Traspasar el espejo

Traspasar el espejo

[bctt tweet=»como si Orfeo se hubiera detenido ante el espejo rehuyendo el desafío» username=»crisolhoy»]

 

Traspasar el espejo

 

«Había rocas / y bosques desprovistos de criaturas. /  Puentes tendidos a la nada  / y aquella inmensa laguna gris y ciega  /  colgando sobre su lejano fondo  /  como un cielo de lluvia ante el paisaje».   RAINER MARIA RILKE

Algunos dicen, y estoy hoy con ellos, que el confinamiento debe servir para enfrentar las realidades tangibles y encarar todos esos pensamientos negativos que de pronto surgen y llenan las ideas, no evitarlos, encararlos. Aprender a dejar de escapar  de ellos y empezar de alguna manera a vivirlos, porque de otra manera, lo más probable es que regresemos a las calles despues de todo esto, como hasta ayer, a andar sin hacer camino. O a andar el camino creyendo que sabemos que ese camino es el que se debe seguir cuando solo seguimos a la suerte de esa masa que nace, crece, come, se desarrolla y muere, como alguna vez dicen que dijo Unamuno.

Son cosas duras las que se viven dentro de esto que llamamos sociedad, y suelen ser más duras las que pasa cada cual en el día a día de estos confinamientos. Un ser aquí, ahí, frente a las dos o tres o más caras de la situación, algunas personas de prisa allá afuera, otra en la parsimonia solemne de las indiferencias, solemnes, quietos, casi airosos, sin saber que a cada paso van tocando puertas en lo oscuro. Y si, algunos más a continnuar  garrapateando signos en papeles y pantallas de cristal, andando de un lado a otro por las inumerables paredes y esquinas de la memoria. 

Encarar o rehuir o hacerse esquina. Quizá mejor arrodillarse como el poeta, ante una piedra humilde y vieja,  y quedarse en casa como en un parque hundido desde donde puede verse hacia arriba la inmensa ciudad que nos precederá. quién sabe cómo y hasta cuándo, aunque seguro no será por mucho tiempo. Qué lejos del olor de los yuyos al pie del muelle, de la mañana de nubes grávidas, de la vista de los estratocúmulos. Solo esa calle, los motores jadeantes, el mediodía del no pasa nada: «Toda recta es un conjunto denso de puntos abiertos»  

Será mejor seguir por las honduras que le queden a esa inteligecia intrapersonal  que no es otra cosa que la llamada inteligencia social. Nuestra capacidad para comprender a otras personas con las que nos relacionamos; comunicarnos con ellas e interactuar satisfactoriamente. según dicen los que le saben. 

Todo eso, y obligadadamente desconectarnos de ese contexto apabullante que llega en ocasiones a distorsionar nuestra percepción de las cosas, justamente dotar a este pequeño universo de contingencias, miedos, espejismos y exilios, dotarlo de las búsquedas que el barullo de la vida cotidiana nos impedía. Los pasos perdidos y el mar que siempre está recomenzando, y más aún que todo eso.

Pero ver las dos caras y encarar la más oscura, porque es ahí donde seguro no hemos querido llegar más hondo, como si Orfeo se hubiera detenido ante el espejo rehuyendo el desafío. Sumergirse en serio, por aquello de la inscripción en el  pronaos del templo de Apolo en Delfos, según el periegético Pausanias;  “Conócete a ti mismo”, el más famoso de los aforismos de la antigüedad griega de todos los tiempos, y el que debe dar fundamento a una humanidad herida. Por eso Sócrates -fuese o no el autor de la frase-  sigue siendo uno de los mejores hombres que la civilización ha conocido, porque fue él quién la llevó como práctica y enseñanza a todos los que quisieron oirle y ecucharle. Hacer de la persona alguien capaz de gobernarse a sí misma, de poner el pensamiento en el puesto de mando de su vida, se dice facil. O andar por el camino sin hacer camino.

Nacer, crecer, la soledad, los otros, los otros yo, navegación, buceo, horas de junio, estío; “si tan solo hubiese un poco de agua”.

En fin, nada más, salvo estos versos de Seferis, a quien como  a Orfeo le fue dado el don maravilloso y perturbador de cantar y hacer poesía:

«¿Y Platres, qué? ¿Quién conoce esta isla?
He vivido mi vida oyendo nombres nunca oídos antes:
nuevos lugares y locuras nuevas de los hombres
de los dioses / mi destino oscilante
entre la última estocada de un Áyax
y el hallazgo de otra Salamina
me trajo aquí, a esta playa.

 

La luna
se levanta del mar como Afrodita;
desvanece los astros del Arquero, ahora asciende
al corazón de Scorpio, y todo así transforma.
¿Dónde está la verdad?
Arquero fui también cuando la guerra;
mi suerte es la de un hombre que erró el blanco».

   * Publicado en, “Hidrocálido”   /  24.06.2020

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

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