municipio de Asientos fueron cerradas junto con otras industrias de extracción.
En el campo, la situación también era crítica, el gobierno estatal no podía hacer casi nada, sobre todo si la política agrarista de la federación no le favorecía. Quevedo, en 1930, informó que se habían repartido aproximadamente 5,000 hectáreas a los campesinos y, poco tiempo después, la Comisión Nacional Agraria daba por terminado el reparto agrario por orden del presidente Pascual Ortiz Rubio, quien recibía las presiones del embajador norteamericano y el grupo de terratenientes agrupados en la Cámara Nacional de Agricultura.
La medida estaba lejos de responder a las necesidades agrarias y era falso que el problema del campo estuviera resuelto, muestra de ello era que durante los primeros años de la década de los treinta numerosos grupos de campesinos continuaron demandando tierras, y que, de las 2,661 propiedades agrarias existentes en 478,000 hectáreas, el 97.6 por ciento eran privadas y sólo el 2.4 por ciento ejidales.
La crisis también había provocado un «desnivel económico» en la hacienda pública, que Quevedo concebía como el más delicado de los problemas habidos en las actividades agrícolas, mercantiles e industriales. A muchos trabajadores del estado, entre ellos los maestros, se les debían hasta seis quincenas de sueldos, una realidad que desmentía los dichos de que la educación era importante para el gobierno del estado y la federación.
La crisis económica, el descontento popular y la debilidad del quevedismo, propiciaron la consolidación de organizaciones obreras y campesinas y la restructuración del PNR. Las elecciones locales estaban cerca y la oposición al grupo quevedista representaba un hecho relevante. En la lucha por las curules, algunos ciudadanos se quejaron con el presidente de la República por las arbitrariedades cometidas por los quevedistas. En esa ocasión, a pesar de la existencia de dos partidos de oposición, el PNR llevó a Rafael Quevedo a la Cámara de Senadores y a Pedro Quevedo y Juan G. Alvarado a la de diputados federales.
En las elecciones para gobernador las cosas cambiaron, la convención del PNR para elegir candidato fue controlada por un grupo radical dirigido por el ferrocarrilero Pedro Vital, presunto simpatizante del Partido Comunista Mexicano, quien, junto con el profesor Octaviano Arvizu y con Zeferino Mares, apoyó la candidatura del coronel y doctor Enrique Osornio Camarena, un hombre vinculado al presidente de la República e hijo de quien fuera médico de Álvaro Obregón.
El otro candidato era el recién nombrado diputado federal Juan G. Alvarado, exsuperintendente de los ferrocarrileros en la división del centro. El grupo antiquevedista llegó a controlar el PNR local y a verse favorecido por Calles, que pretendía no perpetuar a los viejos políticos en los estados, so pena de que las gubernaturas llegaran a ser controladas por la oposición.
La contienda electoral fue agitada y participativa. Pedro Vital era el “alma del movimiento osornista” y representaba la fuerza de los ferrocarrileros, que se veían favorecidos con el apoyo que el presidente Abelardo L. Rodríguez le daba a su presunto pariente Enrique Osornio Camarena. Por otro lado, el gobernador J. Guadalupe Zamarripa (quien estuvo en el cargo menos de un año), los diputados quevedistas y el mismo Rafael Quevedo apoyaban directamente la candidatura de Alvarado.
Durante la campaña se dieron movilizaciones populares que encendieron los ánimos en ambos bandos y provocaron enfrentamientos que dejaron como saldo la muerte de varias personas. Sobresale el enfrentamiento multitudinario del 6 de julio de 1932 en el Templo de la Purísima, varias muertes en un mitin afuera de la empresa La Perla y un asesinato cometido a un líder del municipio de Jesús María.
Al finalizar la contienda, los resultados favorecieron a Enrique Osornio por una gran ventaja. La influencia del presidente de la República seguramente tuvo su impacto en la definición del rumbo político de la entidad.
Antes de tomar posesión, el gobernador electo apoyó al exlíder de los carpinteros del ferrocarril, Pedro Vital, para que fuera presidente del municipio de la capital, por lo que la lucha contra el quevedismo y la violencia continuaron. Al igual que Enrique Osornio, Pedro Vital fue amenazado de muerte por varios policías que entraron violentamente a su casa. Corría el rumor de que en el supuesto plan estaba involucrado el cristero José Velasco.
Vital pudo llegar a la presidencia municipal pero sólo duró un año y meses, pues el mismo Osornio, respaldado por los militares, le quitó el puesto. Dos eran las causas principales: la presión de los diputados quevedistas que controlaban la cámara local y el izquierdismo de Vital. Esto fue posible también porque Enrique Osornio era un gobernante moderado, obediente de las directrices de la federación, sin lazos fuertes con los vitalistas y desligado del callismo a ultranza. No era tampoco un proclerical como algunos lo calificaban.
Su posición frente a Vital y seguidores era necesaria, pues no podía compartir el poder con un «líder natural» que independientemente de su anticlericalismo «tenía más arraigo popular que el mismo gobernador». Vital le había dado a Osornio el apoyo de masas que por sí mismo no podía lograr. Una vez en el poder, Osornio ya no lo necesitaba.
Hasta aquí la historia.
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Salvador Camacho Sandoval es maestro en Investigación Educativa por el DIE-CINVESTAV-IPN y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago. También es autor de varios libros, entre ellos: 1) La luz y el caracol. La universidad, un espacio de estudio, lucha y placer; 2) La temible sexualidad. Las reformas educativas en México y libros en debate, y 3) ¡Libros sí (también rock) bayonetas no! Rebeldía política, contracultura y guerrilla, 1965-1975. Fue presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación y trabajó en la administración pública durante nueve años. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y del Seminario de Cultura Mexicana.