¿Para quién son las calles?
Levanten la mano (o asientan con la cabeza si están en público y son más bien penosos) si alguna vez se han topado con una escena así: van caminando por la, ya de por sí bastante estrecha banqueta de su colonia, esquivando los pobres y pocos arbolitos que compiten con ustedes por el espacio y de repente se topan con que ya no pueden seguir caminando, frente a ustedes, en toda su metálica y polimérica gloria está la trompa de un automóvil, ocupando toda la banqueta y además una buena parte de la calle. Al dueño del auto no se le ocurrió mejor idea para dejar estacionada su nave que meterla de frente a la casa (que, muy posiblemente sea su casa, pero eso es parte del problema, luego lo vemos) y, en términos llanos, le valió que existieran más personas en el planeta y que dichas personas tal vez necesitaran pasar por la banqueta. Ni hablar, toca bajarse al arroyo y esperar que no venga ningún coche. Esto es molesto para cualquier persona, pero si de malas la persona lleva una carreola con bebé o, incluso peor, va en silla de ruedas, lo que es una molestia se vuelve una complicación y un riesgo real.
Hagan ahora otro pequeño ejercicio, salgan a su calle, si quieren lleven una cinta métrica, o si no, midan dando pasos, como se les haga más sencillo, pero la idea es que vean cuánto mide su banqueta y cuánto mide el espacio para los autos.
Les apuesto lo que quieran a que en más del 90% de los casos, el espacio de los vehículos ocupa arriba del 50% de todo lo que mide la calle, incluso estoy bastante seguro que debe ser arriba del 70% del espacio, pero dejémoslo a la mitad, que ya es demasiado. Lo peor es que esta proporción no se limita a las grandes avenidas de las ciudades, sino que también aplica incluso en las zonas residenciales, en todos los casos, los dueños de la calle son indiscutiblemente los automóviles, los peatones, los ciclistas, o tenemos un espacio muy reducido, o ni siquiera somos tomados en cuenta.
Pero lo más triste de esto es que nos hemos acostumbrado a que las cosas sean así. Nos molestamos cuando un auto obstruye la banqueta, pero nos encogemos de hombros y seguimos nuestro camino, qué se le va a hacer, así es la gente y todo eso.
Y eso en el caso de la obstrucción de banquetas, en el caso de la proporción banqueta-autos, en la mayoría de los casos ni siquiera nos lo llegamos a plantear, asumimos que así deben ser las cosas, los coches necesitan mucho espacio, de hecho cada vez más, porque cada vez hay más coches y que existan más coches y que tengamos calles cada vez más anchas y con más carriles y con flujo continuo es lo mejor que le puede pasar a cualquier ciudad, porque todos tenemos coche y todos queremos ir muy rápido y todos queremos ser bien modernos, ¿Verdad?!¿Verdad?!
Pues que creen, no. No tiene por qué ser así, no existe ninguna fatalidad del destino que nos obligue a compartir los escasos metros de banqueta (cuando hay banqueta, que no siempre es el caso) y tampoco ninguna ley natural que diga que toda la calle, o casi toda, debe ser para los vehículos particulares. Como todo lo que tiene que ver con las ciudades, esta condición es el resultado de acciones y políticas claramente diseñadas. Alguien, en algún momento, decidió que las ciudades y las calles tenían que ser principalmente para los vehículos particulares. Esto no siempre fue así, asómense a cualquier fotografía de antes de los años 40, en México o cualquier parte y verán que las calles solían ser un dominio compartido, a diferencia de ahora, que tenemos espacios dentro de la ciudad que son literalmente imposibles de cruzar, si no aceptamos subirnos a un puente “peatonal” para no molestar a los automóviles.
Esta situación tiene un origen muy claro y simple de entender: a saber, la gente que hace la planeación de nuestras ciudades, los que deciden el tamaño de banquetas y arroyo vehicular, es, en su casi absoluta mayoría, gente que se baja de su automóvil lo menos posible. Son personas acostumbradas a ver la ciudad desde atrás de un volante y a interpretar sus necesidades específicas como las necesidades de toda la población, después de todo, si ellos tienen dos, o hasta tres autos en su casa, es lógico que el resto de la gente también los tenga. Entonces todo lo piensan, planean y ejecutan como si todos fuéramos conductores, o peor aún, como si nadie fuera peatón.
