Violencia, una problemática con vínculo hacia el trato a los animales

Violencia, una problemática con vínculo hacia el trato a los animales

Aquellos que abusan de su superioridad, de su fuerza para torturar al animal, expresan una bajeza y una crueldad que amenazan a la sociedad”

Larousse

«La criatura más peligrosa de la tierra es el hombre, que se destruye a sí mismo y ha causado la extinción de más de 100 especies de animales».

Y no solo somos responsables de la extinción de muchas especies, sino de una cruel y salvaje “explotación institucionalizada de los animales no humanos”, además de no conceder más valor a nuestro entorno que el meramente instrumental.

Por otro lado, los trágicos eventos relacionados con la violencia hacia los animales en México van conmocionado poco a poco a la sociedad creando una nueva conciencia colectiva.

Muchos son los casos como el de la menor en Aguascalientes que subió a sus redes la disección de un gato que “adopto”, post M1llon de Esperanzas o el asesinato de «Huellitas» un cachorro adoptado por la adolescente Vanessa N en Huachinango, Puebla quien presumió en redes su terrible hazaña, o el caso de «Scooby» el perrito que fue arrojado a un cazo de aceite hirviendo en Tecámac, Estado de México por un policía Caso Scooby: Dictan prisión preventiva a Sergio «N», presunto asesino de perrito en Tecámac y así podría seguir y seguir y seguir y seguir NL: Mata con machete a dos pitbulls; podría pasar 2 años en prisión Policías amarran y arrastran a perro desde patrulla; Edomex: Rescatan a 390 animales y detienen a 46 personas por maltrato animal el último año) .

Esta muestra de incidentes recientes, demuestran la urgencia de abordar el maltrato animal como una problemática seria que puede tener repercusiones graves en la seguridad y bienestar de nuestra sociedad.

El tema del maltrato animal y su relación con la violencia humana es un asunto preocupante y complejo. Existe una conexión conocida entre el maltrato animal y la violencia hacia los seres humanos; varias investigaciones han sugerido que las personas que maltratan animales también pueden tener una mayor probabilidad de cometer actos violentos contra otras personas en el futuro. Esta conexión se debe a factores psicológicos, sociales y ambientales que pueden contribuir al desarrollo de comportamientos violentos en general.

El tema no es nuevo, hace dos mil años Ovidio dijo: “La crueldad hacia los animales enseña la crueldad hacia los humanos”; Santo Tomas de Aquino decía que “ya siendo crueles hacia los animales, uno se acaba volviendo cruel hacia los seres humanos”. En el siglo XVII, el filósofo John Locke escribía “el acostumbrarse a atormentar y matar bestias, endurecerá gradualmente las mentes hacia los hombres; y aquellos que se complazcan en el sufrimiento y la destrucción de criaturas inferiores, no serán aptos para ser compasivos o benevolentes hacia aquellos de su propia clase”. También es de destacar la serie de grabados del artista británico William Hogarth (1697-1764) titulada “Los Estadios de la Crueldad” donde se observa que el maltrato y sadismo contra los animales, termina en asesinatos humanos.

El que es considerado padre de la Psiquiatría en Francia, Pinel (s. XVIII), ya advertía de la conexión entre la crueldad infantil hacia los animales y la posible futura violencia interpersonal. Más adelante, ya hacia 1920, se publicó el libro The young delinquent, por Cyril Burt, recogiéndose como una de las manifestaciones de comportamiento violento digna de ser tenida en cuenta. Por otro lado, la reconocida antropóloga Margaret Mead (Mead, 1964) afirmaba que la crueldad hacia los animales era un síntoma de una personalidad violenta que, sin un diagnóstico a tiempo, podría conducir a “una larga carrera de violencia episódica y asesinato”. Estos estudios concluyeron que existía dicha relación de grado, las conclusiones resultaron del análisis de población penitenciaria, lo cual se ha corroborado en estudios posteriores.

