Por más que los poetas hablen de las piedras memoriosas y el color malaquita allá arriba
Por más que los poetas hablen de las piedras memoriosas y el color malaquita allá arriba
«Rechazamos la idea de nuestra mortalidad individual, porque consideramos a la vida como propiedad privada que no se puede acabar. La destrucción sistemática del medio ambiente es la prueba de que no creemos en la mortalidad: no importa si matamos la naturaleza, porque es la sola manera de realizar la acumulación de capital, nuestra eternidad». * Franco «Bifo» Berardi.
El mundo desarrollado se prepara ante los tiempos nuevos ante escenarios de penumbra. Las visiones del porvenir postpandémico son ingratas a la hora de que se pone uno en serio a despojarse de inútiles esperanzas para intentar ver más allá.
[bctt tweet=»Las grandes crisis de la humandiad atravesadas por guerras, desastres financieros, cambios climáticos y pestes dieron siempre paso a un nuevo pensamiento semejante a la Ilustración» username=»crisolhoy»]
Ante tan severos pronósticos, solo hay que asomarse por estas calles y advertir lo que aquí ocurre y lo que no se está haciendo, mientras otros países ya están en la era de la transformación de la ciudad para adaptarla a la nueva movilidad. Solo basta despojarnos de nuestro rancio chauvinismo y de tanta esperanza impostada, para advertir que lo que priva aquí es la anomia y el apoderamiento de la casa común por la voracidad de los mercaderes y sus representantes, colocados en todas y cada una de las esferas de verdadera decisión.
Vivimos bajo la dictadura de la más perversa burocracia y avasallados a cada momento por el peso de los intereses privados sobre el interés de la comunidad. La ciudad nuestra, si es que se le puede llamar todavía “nuestra,” se va muriendo de a poco a poco, por más que creamos en instantes que aún nos protegen la memoria y la magia de sus antiguas piedras y el color malaquita en los cielos, que dicen los poetas.
Mientras otros se preparan, acá la pandemia sanitaria sigue amenazándonos y la calamidad económica nos ataca con virulencia en tanto la dimensión social de la crisis se hace más aparatosamente evidente. A ello hay que sumar la peligrosa y creciente tensión política y la inestabilidad institucional que proyectan en nuestro horizonte, ya de por si fragil, nuevas tormentas por venir.
Cuando más necesitamos de una fuerte dosis de responsabilidad colectiva, lo que prevalece es la desobediencia veraniega. De poco lha servido o que nos dicen las lecciones más contundentes que recuerdan que no hay proceso social de reconstrucción que sea viable si no se acompaña de un favorable clima de anhelo colectivo por mejorar las condiciones de vida, por hacer de la aspiración confianza, y del esfuerzo y la reciprocidad autoestima.
Como apunta Philipp Blom en su libro “El motín de la naturaleza”, pese a tener recursos tecnológicos inimaginables hace apenas unas décadas, no somos sociedades felices, y no parece que la crisis vaya a lograr el comprometernos a rescatar esa solidardad perdida hace ya mucho, aunque ello, más temprano que tarde termine por acabar de partirnos como cuerpo sociall.
No estamos en el camino correcto. No se percibe que ante la contingencia de estos tiempos oscuros, asome la voluntad de hacer del deber, esa urgencia por que los programas de fondo se apunten a preservar la salud de la gente, recuperar la actividad económica, crear puestos de trabajo y atacar con decisión los focos de marginación social; hacer imprescindible el que toda acción que lleve a la recuperación muestre que alguna lección se ha aprendido, por sobre los intereses del mercado y los mercaderes. Ninguna buena hierba puede crecer en tierra seca o envenenada. La Economía debe ser parte, una superesuctura más de la agenda más importante, y esta no es otra que la Ecología.
Lo único que puede rescatarnos es rescatar el ambiente y sanar el planeta al que hemos dañado severamente y que ya no será capaz de protegernos mañana si le seguimos degradando. Nunca la humanidad tuvo una tarea más inmediata y trascendente. Nunca la sobrevivencia estuvo más amenazada, si no se privilegia el interés general, la dignidad de la vida futura para todos, si la voracidad de los negocios privados siguen imponiendose sobre el sentido común y la razón, si la ciencia y la tecnología solo siguen usándose para el mayor deterioro de las condiciones climáticas y de la salud en general. Es hora de renovarse o morir y de nada valdrán los optimismos prácticos si se olvida lo fundamental.
Las grandes crisis de la humandiad atravesadas por guerras, desastres financieros, cambios climáticos y pestes dieron siempre paso a un nuevo pensamiento semejante a la Ilustración, que vinieron a centrar todo el esfuerzo humano en encontrar soluciones imaginativas y duraderas ante las profundas y ominosas formas de relacionarnos en sociedad, y sobre todo en nuestra relación con el planeta, Que no sea esta vez demasiado pedir, la sobevivencia está en juego.
- Franco Berardi es un filósofo italiano contemporáneo y actualmente trabaja como docente en la Universidad de Bolonia. Colabora para la revista Loop y Alfabeta2. En 2002 fundó «TV Orfeo», la primera televisión comunitaria italiana. Es autor del libro ”Lá fábrica de la infelicidad”.
Publicado en, “Hidrocálido”, 02.09.2020