Y ese es el gran error, absolutamente todos los habitantes de la ciudad somos peatones en un momento u otro, así sea para bajarnos del estacionamiento y llegar al sitio que estábamos buscando. Y aún cuando existen muchos, demasiados automóviles en la ciudad, lo cierto es que solamente el 30% de los viajes se llevan a cabo a través de los coches particulares. El 70% restante vamos a pie, en bici o en camiones. Sin embargo, y como ya habíamos platicado anteriormente, casi la totalidad de obras de “movilidad” generadas por los gobiernos son para que las ciudades sigan perteneciéndole a los conductores de automóviles.
El convencimiento de que más autos es igual a más modernidad está profundamente arraigado en la sociedad actual, el automóvil particular se ha convertido en un signo de status social por antonomasia, y lo que es bueno para las personas, razonan las autoridades, debe ser bueno para las ciudades.Después de todo, están acostumbrados a que las ciudades de primer mundo que han conocido, se han rendido casi todas al culto a los coches.
Bueno, al menos así ocurría hace 30 años, hoy, casi todo el mundo se está dando cuenta que es una soberana tontería cederle tanto espacio a un medio de movilidad tan poco eficiente como el auto.
Porque el desplazamiento de la gente a favor de los autos no es solamente un problema en término de contaminación, atmosférica y auditiva, que lo es; no es solamente un problema de desvío de recursos públicos para beneficiar a minorías y dejar en el olvido a mayorías, que también lo es; ni siquiera es un problema exclusivamente de seguridad, a pesar de que está demostrado que las calles con mayor actividad humana y presencia de peatones son más seguras. A todo lo anterior, tenemos sumarle también lo que significa la ausencia de peatones en un calle en términos de comunidad. Una calle vacía es una calle sin confianza, sin la convivencia cotidiana, sin la posibilidad de que los niños salgan a jugar, las personas de tercera edad a platicar, se vuelve una zona sin vida social, y eso termina reflejado incluso en la economía del lugar.
Las calles deben de pertenecernos a nosotros, los que las caminamos. Y no lo digo nada más yo, lo dice la ley de movilidad, que establece que la prioridad a la hora de estar en la calle siempre es para el peatón, luego para la bici, después el transporte público y hasta el final, el automóvil particular. Curiosamente la gente a la que le encanta decir cosas como que la ley es la ley y todo eso, no le suele dar la misma importancia a este tipo de leyes. Es un hech comprobado que a mayor número de personas desplazándose a pie, bajan los problemas de salud, bajan los delitos, aumenta el comercio y la gente, en general, está más feliz. Y esto no requiere de magia, es más, ni siquiera se necesita mucho dinero para lograrlo, por lo menos es mucho menor la inversión para tener calles completas que lo que cuestan los puentes de segundo anillo. ¿Qué se necesita? inteligencia y voluntad política, tristemente las dos cosas de las que carece nuestra clase gobernante local.
Precisamente por eso, no podemos quedarnos a la espera de que la recuperación de las calles venga de arriba, tenemos que irla haciendo nosotros mismos. Pero, ojo aquí, va a ser difícil, porque la idea de que nuestra vida está pegada al coche va a ser muy complicada de remover, y de hecho, lo más seguro es que muchas personas simplemente no querrán nunca desprenderse de esa fijación, ¿no me lo creen? vean como se pone cualquier persona cuando alguien se estaciona fuera de su casa, no, no en la cochera, sino en la parte de la banqueta que “le toca”, los pleitos más sonados de mi colonia han sido por eso, creemos que la ciudad nos debe un espacio solo por tener un auto, y no es así, nos deben espacios a los peatones, no a los coches. El primer paso para recuperar las calles y poder disfrutar de los beneficios que conlleva una calle completa es entender que es nuestra y eso significa que es de todos.