En el campo de la psicología forense, el psiquiatra John Marshall MacDonald planteó en 1963 una teoría novedosa para su época: la tríada de MacDonald. Esta teoría se enfoca en tres patrones fijos y marcados durante la infancia que podrían estar relacionados con la psicopatía en la edad adulta. Estos patrones son la enuresis (incontinencia urinaria), la piromanía y el maltrato animal. Se ha observado que niños abusados sufren de enuresis a temprana edad, tienden a presentar tendencias pirómanas y crueldad hacia los animales, se cree que puede ser un mecanismo de sustitución ante la incapacidad de defenderse de sus agresores. Algunos asesinos seriales y maltratadores comenzaron desde temprana edad, torturando y matando animales, buscando una sensación de control y venganza por la humillación sufrida. Tal es el caso de asesinos como Jeffrey Dahmer, Ted Bundy, Richard Speck, Richard Trenton Chase o Luke Woodham.

Este último fue un adolescente armado en una escuela de Mississippi en 1997, que antes de matar en un culto satánico a colegialas y herir a otros siete individuos, se había coludido con un amigo en el tormento de un perro suyo, llamado Sparkle. Según la policía, los dos adolescentes “golpearon repetidas veces al perro con un bate”. Woodham escribió luego acerca de esto: “Yo nunca olvidaré el sonido de Sparkle rompiéndose bajo mi poder. La golpeé tan duro que se le desgarró la piel del cuello”. “Él luego envolvió a Sparkle en bolsas de la basura, le prendió fuego con un encendedor y líquido combustible, lo escuchó gemir y lo tiró en una charca”.

Otro psicópata, Jimmy Hicks asesinó al gato de su amiga Dennise. Él le dijo “Maté a tu gato”, quien entonces tenía 18 años, la causa fue que ella (de 15 años) dijo algo que a él no le gustó. Cuando ella le dijo que no le creía, Hicks insistió, incluso le explicó que había amarrado un cable alrededor del cuello del gato, enganchado este cable a su carro, y arrastrado al pobre animal por la carretera. “Ni siquiera pestañeó”, ella recuerda. Dennise y una amiga encontraron al gato, muerto, con el cable todavía alrededor de su cuello.

Aunque la crueldad animal no es un predictor eficaz para todos los casos de asesinos en serie, existe una correlación significativa entre este tipo de abuso y la posterior violencia hacia las personas. Por eso, desde el 2016 el FBI considera la crueldad como delito grave (Actos de Crueldad Contra Animales Ahora Son Clasificados Delitos Graves FBI). Por otro lado se ha observado que cometer actos de crueldad hacia animales es un requisito de las pruebas de admisión en algunas bandas juveniles o crimen organizado.

Ascione (2001), uno de los más reputados expertos, considera que el maltrato a los animales es “una forma significativa de comportamiento agresivo y antisocial que podría añadir una pieza más al rompecabezas del conocimiento y la prevención de la violencia juvenil”.

Los maltratadores de animales presentan una mayor probabilidad de ser violentos con las personas y de cometer delitos comunes. Según un amplio estudio (Arluke et al., Journal of Interpersonal Violence 1999), un maltratador de animales presenta cinco veces más probabilidades de cometer crímenes violentos como agresiones físicas, violaciones y asesinato; cuatro veces más de delinquir contra la propiedad; y tres veces más de cometer delitos relacionados con las drogas.

Según un estudio (Kellert & Felthous 1985), en una muestra de criminales y una de no criminales, se identificaron nueve motivos para ser cruel: 1) controlar al animal, 2) satisfacer prejuicios contra otras especies o razas, 3) expresar agresión, 4) aumentar la propia agresividad, 5) sorprender a la gente por diversión, 6) como represalia contra una acción del animal 7) como represalia contra otra persona, 8) como desplazamiento de la hostilidad de una persona hacia un animal, 9) sadismo no específico.

