Cronistas municipales de Aguascalientes en el Mercadito de Rivera

Cronistas municipales de Aguascalientes en el Mercadito de Rivera

Camilo José Cela

“La más noble función de un escritor es dar testimonio, / como acta notarial y como fiel cronista, / del tiempo que le ha tocado vivir”

— Camilo José Cela

No la conocía, pero fue amable y atenta al invitarme a la reunión que iban a tener los cronistas municipales del estado de Aguascalientes en el Mercado Valentín Gómez Farías, también conocido como “Mercado de Rivera”. Yo nací y crecí cerca de allí y le decíamos “El mercadito”, para distinguirlo del “Mercado Juárez” y, sobre todo, del “Mercado Terán”. La invitación me fue atractiva porque me siento parte del barrio de San Marcos y también del de Guadalupe, ya que viví entre ambos, en la Privada Rivera, hoy Privada Antonio Arias Bernal (en honor a quien fuera, junto con Abel Quezada y el “Chango” Cabral, uno de los caricaturistas mexicanos más importantes de la primera mitad del siglo XX). Vi cuando construyeron el mercado hace 50 años y después lo tuve que frecuentar.

Sin palabras
Sin palabras

Quien me invitó insistió para que fuera a la reunión, y lo hizo entre la formalidad de un escrito y la confianza de quien se conoce desde hace tiempo, pero, repito, no la conocía. Su nombre es Érica Silva Torres, una mujer activa que en ese momento encabezó la reunión de los cronistas. Asistieron al “mercadito”, entre otros: Ubaldo Acosta Gallegos, de Real de Asientos; César Martínez Peres y Verónica Saucedo de la Cruz, de Jesús María; Jesús Santos Esparza, de Calvillo; Verónica del Carmen Alba Casilla, de Pabellón de Arteaga; Juan Antonio Reyes Castañeda, de San Francisco de los Romo, y José Jorge Esparza Osorio, Adrián Sánchez Rodríguez, Dulce Valle Medina, Miriam Sandoval Gloria y Erika Silva Torres, del municipio de Aguascalientes. También estuvo el cronista de Villa Hidalgo, Jalisco, José Antonio Luévano, un hombre carismático que tuvieron que decirle que hablara poco, porque a él le fluye como cascada la palabra amena, la anécdota oportuna, la historia real o inventada.

Reencuentro con “el mercadito”

La cita era para un sábado, pero yo tenía la mañana ocupada, de manera que le agradecí la invitación y me disculpe diciéndole que no iría. Llegó el día y me topé con el dilema de cancelar mi compromiso para asistir a la reunión. Me atraían dos inquietudes: conocer a quienes hacen crónica en la entidad y visitar, después de muchos años, un mercado que fue importante en mi vida familiar. Los cronistas tienen reuniones periódicas y decidieron tener una en dicho lugar, porque un grupo de personas y el gobierno municipal estaba celebrando los primeros 50 años de su creación. Días antes, se habían llevado a cabo varias actividades, tales como conversatorios, documentales, talleres y expoventa de artesanías. Querían hacer fiesta, porque a los mexicanos nos gusta celebrar y estar alegres.

También hay sonrisas y son gratis
También hay sonrisas y son gratis

El programa incluía una conferencia de Érika, titulada “Mercados y mercaderes de mi ciudad”, pero mejor decidió darles la voz a los cronistas, locatarios y marchantes. En una esquina del mercado se instaló el aparato de sonido, se improvisaron asientos e inició un agradable conversatorio que me puso a recordar momentos que pasé en ese lugar. En un ambiente de camaradería, uno por uno fue compartiendo su crónica, testimonio o anécdota sobre el tema que habían preparado o que allí improvisaron. Algunos hablaron sobre el Mercadito de Rivera; luego, dieron la oportunidad a quienes quisieran participar, no faltaron los que contaron aventuras, andanzas de personajes icónicos del lugar y hasta historias de amor.

