Los luchadores extraviados de la justicia social (Segunda Parte)

Los luchadores extraviados de la justicia social (Segunda Parte)

[bctt tweet=»El individuo ha demostrado que no le importa algo más que su supervivencia, suena a una impostura atroz pretender que un solo individuo deje de ser responsable por la catástrofe ambiental» username=»crisolhoy»]

 

El hombre descubrió lo inhóspito de la naturaleza y creó la sociedad

 

El hombre descubrió lo siniestro de la naturaleza aunque la ideología de moda sea supuestamente producir consciencias  que cuidan el ambiente, en la realidad inmunda; los recogedores de basura caminan en las calles de mi país haciendo un pequeño negocio con la polución. Solo en el discurso, el humano pretende ser guardián de la naturaleza que fantasea dominar, en los hechos; consume hasta nadar en su propia basura.

La naturaleza profesa una  inmensa indiferencia para con la especie; un terremoto, un huracán, todos estos recordatorios de nuestra fragilidad que  nos hacen seguirle temiendo, saber que nuestra razón es falaz, no hay seguridad posible ante ella, nada nos salva de morirnos, de un cáncer, de sucumbir, de desaparecer.  El universo resultó una inmensidad ajena para con el pensamiento de los humanos, así entendí que no era benévola la naturaleza para la humanidad y el pensamiento, si algo de colectivo existe para la consciencia más allá de los signos del lenguaje, es intuir su propia muerte.

 Mi suposición es que de un modo inconsciente,  la especie bípeda le arrebata a la naturaleza lo que necesita de ella para sobrevivir, sabe el individuo que posiblemente todo el mundo efectivamente termine con la muerte de su consciencia, no importa conservar nada para después, porque su angustia reza: -no hay nada después de ti, la muerte de tu organismo termina con todo, es fácil ser indiferente durante la existencia; eso es lo que revelan los actos de la inmensa mayoría, indiferencia, una consciencia reducida a la supervivencia más egoísta.

El individuo ha demostrado que no  le importa algo más que su supervivencia, suena a una impostura atroz pretender que un solo individuo deje de ser responsable por la catástrofe ambiental, sonriente consume mientras sin saberlo,  su consumo aniquila recursos como el agua potable en vías de escaseo, colonias enteras pueden permanecer sin agua, mientras algún humano defendiendo su derecho a la diversión y al merito, nada alegremente en su alberca nueva. Los ricos no consumen conscientemente por ser ricos, esa es otra impostura atroz, no existe el consumo amigable con el ambiente, se sacrifican especies enteras de recursos y animales para su utilidad y explotación. Es una mentira que no vivimos entre el miedo y la aniquilación.

El concepto más natural para el hombre es la depredación, sobrevive gracias a como extermina el planeta al que fue arrojado. Nosotros en nuestras ciudades nos quejamos, las tiendas nos invitan ahora a consumir sus productos y salvar al planeta eligiendo su mercancía orgánica que se produce con las mejores prácticas ambientales, todo eso dicen los comerciales, consume esto y salvarás al ambiente, al comprar ayudas, reza su conveniente engaño.

No dejamos de consumir  como drogadictos de la tecnología, de  los productos, drogadictos idiotizados de supermercados. La toxicidad del paso de la humanidad se percibe donde sea, sí, las maquinas deseantes que alteran cualquier orden, las máquinas bípedas con una supuesta consciencia superior, esas máquinas de depredación que encima afirman tener derecho a la burguesía, tecnología, comodidad, lujos. Sin distinción de clases sociales, los bípedos somos vulgares egoístas consumados. Toda alteración de lo que nominamos como natural en el orbe, ténganlo por seguro, debe ser gracias a algún bípedo que pensó estaba llevando  progreso a su vida, el negocio para su familia, todo se justifica para sobrevivir cómodamente.

El hombre descubrió lo inhóspito de la naturaleza y creó la sociedad, el trabajo, la propiedad privada, la ideología, a Dios, al dinero, los bípedos aman la comodidad de un sillón y detestan el frio atroz de la cima de la montaña.

El distintivo de un hombre que se considera de ideas de izquierda, debería ser leer a Hegel, estoy seguro este filósofo de la historia; aborrecería a todos los tiranos déspotas comunistas que se adueñaron de distintas teorías para después comportarse como reyes, le daban nausea los tiranos.