En México, aun cuando no hay suficientes estudios serios al respecto, basta con ver las noticias o las redes sociales para saber que por celos, un tipo quemó vivo al gato de su novia, o que otro individuo amarró a un gato a la defensa de su carro y lo arrastró, y no falta el vecino que un día toca a tu puerta para decirte que mató a tu gato por que le ensuciaba su patio, o la salvaje y común práctica de meter en bolsas de basura las camadas de perros o gatos recién nacidos, dejándolos a su suerte, o pegarle al perro con toda la saña y crueldad para “evitar” pegarle a la esposa, por no hablar de especies silvestres donde se regula y autoriza su caza, o ritos o fiestas patronales donde degollar o descuartizar animales vivos es parte de la “diversión” y por la misma razón, dejar sordos a los animales urbanos por el uso y abuso de pirotecnia.

Todo esto lleva a pensar ¿Es lícito abandonar, encerrar, cazar, maltratar o divertirse con el sufrimiento de un animal (como el caso de los zoológicos, la tauromaquia, la pelea de gallos o perros, las carreras de caballos o de galgos, los rodeos y un gran gran etc)? Está visto que para la mayoría sí, incluso para los legisladores que evitan mencionar y sancionar “ciertas costumbres sangrientas contra los animales” en las “leyes de protección animal” así que todavía en nuestro país, es una tarea difícil y titánica romper con este uso y abuso especista contra los animales, que de moral y ético no tiene nada.

Por otro lado, es común que, en los congresos y reuniones científicas multidisciplinarias, de sicólogos o de trabajadores sociales, se encuentren unidos los términos abuso infantil, violencia intrafamiliar y malos tratos hacia los animales. La literatura al respecto es desgraciadamente muy extensa. Lo cierto es que la crueldad física o emocional hacia los animales es ya considerada como síntoma de un trastorno mental antisocial en niños y jóvenes.

Esto es porque las investigaciones también establecen un vínculo especialmente estrecho entre el maltrato a los animales y la violencia doméstica. Aquellos que perpetran actos violentos contra animales son más proclives a cometerlos también con sus cónyuges o sus hijos.

En un estudio de albergues para mujeres violentadas en Estados Unidos, se encontró que en 60 por ciento de los casos estudiados de familias en las que había abuso y negligencia hacia los niños, coexistía también el abuso y la negligencia hacia los animales de compañía. En otra investigación, realizada con mujeres agredidas físicamente por su pareja, se concluyó que, en 71 por ciento de los casos, la pareja amenazaba y dañaba a las mascotas. Un tercio de estas mujeres informó que sus hijos también tenían este comportamiento ya que ser testigo directo del maltrato a los animales también puede conducir a futuros comportamientos violentos hacia otros seres humanos.

Estudios recientes demuestran que el simple hecho de ser testigo del maltrato a los animales perpetúa el ciclo de la violencia a través de la insensibilización y de la imitación. Los jóvenes que presencien maltrato animal de manera reiterada podrían ser más vulnerables a “aprender” a usar la violencia en sus relaciones personales.

En Australia, el maltrato animal es considerado violencia doméstica, e incluso en España se evalúa como un indicador de la violencia de género, pues el machismo, concibe la idea de superioridad masculina sobre otros seres a través de la agresión y la violencia. Así que entre más machismo exista en una sociedad, mayor será el grado de violencia. Como es obvio, la violencia es violencia, sea cual sea la víctima, y quienes recurren a la violencia contra los animales tienen más probabilidades de emplearla también en sus relaciones con los humanos. Independientemente de si la dirigen contra animales o humanos, estos agresores utilizan la fuerza y el poder de la violencia para dominar y controlar a los demás.

Dentro del perfil psicológico de los maltratadores se ha observado que a menudo comparten rasgos como impulsividad, baja autoestima y dificultades en el manejo de la ira. De igual forma, Las torturas esconden algo más profundo: el deseo, y a veces la necesidad, de sujetos psicológica y socialmente débiles de mostrarse grandes, fuertes y valientes.

En un estudio, (Frick, O’Brien, Wooton & Mc Burnett, 1994) los niños crueles tendían a mostrar, en mayor frecuencia y severidad, síntomas de trastorno de conducta, pobre dinámica familiar y percepciones elevadas de sí mismos; por lo que se sugiere la hipótesis de una asociación entre esta elevada autopercepción y crueldad hacia los animales con la presentación de rasgos psicopáticos en la vida adulta.