Mientras ellos compartían experiencias y su relación con el mercado, yo pensaba que mi familia, por parte de mi madre, debió haber llegado a la calle Rivera en los inicios del siglo XX, quizás huyendo de la vida precaria en el campo, quizás también por los males que trajo consigo, primero, la revolución y, luego, la guerra cristera. También imaginé a mi madre de niña caminando con su mamá y su hermano José hacia el templo de Guadalupe y disfrutando del jardín de fresnos y álamos con kiosco (un jardín que todavía se llama Porfirio Díaz) y que fue y sigue siendo un espacio cultural y social muy importante en el barrio, uno de los más antiguos de la ciudad.

Llegó mi turno y dije que recordaba vagamente los puestos que se ponían en la calle, antes de que se construyera el mercado. También comenté que iba a “hacer el mandado” a ese lugar y compraba fruta, verdura, semillas, cereales…, y me entretenía en un local de renta de historietas viendo las portadas de los “cuentos” de Kalimán, Mimín Pinguín, Supermán… También compartí con los asistentes el recuerdo de la venta de terlenka (tela con hilo cien por ciento nylon), que se llevaba a cabo en ese espacio. Era fiesta de colores, buruca de compradores y mirones, gritos aquí y quejas allá. Un tumulto de gente que iba por su pedazo de tela para hacerse camisas, blusas, pantalones y otras prendas de vestir. Desde luego, de esas telas salieron para mí algún par de camisas coloridas y pantalones acampanados, muy a la moda de los años setenta. De plano, me ganó la nostalgia y fluyó sin cortapisa. El ambiente de personas sensibles lo permitía, sobre todo cuando empezaron a pasar las gorditas de chicharrón, el refresco y el café caliente.

Todo se hacía en una esquina entre locales con persianas cerradas y a un lado de un local fuera de serie: una “Biblioteca comunitaria” con servicio de café y desayunos tradicionales, propiedad de uno de los organizadores del encuentro y anfitrión de lugar: René Alejandro López Pérez. En su oportunidad, él nos dijo, con una fluidez y seguridad al hablar, que era egresado de una universidad y que tenía un gusto y un compromiso con la cultura, especialmente con la promoción de la lectura. No era casualidad que su puesto en el mercado tuviera un lugar destinado a libros, tal como sus compañeros(as) locatarios exponen sus frutas y verduras. Sólo le faltaba gritar: “¡Pásele marchantita, aquí tenemos El laberinto de la soledad de Octavio Paz y El llano en llamas de Juan Rulfo, pásele!”.

Una organización de trabajo y amigos

En mi visita al mercado, vi que Érica iba y venía, platicaba con las y los dueños de puestos y les invitaba a participar. Varios se animaron. Ella sabe involucrar y tiene un liderazgo que ya quisieran algunos. En entrevista a distancia, ella me cuenta que es maestra de preescolar, egresada de la Escuela Normal del Estado, además de tener la carrera de Instructora de danza folclórica por la Universidad de las Artes. También me dice que ejerció un poco las dos carreras, pero que el destino la fue llevando a difundir las tradiciones y el folclor de Aguascalientes. En el 2006 la invitaron a colaborar en Radio y Televisión de Aguascalientes para hacer un programa de radio, llamado “Vámonos de Paseo”, enfocado al turismo y a la música tradicional. Con el tiempo dejó la docencia para dedicarse de lleno a la radio, haciendo programas encaminados al arte, la cultura y, principalmente, al rescate de historia oral y escrita.

Uno de los puestos más antiguos
Uno de los puestos más antiguos

Ella sigue contenta porque, entre otros motivos, se publicó su libro Rostros y rastros, que contiene un conjunto de textos elaborados a partir de su experiencia y muchas entrevistas, las cuales marcaron su camino como periodista. Y comenta: en el libro hay “momentos y lugares que a muchos nos interesan, que nos son conocidos (…) y de personas que son parte de una gran historia y que no son reconocidas”. Por ello se interesó en difundir su obra. El propósito principal del libro es “difundir nuestra cultura popular y ampliar mucho o poco lo que tenemos en Aguascalientes y, con ello, motivar una charla entre amigos y sentirnos identificados con lo que yo cuento”, concluye.

