Representación política. Algunos apuntes/10 Utilitarismo y Representación 2
John Stuart Mill (1806-1873. Hijo de James Mill) postuló la libertad y la protección del individuo (vida y propiedad), como valores esenciales de la sociedad, la cual impone leyes, precisamente, para su salvaguarda. Ello implica limitaciones a la libertad para “no perjudicar intereses ajenos” (Salazar Mallén, Desarrollo histórico del pensamiento político, T. II, p. 45). Pero, aduce, este sacrificio de la libertad, a la larga, es aparente ya que es en beneficio de los demás individuos y así de él mismo. Este anhelo por la libertad individual, previene del temor “al predominio y aumento del poder de la colectividad [que no es sino temor al demos, a la democracia real, no sólo la de los propietarios]. Ello exige “una fuerte barrera producto de una convicción moral” (Salazar Mallén, p. 46). Esa fuerte barrera no es otra que la ley [pero no entendida como un andamiaje de derechos y libertades sino como un medio de control de las clases subordinadas].
Jeremy Bentham (1748-1832), en sus escritos primeros (“Fragmento sobre el gobierno” e “Introducción a los principios de moral y legislación”) fija, siguiendo a Adam Smith, que la economía política “tiene el fin más general, la producción del máximo de riquezas y del máximo de población”. Además, en “Defensa de la usura”, defiende la libertad económica: “el Estado no tiene como función aumentar la riqueza o crear capitales, sino afirmar la seguridad en la posesión de la riqueza … El Estado tiene una función judicial que cumplir, pero su función económica debe ser reducida al mínimo”. (Touchard. Historia de las ideas políticas, p. 324).
Pero, al evolucionar su pensamiento, Bentham expone que no es el contrato la base del gobierno, sino la necesidad humana. Posteriormente “se muestra preocupado por la paz social y la eficacia”. Empero, rechaza la Declaración de Derechos del Hombre surgida de la Revolución Francesa.
Posteriormente, llega a cierto radicalismo democrático. Propuso un poder fuerte y bien armado para la guerra, así como “la ‘democracia representativa’, sufragio universal, soberanía del pueblo, estricta subordinación de los gobernantes a los gobernados, [aunque] ausencia de contrapesos y de cuerpos intermedios [instancias de representación], sistema fuertemente centralizado” (Touchard, p. 325)
Concluye Touchard: “partidario inicialmente de un sistema próximo al despotismo ilustrado, termina en el autoritarismo democrático. Pero la democracia sigue siendo para Bentham un conjunto de individualidades, el producto del cálculo: ‘la democracia es necesaria para conciliar los intereses individuales del soberano y los intereses corporativos de la aristocracia (del dinero)” (Loc. Cit.)
En un artículo publicado sobre el gobierno en el Suplemento a la Enciclopedia Británica, 1820, reeditado en Ensayos sobre el gobierno, 1825, Bentham afirmó que “en el gran descubrimiento de los tiempos modernos, el sistema de representación, se encontrará quizás la solución de todas las dificultades, especulativa y práctica” (Sabine, p. 521).
Bentham aceptó la plena soberanía del Parlamento y la necesidad de confiar en una “opinión pública ilustrada”. La soberanía política descansa, argumentó, “en el pueblo porque sólo así puede coincidir el interés del gobierno con el interés general. Para hacer efectivo el interés del pueblo creía en el sufragio universal” (Sabine, P. 522). Esta conclusión de Bentham surgió de su impresión sobre “los formalismos y tecnicismos en la ley”, así como “la separación de poderes y los controles y equilibrios como confusos en la teoría y engañosos en la práctica” (Loc. Cit.)
Bentham, al igual que James Mill (1773-1836), afirmó que “los únicos problemas difíciles de gobierno se refieren a las restricciones del poder que deban tener los gobernantes”, que sólo podían resolverse con un poder legislativo con intereses idénticos a los del país, “de modo que sus miembros no tengan motivo para utilizar su poder sino en el interés general y dando al poder legislativo control sobre el ejecutivo” (Idem).
El pensamiento político de James Mill era una complicada mezcla [metafísica-racionalismo-utilitarismo] de “teoría egoísta de la motivación individual con una creencia en la armonía natural de los intereses humanos”. Se forjó la idea de que el sufragio universal depende de la educación, bajo el supuesto de que “si todos los seres humanos buscan razonablemente sus intereses individuales, resultaría el mayor bien al mayor número”. Combinó una “concepción pesimista de la naturaleza humana con un resto de esa fe en la razón”. (Sabine, p. 523)
Suponían Bentham, Mill y Stuart Mill que ese es “el orden natural” implícito en la sociedad capitalista. No obstante, la teoría política postula la certeza, implícita desde la filosofía moderna, de que el “orden natural” “está desprovisto de atributos éticos y sus leyes no tienen relación con la justicia, la razón ni el bienestar humano”. (Sabine, Op. Cit. P. 517)