En Estados Unidos, el maltrato animal se entiende como un problema de salud pública que debe ser incluido en el entrenamiento y capacitación de médicos veterinarios y profesionales de la salud.

Lamentablemente existe poco interés en esta problemática que se considera solo competencia de protectores de animales y/o autoridades. Sin embargo; al afectar al tejido social desde su núcleo: la familia, se convierte en un tema de interés público.

Con todos estos datos se puede concluir que el maltrato animal es indicador de futura violencia y por ende factor de riesgo que exige programas de intervención centrados en desarrollar la empatía, la comunicación y las habilidades de resolución de conflictos y más allá. Por otro lado, toda la sociedad, deberían ser enseñada a tener compasión para actuar de forma más sensible y gentil hacia los animales y humanos, pues las investigaciones han demostrado que el maltrato animal está relacionado con desensibilización emocional y falta de empatía en las personas.

Sugestivo es el caso de los matanceros, como es el caso de esta declaración: “He tenido ideas de colgar a mi capataz de cabeza y “degollarlo”. Recuerdo haber entrado a la oficina y haberle dicho a un hombre del personal que yo no tenía ningún problema con dispararle a una persona –si te metes conmigo te dispararé–. Todos los que “acuchillan” que conozco cargan armas, y cualquiera de ellos te dispararía. La mayoría de los que “degüellan” que conozco han sido arrestados por agresión. Muchos de ellos tienen problemas con el alcohol. Ellos tienen que beber, de otra forma no podrían matar animales todo el día”.

Tristemente, el énfasis de “maltrato animal” sigue sobre casos individuales de crueldad hacia animales de compañía lo que ha tendido a cerrar la exploración de maneras menos obvias, pero más prevalentes, tales como aquellas prácticas sociales institucionalizadas donde el abuso animal es rutinario, generalizado, y muchas veces definido como “socialmente aceptable”, tales como zoológicos, animales para investigación, animales para entretenimiento, animales de tiro y carga, cacería, peletería y mataderos entre muchos otros como se mencionó en párrafos anteriores. Es necesario recalcar que cada vez que no tomamos en consideración el maltrato a los animales, somos partícipes de una actitud moralmente injusta.

La conexión entre el maltrato a los animales y la violencia interpersonal no puede pasarse por alto. El maltrato a los animales es un asunto muy serio y preocupante que afecta a la sociedad y cuyas repercusiones son muy significativas para el bienestar de las personas. Si queremos tener éxito en nuestra búsqueda por una sociedad sin violencia, en la que todos los seres vivos sean tratados con dignidad y respeto, debemos comprender mejor todos los tipos de violencia. Hay mucho trabajo por hacer.

Las leyes de protección animal (donde las hay), “deberían” sancionar severamente a todo aquel que se atreva a dañar a un animal (e incluso ampliar el concepto de maltrato animal y como se ejerce), pero pocas veces estos casos reciben el seguimiento y el castigo adecuado para el maltratador. Los legisladores responsables actuarían con prudencia si consideraran la cada vez mayor evidencia de la asociación entre violencia humana y maltrato animal.

Cada vez es más evidente que un mundo que consiente el maltrato a los animales es un mundo menos seguro para los seres humanos. Para prevenir tanto el maltrato animal como la violencia humana, es crucial promover el respeto por todas las formas de vida, la empatía, la educación y la conciencia sobre estos temas desde una edad temprana. Urge una alfabetización emocional contra el maltrato animal, espero los textos de una servidora, contribuyan a lograrlo. (Maltrato animal permite detectar casos de violencia familiar: Mariana Boy), interesante que al menos la ciudad de México ya se está haciendo algo al respecto.

Ana Romo jaulericavida1@outlook.es

Ana Romo G
Ana Romo G

Médica veterinaria y zootecnista, académica, escritora y bioeticista.

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Médica veterinaria y zootecnista, académica, escritora y bioeticista.

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