Jaques D’Hondt en su biografía del filósofo escribe: “Hegel descubre que la sociedad se hizo por hombres y para los hombres, pero demuestra que eso que el hombre construye es aún peor que la naturaleza.” Recopila esta sensacional frase del filósofo respecto a la estética de la naturaleza que observaba en el tiempo que vivió en Suiza:

《Las eternas montañas no son superiores a la rosa, que tan rápidamente se deshoja al exhalar su vida》

Mis palabras no alcanzan para describir el vértigo, la rapidez de la sociedad impacta con mi razón, la brevedad de la vida, lo frágil de los instantes. La humanidad toda la historia ha intentado salvarse a si misma, vivir en el recuerdo, hacer historia, no desaparecer. No solo tenemos que morir, como si ese no fuera un peso suficiente sobre nuestros hombros, estamos condenados a la servidumbre que impone el dinero para obtenerlo, a la economía que derrumba aspiraciones, a la inflación que deshace anhelos, a la avaricia de los que acapararon las utilidades de forma lícita, a la cruel naturaleza.

La ciencia está para el que pueda costearla y aún así no termina de salvar a nadie, la tecnología existe para demostrarnos que vivir en una realidad virtual ha causado un embotamiento atroz para la mente humana ¿Qué es lo que defienden aquellos amantes del estatus cuando ven caravanas de individuos con hambre, escapando del horror? ¿Su estatus?  ¿ Que culpa atroz le encuentran a los millones de pobres suplicantes de caridad? ¿Por qué unos bípedos si merecen lo mejor y los demás no?

Si la naturaleza es cruel e indiferente, las sociedades capitalistas y disque socialistas  también lo son a su imagen y semejanza, no entiendo como aspiran a tener calles sin delincuencia, bípedos amables y sonrientes, finos y educados individuos productivos; cuando todos sabemos que si de dinero se trata, la ética pasa a segundo término y la ambición es lo único que importa, los márgenes de rendimiento, las utilidades, “la desigualdad rezaban, la regulan los mercados.”

Los demagogos romantizan la desigualdad sin modificar un solo instante las condiciones de la misma, los conservadores apuntan a que el capitalismo de dádivas salvará a la especie del problema, dicen el mercado regula todo como si no existiera cualquier ambicioso que pretende acaparar ganancias solo para sus excesos y lujos pagando lo menos posible a sus criados. Ni el Estado ni el mercado han regulado un carajo. El mundo parece necesita de los pobres para que los ricos no hagan trabajos manuales.

La impostura es atroz,  los políticos de izquierda no son más que capitalistas trasnochados que no encuentran  forma alguna de distribuir la riqueza, impostores que hablan de un bienestar y no aceptan que sus pataletas y discursos obscuros no cambian nada del orden invisible del dinero; aplaudiendo a dictadores que hace décadas hundieron a países enteros, juraron ser justos y por poder terminaron culpando a todos menos a ellos mismos de sus fracasos. Los políticos de supuesta derecha son hipócritas atroces hablando de las bondades del esfuerzo y el mercado, como si Estados Unidos no hubiera cometido incontables crímenes de guerra, como si los mercados no tuvieran a 90% de los bípedos a punto de morir de hambruna o de violencia, como sí el capitalismo no fuera también una dictadura ideológica; como si fuera maravilloso que las empresas transnacionales  te sigan entendiendo como un indio de las colonias, como si fuera virtuoso que el capital no tenga fronteras para viajar y los bípedos sí. Ni nacionalismo, ni globalismo, sus supuestos mercados regulados y perfectos solo funcionan para explicar el primer mundo, al igual que los demagogos, cuando se les pregunta por el tercer mundo solo saben hablar de la corrupción, la gente para ellos es miserable porque lo merece, por mal educada, por incivilizada.

Los políticos no tienen respuesta a esto, las sociedades adoran a distintos ídolos humanos que siempre les fallan de una u otra forma a la hora de imponer orden. Los luchadores de la justicia social están extraviados, no sabemos ni por donde enfrentar este manifiesto desastre.

Se teme a la violencia desatada e histérica que solo cambia al poder de manos, se teme la barbarie de la guerra  pero todo indica que nadie moverá un dedo para que la especie entera primero se odie hasta el límite con palabras, mensajes  campañas; y luego, procedan al exterminio funesto y triste, la prueba que el humano no progresa es que siempre ha necesitado de la guerra y del odio durante su breve historia en este universo.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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