Paz y ‘Los hijos de la Malinche’. La crítica de los mitos (1/2)

Paz y ‘Los hijos de la Malinche’. La crítica de los mitos (1/2)

Una de las grandes tareas del quehacer del historiador en la actualidad tiene que ver con la crítica de los mitos, con los estereotipos por ejemplo que se han construido con la historia de México. Ciertamente los mitos, como lo mostró Lévi-Strauss en El Pensamiento salvaje, suelen ser narraciones complejas sobre la historia de una comunidad y gracias a ello cuestió la idea de que existiera un “pensamiento salvaje” en los grupos del Amazonas que no habían conocido la modernidad. Analizando los mitos descubrió la complejidad de toda organización social y con ello cuestionó todo tipo de discriminación o racismo en los discursos euro y anglocentristas sobre otras culturas. Por ello la gran aportación de la antropología en el siglo XX fue el cuestionar la vieja creencia que clasifica al mundo entre civilización y barbarie.

A partir de lo anterior, el estudio de los mitos o de las representaciones se vuelve necesario en cualquier propuesta de análisis histórico. Quizá uno de los grandes textos que resulta fundamental releer sigue siendo El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, porque se trata de uno de los textos que sintetizó el análisis de los estereotipos culturales relacionados con la historia de México. Y digo que hay que releerlo porque el libro de convirtió no sólo a nivel nacional sino sobre todo a nivel internacional en una de las introducciones ofrecidas sobre lo mexicano, de tal manera que visto en la actualidad el texto mismo de Paz puede ser leído como uno de los creadores también de varios mitos sobre lo mexicano.

Uno en particular que me ha interesado por los estudios de historia demográfica que he analizado más detenidamente es el que Paz elabora en el capítulo de “Los hijos de la Malinche”, y que se refiere en particular a los orígenes del mestizaje a partir de la violación de las indígenas por las huestes indianas españolas. Por lo que el mestizaje, y de ahí nuestra soledad, sería a partir de la ilegitimidad que tendrían los hijos de estos actos de conquista y de colonización, todo lo cual se expresaría en una de las frases más hirientes pero también más comunes de nuestra cultura, ser “hijos de la chingada”.

De alguna manera, en un acto quizá inconsciente, utilizando precisamente el análisis de los mitos, Octavio Paz terminaría expresando una suerte de venganza contra lo mexicano en un momento crítico de su vida. El propio Paz ha comentado que escribió este texto como una suerte de exorcismo, como una manera de referir a los fantasmas que han marcado la historia mexicana, aunque ciertamente corría el riesgo de al llamarlos propiciar su permanencia. La primera veersión de “El Laberinto…” la publicó en Cuadernos Americanos en 1949, dirigida entonces por Jesús Silva Herzog el primero, en un momento pleno de creatividad pero también de desesperación ante la falta de apoyos del gobierno mexicano. Había recibido una pequeña beca para una estancia en Berkeley, California, sus cartas muestran claramente su ánimo: “A mi ya me gastó la espera. Abandono el no obstante, el aún, el a pesar de todo, las moratorias, las disculpas y los exculpantes…”[1]

El propio Paz nos recuerda por qué escribió El Laberinto…: su extrañamiento desde la infancia propiciado por un exilio familiar a Los Ángeles, California, su regreso sintiéndose peregrino en su patria, y sobre todo el acoso a los escritores de Contemporáneos por ser considerados extranjerizantes, reaccionarios y maricones, lo llevó a cuestionarse sobre la suspicacia y la desconfianza mexicana, de tal manera que “lo que comenzó como una meditación íntima se convirtió en una reflexión sobre la historia de México.”[2] Después de su reconciliación con España por la lectura de los clásicos españoles y el reconocimiento al lado de los republicanos, Paz vive en los Estados Unidos (en California, San Francisco y Nueva York) y ello lo regresa nuevamente a la pregunta sobre sí mismo y el destino mexicano. “La misma que me había hecho en México, leyendo a Ortega y Gasset o conversando con Jorge Cuesta en un patio de San Ildefonso (…)”

Después de una breve estancia en Nueva York, pasa a París en donde vivirá “de penuria pero de gran animación intelectual (…) Yo seguía con ardor los debates filosóficos y políticos. Atmósfera encendida: pasión por las ideas, rigor intelectual (…) En aquel medio cosmopolita respiré con libertad: no era de allí y, sin embargo, sentí que tenía una patria intelectual.”[3] Allí conoce a , cuyo Le Mythe et l’homme conocía y, de acuerdo con Sheridan, le había impresionado tanto en 1940; establecería amistad con el círculo de Breton, a Henri Michaux que le causaría “gran impresión”, pero desde luego también a Sartrte y Camus…Es el momento de una gran creatividad (vgr. Libertad bajo palabra)

Sin embargo, la pregunta sobre la historia de México no lo abandonaba, y la lectura de la novela inglesa (de Lawrence y Huxley particularmente) le influyó en la idea de un México “enterrado”. Había iniciado una novela años atrás con esta temática, pero le pareció al propio Paz “verdaderamente infame”; sin embargo, “las pesquisas e investigaciones que realizó, dice Sheridan, se cruzaron con los escritos sobre México que había hecho por 1943 y juntos aportarían la materia prima de El laberinto de la Soledad”.[4]

Sus años en París pero sobre todo en el verano de 1949 sintió que “vivía en un mundo alejado de México e inmune a sus fantasmas”, y pudo retomar las notas que había iniciado en 1943, que ya no le satisfacían, y comenzó a escribir “con prisa y fluidez”: “Al escribir me vengaba de México; un instante después, mi escritura se volvía contra mí y México se vengaba de mí.”[5]

El capítulo más logrado de El Laberinto… es sin duda “Los hijos de la Malinche”, ahí sintetiza en buena medida su idea sobre la historia de México y ahí en especial se vengaba de México, de ese México mezquino que se había quedado aislado en sus contradicciones históricas y que de múltiples formas se vengaba de él. En este capítulo crearía uno de los mitos históricos más insultantes para los mexicanos: que somos hijos de la chingada. Lo analizaremos en el próximo artículo.

  1. Sherdisan, Guillermo, “Una pesadilla de Octavio Paz”, revista de la Universidad de México, Nueva época, No. 94, diciembre 2011, 32. También se puede consultar: Sheridan Guillermo, “Octavio Paz: Cartas de Berkeley”, Letras Libres, Año 13, No. 155, nov. 2011, 44-51.
  2. Paz, Octavio, “Cómo y por qué escribí El Laberinto de la Soledad”, Itinerario,
  3. Sheridan, Guillermo, Poeta con Paisaje. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, Ed Era, 2004, 434, 439.
  4. Sheridan, Guillermo, Poeta con paisaje…, 444-445.
  5. Paz, Octavio, “Cómo y por qué escribí El Laberinto de la Soledad”, Itinerario, FCE, 1993, 29.
Víctor González
Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

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