A ella le llamó la atención escribir crónicas y no cuentos, novelas o poesía. Es una periodista cultural, y de sí misma, comenta: “el periodismo que yo realizo es en sí, día a día, una crónica, eso de andar aquí y allá preguntando, investigando y luego llevarlo a ser contado, en un principio de forma oral en radio y después en un libro”. Esto va de la mano –dice- con el trabajo del cronista que “es rescatar, difundir, custodiar nuestra historia colectiva, individual, y cotidiana, esa que será después parte de una historia general, misma que los historiadores después podrán consultar o complementar”.

A partir de su trabajo pudo conocer a los Cronistas Municipales del Estado de Aguascalientes y darse cuenta de que era uno de ellos. «Crónica es lo que sé hacer», me comenta. Al poco tiempo de conocerlos la invitaron a las reuniones y después a ser parte del grupo. Ahora ya tiene también el respaldo de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, a la que ingresó hace cinco años.

La Asociación de Cronistas Municipales del Estado de Aguascalientes, por sus siglas ACMEA, surgió por iniciativa del maestro Juan Antonio Reyes Castañeda y el doctor Eduardo Lara de San Francisco de los Romo, y del profesor Ricardo Esparza de la comunidad de Pabellón de Hidalgo, quienes hacían crónica desde mucho tiempo atrás. “Ellos se reunían para hablar de la historia y de su terruño”, hasta que recibieron la invitación, en el 2001, de un cronista de Zacatecas, Bernardino García, para asistir a una reunión en el municipio Genaro Codina. Fue en ese momento cuando tomaron conciencia de la importancia y labor de los cronistas municipales y la necesidad de organizarse.

Comenzaron a realizar reuniones con sus iguales y a buscar nuevos integrantes en otros municipios en Aguascalientes. Para ello no vieron importante tener o no nombramiento oficial por parte de los gobiernos municipales. El primer presidente de la ACMEA fue el maestro Ricardo Esparza y después Jesús Santos Esparza, del municipio de Calvillo, quien la consolida. Algunos de sus miembros son también ya miembros de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades y Comunidades Mexicanas. El objetivo de ambos grupos es preservar, difundir y custodiar la historia colectiva, además de aquellos elementos que dan identidad y que son tangibles e intangibles.

Los cronistas escriben y participan en radio y a veces en televisión; actualmente, están organizando el quinto Foro de la Crónica Aguascalientes, son “mujeres y hombres enamorados de su tierra que comparten historias de otros enamorados del lugar donde viven”.

Por el placer de contar

Pero, ¿qué es una crónica? Según la Real Academia Española, la palabra viene del griego “kronos biblios” y significa “libros que siguen el orden del tiempo”, por lo que hacer una crónica implica narrar hechos que sucedieron y actualmente suceden. El concepto fue adquiriendo rasgos particulares, de manera que también se entiende por crónica: la exposición de acontecimientos, con la peculiaridad de que en la narración se introducen elementos de valoración e interpretación de parte de quien la hace. Por eso, el cronista cuenta historias, relata acontecimientos, describe personajes, pero también lo hace desde su muy particular punto de vista y a la manera que mejor le convenga y le agrade. No es un texto de las ciencias sociales, aunque pueda tener información objetiva, y tampoco es un cuento o novela, aunque se escriba con la belleza y creatividad que ofrece la literatura. 

¡Pásele, prestamos y regalamos libros!
¡Pásele, prestamos y regalamos libros!

La riqueza de la crónica radica, por tanto, no sólo en el tema o asunto elegido, sino también en la subjetividad que le da quien la escribe. Él o ella retoma un acontecimiento y lo analiza, lo recrea y le da el sentido que mejor le apetece. Su mirada y sus valores, actitudes y creencias están puestas en su narrativa, pensando en un posible lector con quien pueda establecer un puente especial de comunicación, con inteligencia y, a veces, desbordado en sentimientos.

