La tiranía de las mayorías

La tiranía de las mayorías

El triunfo arrollador de Morena y aliados puede leerse, como lo han dicho los publicistas de dicho movimiento, como la consolidación del régimen iniciado por el actual presidente. Incluso, la idea del “carro completo” volvió a aparecer en algunas de las declaraciones de los dirigentes ganadores. No obstante ser una terminología del viejo partido hegemónico, la idea del “carro completo” había sido lanzada por el propio presidente y después por su sucesora, de tal forma que sorprende la forma en que el pueblo bueno cumplió la promesa de la encuesta Enkoll, publicada en el diario El País, de una diferencia de 30 puntos entre las candidatas a la presidencia .

Desde inicios del sistema democrático liberal a principios del siglo XIX, ya Tocqueville había definido la “tiranía de la mayoría” como uno de los mayores riesgos de la novedosa democracia estadounidense. Tiranía que consistía básicamente en la posibilidad de controlar el ejecutivo, el legislativo y el judicial, además de la opinión pública, sin la necesidad de acabar con el régimen democrático. Tiranía que se manifestaría en la opresión de las minorías dado que lo importante era el control del mayor número de votantes, sin importar la rectitud o el buen gobierno. El riesgo de ello es que las minorías “se sentirán tan oprimidas, decía Tocqueville, que apelarán a la fuerza para enfrentar la omnipotencia de las mayorías”. Es decir , el riesgo de que se acentuara la polarización sería cada vez mayor. En estas elecciones de “carro completo”, pareciera pues que el régimen que se ha establecido es el de la “tiranía de las mayorías”.

Porque una de las explicaciones de este proceso electoral tiene que ver desde luego con la planeación de una “elección de Estado”. En mi anterior artículo, titulado “Incertidumbre” como parte de toda democracia, mencioné que no vivíamos todavía una “elección de Estado” ya que algunas instituciones, como el propio Instituto Nacional Electoral (INE), todavía funcionaban y que esperábamos que los diferentes actores involucrados en sus tareas pudieran sacar a flote al órgano electoral. Lamentablemente no sucedió así.

Debo mencionar que como presidente de casilla en la contienda electoral, pude observar cómo los servicios de coordinación que hacían del INE una institución ejemplar, para que las y los ciudadanos participáramos libremente, se vieron seriamente dañados por la improvisación, por las deficientes capacitaciones, por la mala calidad de los materiales (las boletas para presidente no podían desprenderse por la falta de punteado), por la errónea selección de los lugares en donde establecer las casillas, en fin, por el interminable proceso de conteo dado el enorme papeleo de algo que es necesario simplificar, temas todos que lamentablemente ahora será cada vez más difícil atender.

La “tiranía de la mayoría” se ejerce de hecho sin romper completamente con la ley, se quedan las instituciones pensadas para ejercer controles y límites al poder despótico, pero se vacían de contenido debilitando su capacidad para cumplir con lo establecido por la normatividad. Ejemplos de ello los tenemos en diversas instituciones otrora con un grado mayor de autonomía, como La Comisión de Derechos Humanos, el INAI, etc. Por lo que el poder termina cada vez más centralizado y despótico.

Pero lo más preocupante de esta elección ha sido el papel de los partidos que conformaron la alianza “Fuerza y corazón por México”, lo que de alguna manera confirma que la oposición no supo estar a la altura del reto que se presentó. Lo que revelan los resultados de la elección ha sido precisamente la falta de trabajo en calles y colonias, a ras de tierra como se dice, ya que efectivamente las elecciones se ganan con votos y no en las redes. El desastre de las dirigencias de los tres partidos de esta oposición, representada en la captura por un pequeño grupo de los recursos y capacidades de toda una institución, impidiendo con ello el surgimiento de nuevos liderazgos sociales, ha terminado por dar la razón a la crítica de las “oligarquías” que se han apoderado de las fuerzas políticas. Será necesaria toda una reorganización de las fuerzas políticas, ya que sin una clara oposición la “tiranía de las mayorías” está por consolidarse.

Ya Platón mismo había reflexionado sobre la tiranía como un exceso del principio democrático, ya que transforma la libertad en servidumbre en donde el tirano es aclamado como defensor del pueblo, en contra de la oligarquía, con un poder cada vez más ilimitado. Por su parte, para Aristóteles el poder de la tiranía se distingue de la monarquía porque presenta los defectos de la democracia, como suprimir a los ciudadanos sobresalientes, en función de la permanencia del propio tirano y su grupo de poder. En general dentro de la filosofía política sobre los regímenes tiránicos, se ha acentuado la supresión del equilibrio de poderes, las dificultades para organizar fuerzas opositoras sólidas, lo cual deja a los individuos aislados frente a la omnipresencia de la maquinaria política y administrativa del régimen.

La democracia según Tocqueville, había traído consigo un nuevo espíritu público para el ejercicio de los derechos políticos, el respeto a las minorías, y una intensa vida política en búsqueda de mejores condiciones de vida. La “tiranía de la mayoría” o también “despotismo democrático” radica cuando la mayoría que gana las elecciones oprime las voces minoritarias, cuando esa mayoría controla a los poderes ejecutivo y legislativo, incluso al judicial, y esa mayoría se convierte en una fuerza avasalladora.

Pero lo peor de la “tiranía de las mayorías”, de acuerdo con Tocqueville, es la que se ejerce en el pensamiento ya que el régimen funciona como una “fuerza moral” que juzga a los demás en función de si están de acuerdo o no con la ideas de la mayoría, de tal forma que se convierte en una suerte de despotismo inmaterial que “somete directamente el intelecto y la voluntad” (J.A. González de Requena, “Nuestras tiranías. Tocqueville acerca del despotismo democrático”, Arete, v.25, n.1, 2013, http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1016-913X2013000100004).

Puede parecer precipitado hablar de una “tiranía de la mayoría” después de una elección, sin embrago quisiera equivocarme, pensar que la nueva presidenta con una formación académica relevante, logra trascender la ideología de la “democracia verdadera”, la “democracia popular” para dar paso a un régimen con equilibrios de poderes y sobre todo con libertad de pensamiento y de crítica, como todo buen universitario debe defender. Ojalá me equivoque, como lo he hecho en otras cuestiones, y que el nuevo régimen morenista aprenda a respetar a las minorías que, como lo muestra su propia historia, pueden ser las mayorías de mañana siempre y cuando se respeten las reglas democráticas.

Víctor González
Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!