ALFONSO PÉREZ ROMO: VIVIR INTENSAMENTE
El viernes antes de su apoteósis, por la noche platiqué con el Dr.. Desde su reciente infarto diariamente lo buscaba con cualquier pretexto para estar al tanto de su salud. Me preguntó si iría al día siguiente a los toros, le contesté con lo que decía que decía Don Juan Andrea al irse a confesar: Acúsome Padre, que no soy tan pendejo. Soltó la carcajada y me dijo: yo si voy a tener que ir, me van a dar un papel. Lo que le vayan a dar, le contesté, no vale la pena Dr., está usted convaleciente de un asunto delicado, ¿para que le busca?. Chuy, me dijo, estoy consciente de que estoy viviendo mis últimos días y los voy a vivir intensamente, como toda mi vida.
La UAA le ofreció la semana pasada un homenaje que se repartió en dos jornadas, un achaque de salud me impidió asistir, algunos me dicen que estuvo emotivo y conceptuoso, otros más opinan que no estuvo a la altura. Lo importante es que “la muchacha más bonita del pueblo”, como él solía decir, derramó sus lágrimas por su ausencia y reconoció el mucho trabajo, las muchas horas, los muchos desvelos que dedicó a embellecerla.
En los últimos meses la preocupación por el derrotero que parecía tomar la universidad a partir de las presiones oficiales, burocracias, estatales y universitarias y los resultados imponderables de la pandemia, que aparentemente se reflejaban en una distorsión de la naturaleza y fines de la Universidad, le habían hecho reunirse con Don Humberto Martínez de León, que en paz descanse y con otros universitarios destacados con la preocupación de replantear algunos de los ideales que motivaron la creación y primer desarrollo de la UAA, ante lo que parecería ser una desviación en el ideario, en que el Hombre, no aparece como causa eficiente y causa final y, ante la crisis generalizada de la educación en el país, retomar el camino plasmado en lo que era la protesta profesional en nuestra universidad: Transformar la realidad en bien de Hombre y el Hombre en bien de sí mismo. La reunión en que se plantearía ésto al ahora reciente ex-rector, por “razones de agenda” no se pudo concretar. El inopinado fallecimiento de Don Humberto y ahora el del Dr. marcarán un impasse en un programa que alguien pronto habrá de enarbolar, porque la universidad tiene que ser más que una institución “sustentable”.
Cuando el Congreso vía Gobernador recibió el primer proyecto de Ley Orgánica y estatuto a mediados de 1973 algunos maestros opinamos que la estructura departamental se apartaría de la tradición de las reales y pontificias universidades, Don Humberto con una mentalidad más pragmática veía la estructura con la convicción de que era lo conveniente para el momento, el Dr. Pérez Romo comprendía que primero era “ser” y luego “cómo ser”.
Cuando fue designado rector, sutil pero firmemente (solía serlo así) marcó un acento propio de su sensibilidad humanista, que no era realmente “propia” sino trasunto de una tradición cultural greco romana judeo árabe cristiana, actualizada en la labor creadora de un centro de formación integral en que el eje lo constituye como diría su amigo entrañable Don Julián Marías, “La idea del hombre”, y como lo plasmó en el lema de la carrera de medicina “Por tu hermano, el hombre” o como lo dice el lema que el Dr. rescató del bote de la basura “Se lumen proferre”, imposible de traducir al español como decía su creador el Dr. Desiderio Macías Silva, pero sí de parafrasear: “acometer las tinieblas para transfigurarlas en luz, hasta que ya no sea posible saber desde los ojos de quien amanece”.
Los homenajes suelen ser una especie de “ajuste de cuentas”, un dolor de los pecados, una liquidación y, cerrado el capítulo, puesto el epitafio, colocada la placa, renombrado el recinto, a otra cosa mariposa. A mi me hubiera gustado decir eso, que el justo homenaje debiera ser el replanteamiento de unas directrices que nacieron de la naturaleza misma de los ideales de la Universidad, de la que surgió en la madrasas, de la que fue el fruto más puro de los falansterios de la Edad Media, de la que se constituyó en el reservorio y el crisol del conocimiento, cómo lo mostraba nuestro logo, unas manos custodiando y preservando el fuego prometeíco. En más de un sentido nuestra universidad se ha apartado, espero que no olvidado, de muchos lineamientos humanistas que fueron la antorcha del Dr. Pérez Romo.
Habrá otra oportunidad para el recuento de sus dotes y virtudes, no faltará ocasión para el recuerdo de anécdotas y sucedidos, todos los que lo conocimos guardaremos, sin duda, una capilla en nuestro corazón con la flama encendida de su recuerdo y su cariño, pero los universitarios de Aguascalientes tenemos la obligación de hacer valer con su homenaje, sus ideales y su obra hasta verlos reencarnarse en la vida cotidiana de su universidad, nuestra universidad.
“Se lumen proferre”.
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