Hay crónicas, en este sentido, que pueden ser amenas, desenfadadas, cargadas de ironía o que provocan hilaridad; pero, también hay otras que expresan dolor y sufrimiento, que comunican hechos lastimosos y desafortunados, de esos que llegan a las lágrimas inevitables. Un terremoto, un ciclón, una guerra o un gran incendio provocado por un accidente prevenible pueden ser motivos de una crónica.

Desde hace siglos se escribieron lo que hoy llamamos crónicas; por ejemplo, en el antiguo Egipto están inscripciones de la época de Ramsés II, que narra la batalla de Qadesh; en Grecia, Heródoto y Tucídides escribieron narraciones tan particulares que dieron pie a lo que sería la Historia como disciplina rigurosa. En la edad media se encuentran crónicas anónimas y con autoría sobre la opulencia de los principados, vida de monasterios y acontecimientos relevantes del pueblo pobre… Llama la atención, por ejemplo, un texto de nombre “Gesta francorum”, escrito en el siglo XII por una persona desconocida que participó luchando en las Cruzadas y que da cuenta de batallas cruentas y de sus resultados.

En la historia de lo que hoy es América, son famosas las Crónicas de Indias, que son narraciones diversas escritas por españoles que vinieron a conquistar, evangelizar y colonizar. En esta lista cabe Historia verdadera de la conquista de México, escrita por Bernal Díaz del Castillo y que, según nuevos estudios, parecer ser de Hernán Cortés. Contra la violencia y en defensa de los pueblos originarios, Bartolomé de las Casas escribió Brevísima relación de la destrucción de las Indias. En fin, la historia de las crónicas y cronistas es larga.

En el México independiente, en el siglo XIX, hay un grupo importante de escritores de crónica, como Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Gutiérrez Nájera y Ángel de Campo. De Altamirano, quien fuera político, veterano de guerra y buen literato, se puede hacer mención a su texto, titulado “Una visita a la Candelaria de los Patos”, en el que se lee: “El miércoles, guiados por un noble y caritativo amigo nuestro, hicimos una visita a uno de los barrios más espantosos de la ciudad. Vimos de cerca a los que legítimamente pueden llamarse Miserables de México”.

Para no hacer más largo este escrito, sólo mencionaré a Carlos Monsiváis (1938-2010) como un cronista muy vinculado al periodismo crítico y a la vida cultura y artística de la Ciudad de México, aunque su obra trascendió. Para él, el cronista es el “maestro del arte de comentar literal y críticamente la realidad”. Él decía que el objetivo de este género es “iluminar determinado hecho o acontecimiento, sin acudir a argumentación rigurosa, formal y directa, sino mediante la descripción de la realidad misma, de alguna pincelada valorativa y del manejo de factores de tipo emocional”.

Una nota para cerrar

Regresando a nuestra mirada local, una pregunta que me hago y que le expuse a Érika es: ¿Qué podemos escribir de nuestro estado, la ciudad capital y su gente? Ella me dice: “tenemos tantas riquezas que mostrar, no económica, hablo de la riqueza cultural, de historia, de personajes y personas”. De éstas, dice que muchas son desconocidas, pero que tienen mucho que decir y son importantes en varios sentidos, por eso hay que rescatarlas y darles voz. Pienso lo mismo, de manera que no sólo están las personas visibles en los medios de comunicación, como políticos empresarios, artistas y líderes religiosos, sino hombres y mujeres que a su manera hicieron y están haciendo aportaciones significativas para que Aguascalientes sea un lugar con una cultura rica y compartida.

Jesús, Érika y René comprometidos con la cultura local
Jesús, Érika y René comprometidos con la cultura local

Y esto es lo que inspira a escribir a Erika y a todos sus compañeros Cronistas de los Municipios del Estado de Aguascalientes, sin importar si son o no valorados por las autoridades gubernamentales o los historiadores académicos. Su objetivo es otro, que va más allá de formulismo. Su motivación, lo puedo decir sin duda, es cultural, es comunitaria, es humanista.

Narrar con pasión e imaginación
Narrar con pasión e imaginación
Carlos Monsiváis, cronista crítico
Carlos Monsiváis, cronista crítico

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

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